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Más allá del sufragio

Imperio y continuidad
Foto: Reuters

En el contexto del sufragio por la presidencia en los Estados Unidos, contendida por el actual mandatario Donald Trump y el demócrata Joe Biden, el imperio sufre una serie de daños internos y externos, que no pueden únicamente adjudicársele a la administración de actual, y si bien en el panorama ante el COVID-19 la gravedad de los resultados se incrementaron por la soberbia y negligencia del gobierno dejando al imperio como el país con mayor número de contagios y fallecimientos, la crisis interna de la sociedad estadunidense dividida por el racismo, la xenofobia, la explotación y la discriminación es profunda y tendrá repercusiones importantes a la hora de la votación, todo ello respondiendo a décadas de descomposición en la hegemonía global estadunidense, la decadencia imperial se ha recrudecido por la crisis económica que golpea al mundo. 

En diferentes momentos analistas como Immanuel Wallersteing han planteado el fin de la dominación e injerencia mundial de la llamada potencia más grande de la historia, en su ensayo La decadencia del imperio (2007), el sociólogo estadunidense reflexiona sobre los diferentes momentos y causales de la pérdida de control y supremacía yanqui, catapultada por sus ciclos económicos naturales y contradictorios y diversos acontecimientos históricos como la Revolución cultural de 1968, generadora de la crisis en muchas estructuras de dominación resquebrajadas a nivel económico, social y sobre todo por el despertar de la conciencia de los pueblos y naciones cuyas formas de resistencia encontraron expresiones organizativas alejadas de la injerencia imperialista. Además, la continua resistencia del pueblo cubano que con los años obligó al presidente Barack Obama a reconocer públicamente que habían fracasado en sus múltiples intentos de neocolonizar la isla caribeña, una derrota como la acontecida en Vietnam, sin olvidar que durante décadas la existencia de la URRS fue un fundamental contrapeso ante a los deseos imperialistas. Ahora acontecen los intentos continuos de injerencia sobre la República Bolivariana de Venezuela, ejemplo aunado a las guerras permanentes en el medio oriente, que han servido más para el desgaste económico y moral de los Estados Unidos que para su fortalecimiento y el alcance de sus objetivos. 

La competencia y confrontación en el plano geopolítico con China y Rusia, muestran cuentas adversas para el interés imperial, el desarrollo tecnológico y militar de estos países va superando al poderío total yanqui, generándole perdida de injerencia en las relaciones comerciales y políticas, la otrora voz dominante del imperio es cuestionada y rechazada por muchas naciones, aunque esto último, no signifique que en regiones como América Latina la hegemonía estadunidense no se mantenga vigente y con mucho eco, para muestra baste mencionar la forma en que las oligarquías burguesas latinoamericanas siguen mostrándose sumisas y ejecutoras de la voluntad e interés del despotismo, las agresiones a naciones como Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia, no serían posible sin la anuencia y acompañamiento de políticos, grupos económicos burgueses y la existencia misma del imperialismo, pues ante todo, el imperialismo sigue siendo como Lenin lo definiera en su célebre obra El imperialismo, fase final del capitalismo (1917), la expresión más desarrollada del sistema capitalista compuesta entre otras características por los siguientes rasgos: 1). La concentración de capital que produce monopolios; 2). El capital industrial y banquero se funde en el capital financiero, para dar lugar a la oligarquía financiera; 3). La exportación de capital sustituye a la exportación de mercancía; 4). La formación de monopolios internacionales; y 5). La división territorial del mundo entre las potencias capitalistas. Estas características no deben olvidarse cuando se habla del imperialismo, pues son los causales de las políticas militaristas, intervencionistas, las guerras de expansión y sustracción de territorios para la ampliación de mercados y la extracción de recursos naturales como petróleo, agua y minerales, y desde luego de la explotación de la fuerza del trabajo humano.

 

AFP

 

La crisis al interior del imperio se evidenció con la grave afectación que el COVID-19 ha tenido sobre la sociedad estadunidense. Millones de infectados, miles de muertes, un desprecio inhumano al padecimiento social por parte del gobierno y las corporaciones junto al ya sabido sufrimiento de millones de seres humanos que no gozan de seguro médico, debido a que son privados y sumamente costosos. 

La carrera por la elaboración de la vacuna entre trasnacionales farmacéuticas es otro ejemplo, competencia que al parecer va perdiendo la industria norteamericana, evidenciada por su deseo privatizador y comercial. El hecho de que sean los Estados Unidos la nación con mayor impacto del coronavirus no responde solamente a las actitudes del gobierno (aunque claro que es determinante), han sido las condiciones reales de vida las que catapultaron el padecimiento social. 

Tras el último estallido del movimiento Black Lives Matter, luego del asesinato del afroamericano George Floyd por la brutalidad de la policía blanca, los Estados Unidos se estremecieron durante meses por las protestas y reclamos antirracistas que se escucharon en la mayoría de las ciudades y comunidades, generando enfrentamientos, represión, más abuso policial y asesinatos. Los discursos de odio racial pronunciados por grupos extremistas blancos que apoyan a Trump, fueron resultado del pasado-presente en esa sociedad fundada con principios de supremacía racial, la discriminación combatida en las calles se muestra al momento en que millones de personas intentan gozar de servicios de salud o trabajo, sean afroamericanos, latinoamericanos o de otras regiones del mundo. La división interna en la sociedad estadunidense es profunda, histórica y sustentada por el capitalismo imperialista que se sirve de ella para mantener control y ganancias.

Nada tiene de novedoso decir que la exacerbación preelectoral vivida en Estados Unidos se ligó a las declaraciones de Trump, ya que durante meses agitó a sus partidarios conservadores y hasta neofascistas para que apoyen sus actitudes frente al Covid-19 y para salieran a “defender su voto” ante lo que intentó dibujar como un fraude, cuando pareciera él estar empecinado en no dejar el poder y dispuesto a todo por mantenerlo, pidiendo incluso a sus seguidores portar armas y sostener actitudes beligerante. 

 

Guerra comercial

En el plano internacional, esa misma postura lo lleva a difundir ataques contra China culpándola de ser la generadora del virus y su propagación, escusa usada para imponer sanciones económicas a políticos y compañías del país de oriente. La guerra comercial ha mostrado la debilidad estratégica y económica del imperio, esto, asociado a las alianzas estratégicas entre Rusia y China con naciones en franca disputa con los Estados Unidos como son los casos en Latinoamérica de Venezuela y Cuba.

Las votaciones en la unión americana comenzaron semanas atrás imponiendo récord y mostrando un panorama futuro para próximos comisos, los propios candidatos sufragaron antes, sin embargo, lo que resulta relevante mencionar es el hecho de que siendo el país que dice “defender la democracia” su sistema de conteo no otorga el triunfo a quien obtenga más votos, además de que como se sabe, elección y democracia no son sinónimos y muchos menos bajo el sistema capitalista. 

Se juega la selección de quien tendrá en sus manos la dirección por cuatro años de un imperio en decadencia cuya desaparición es esperada por millones de seres humanos en el mundo que luchan por una sociedad global justa y libre. 

 

Reuters

 

Para nuestra América las elecciones en los Estados Unidos siempre son relevantes. Es innegable que cada administración del imperio influye en la región, sea o no con la continuidad de una persona en el gobierno, pues lo que se mantiene es la política económica de saqueo, intervención, militarismo, extractivismo y un neocolonialismo que usa a los sectores conservadores, oligarcas-burguesía, como ejes de ataque contra cualquier respuesta antimperialista y proyecto social que haga frente a la renovada Doctrina Monroe. Esto significa que, gane quien gane, nuestra América verá la continuidad del imperialismo aunque sea con formas nuevas pero con el mismo fondo, por ello nuestras naciones deben prepararse y profundizar la contrahegemonía con el fortalecimiento de la unidad e integración como afirmarán los próceres libertarios Simón Bolívar, José Martí, Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, entre otros.  

Los recientes triunfos en Chile y Bolivia regresan un poco de aliento a la región golpeada por el avance del neofascismo, las agresiones del imperio y la constante embestida contra Venezuela, Cuba y Nicaragua, además de la desarticulación de formas de integración comercial y política. Ahora la dirección renovada de México en la CELAC y la reactivación del ALBA son estrategias que a nivel gobierno deben reforzarse, pero sobre todo, la fuerza popular y las organizaciones independientes del poder requieren ser extendidas, fortalecidas y profundizadas con proyectos realmente socialistas. Las lecciones del golpe de Estado en Bolivia y la tan extendida herida que significa la aún Constitución chilena heredada de los oscuros tiempos de Augusto Pinochet, son señales que no pueden olvidarse, pues como dijera el Che “No se puede confiar en el imperialismo, pero ni tantito así, nada”.

 

Cero tolerancia contra inmigrantes

Durante su mandato, Trump fortaleció la política de “cero tolerancia” con los inmigrantes, registrándose graves casos de violaciones de los derechos humanos e incrementándose las agresiones de grupos racistas. También, con el actual gobierno se agudizó el bloqueo contra Cuba y se regresó a las difamaciones discursivas. El mensaje anticomunista ha retornado a la Casa Blanca, nunca se fue, pero nuevamente se propaga sin restricciones, siendo replicado por aliados como Jair Bolsonaro en Brasil e Iván Duque en Colombia, todo en el marco de la oleada neofascista que recorre el mundo y Latinoamericana en especial, algo que se observa en México con las palabras de grupos opositores al gobierno federal sin que éste tenga indicios de alguna política realmente socialista. 

Los actos de todo tipo cometidos contra Venezuela son otra señal del recrudecimiento injerencista durante el periodo de Trump. ¿Sería diferente con Biden? no obstante que la respuesta está en lo incierto, resulta difícil imaginar un panorama radicalmente distinto, cambios de forma no significan por obligación cambios de fondo.

La enseñanza vital está en la resistencia, organización y voluntad del pueblo chileno, boliviano, venezolano, mexicano, nicaragüense y cubano, ejes actuales de la oposición antimperialista. Sin importar que gane Trump o Biden, para la clase trabajadora latinoamericana, junto a los sectores oprimidos populares e indígenas, es indispensable desarrollar una política anticapitalista-imperialista que frene las agresiones y deje atrás la dependencia y el atraso, la reformulación de la perspectiva socialista forjaría una nueva época para nuestra América.

 

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Edición: Laura Espejo


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