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Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Martes 6 de diciembre, 2016


Cada gobernante tiene un estilo característico de comunicar. Andrés Manuel López Obrador, por ejemplo, cuando era jefe de gobierno de la Ciudad de México ofrecía ruedas de prensa madrugadoras, todos los días, donde desgranaba los temas más importantes de sus actividades. Este ejercicio obligó a hacer lo propio al entonces presidente Vicente Fox Quesada. Como el guanajuatense más que contestar preguntas las generaba tuvo que recurrir a un traductor: Rubén Aguilar Valenzuela, quien instauró el segmento «lo que el presidente quiso decir».

En ambos casos, con mayor o menor éxito, el objetivo de los políticos era marcar la agenda, no dejar que los medios la marcaran por ellos. En sus tempranas intervenciones guiaban los titulares y los comentarios de los analistas al día siguiente. Pero, claro, eran otros tiempos. Las redes sociales aún no habían irrumpido en la escena.

Algo similar a lo que hicieron en su momento López Obrador o Fox —con los subtítulos de Aguilar— experimenta el presidente electo de Estados Unidos Donald Trump. Él también delinea una serie de temas, con los que incluso desvía la atención a asuntos más espinosos que no quiere abordar en este momento. El norteamericano no comparece, sin embargo, ante un grupo de reporteros, sino que comunica a base de [i]tuitazos[/i]. Por medio de la red social de los ciento cuarenta caracteres, el magnate inmobiliario aberrado en político va dejando una estela de migajas que los medios de comunicación —y la ciudadanía, en general— van recogiendo a lo largo de la jornada, como indolentes Hansel y Grettel que se conforman con la dosificada información que el mandatario recién elegido riega. Así lo hizo aún antes de ser un protagonista de la cultura, cuando su cuenta de Twitter caía en la categoría de personaje de la farándula. Así lo hace como próximo mandamás estadounidense, amenazando a las empresas de su país que coquetean con la idea de llevar su producción allende las fronteras.

Las intervenciones de Trump en las redes sociales son un reflejo de su persona: bravucón, irresponsable y superficial. El periódico [i]The New York Times[/i], con quien tiene pleito cantado, recopiló en una doble página de su formato impreso todos los insultos y descalificaciones que el entonces candidato presidencial había vomitado en la campaña. Eran cientos, y cabían con dificultad, apretados en esas dos páginas, llamadas sábanas en el argot periodístico; podías cobijar, sin reparo, a un preadolescente con ese odio encapsulado, dosificado en la red social que trina.

Sin temor a equivocarme, este característico estilo de comunicar del próximo hombre más poderoso del mundo marcará la pauta de las coberturas informativas. Serán cada vez más comunes las notas que analicen los comentarios presidenciales, incluyendo sus alcances: «Trump arremete contra China, a través de Twitter», «Trump responsabiliza a la prensa por su frecuente uso de Twitter», «Trump hace primer cambio como presidente… en Twitter», «Donald Trump reacciona en Twitter a la muerte de Fidel Castro»… Otro ingrediente de esos reportes será quién le conteste y en qué tenor: «La furia de una mujer contra Trump en Twitter se hace viral», «Baldwin desquicia a Trump, con otra parodia y hasta discuten en Twitter», «Seguidores de Donald Trump atacan por error en Twitter a teatro de Canadá»… Un periodismo basura, que se centrará en lo interesante, no en lo importante.

Las redes sociales, ágoras insustanciales del siglo veintiuno. Plazas públicas concurridas por muy pocos. Si Estados Unidos representa la vanguardia en materia de política en el mundo, si nuestro vecino país es un espejo que refleja nuestro futuro, nos podemos ir haciendo a la idea de lo sosa que resultará la información en los próximos años. Periodistas apoltronados en sus sillones esperando la siguiente genialidad —o estupidez— del político en turno, para darle una barnizada de contexto y rubricarla con construcciones prefabricadas como «arrasa en Internet con…», «el comentario… se convierte en viral», «… se convierte en tendencia con…». Un periodismo intrascendente para una política [i]ídem[/i]. Y en este contexto futurista no está de más señalar que el uso de redes sociales en México alcanza una penetración de 93.6 por ciento del total de internautas; es decir, 64.7 millones de personas, según informó ayer [i]The Competitive Intelligence Unit[/i] (CIU).

En cuanto al uso de redes sociales por rangos de edad, se destaca la elevada preferencia de estas plataformas en usuarios de Internet menores de 40 años, equivalente a una adopción de 96.5 por ciento en este grupo. Facebook se mantiene como la principal plataforma utilizada entre los usuarios mexicanos, con una preferencia de 98 por ciento de los internautas. En tanto, Instagram y Snapchat observaron un crecimiento importante en la contabilidad de usuarios; en la primera, aumentó la preferencia en todos los segmentos de edad, mientras que el uso de la segunda se concentró en usuarios menores de 20 años.

Mérida, Yucatán

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