Texto y fotos: Giovana Jaspersen
La Jornada Maya
Viernes 2 de diciembre, 2016
El textil no se hace, nace, se pare, y su creación está íntimamente ligada con el alumbramiento. Surge siendo la síntesis de quien le da vida y su contexto; concentra la historia cultural del mundo y la personal de quien lo teje. Es arte que ha perdurado como pocos en el tiempo, y sus creaciones hoy, son expresiones ancladas en la tradición por los materiales y técnicas, pero con un discurso actualizado que reactiva muchos otros. Como ejemplo tenemos las obra de ?Trine Ellitsgaard?, nacida en Dinamarca, que actualmente se expone en el MACAY. Sus piezas son danesas y mexicanas desde que hace 20 años se asentara en Oaxaca; nórdicas y mayas, al nacer con cuerpo de henequén a través de un telar europeo; y son también, sin duda, una de las opciones más interesantes en la agenda expositiva actual de Yucatán.
La muestra se bebe en sorbos breves, como lo bueno, con calma. La pequeña sala del recinto se cubre solamente por 11 piezas, y no necesita más. Es sustanciosa, sobria, concreta, bella y delicada. El punto de partida está en su naturaleza misma, pues a diferencia de otro tipo de obra, el textil parece llamarnos al tacto; las superficies tejidas y sus texturas nos invitan a deslizar los dedos por ellas y a conocerlas. Nuestra relación con los textiles siempre ha sido cercana y está asociada con el abrigo primero, después de la piel, un textil es nuestro segundo refugio. Es defensa, un escudo flácido y amable que nos acoge y defiende del mundo; externa y extensa proyección del útero originario.
A esta estrecha relación, se suma una de las marcas más asertivas en el trabajo de Ellitsgaard: sus mezclas. Con ellas, invita a desmenuzar los materiales y sus texturas. Por ejemplo, el bordado en punto de cruz trabajado en papel sobre una superficie de henequén y nylon, en producto es contundente, pero en detalle es de absoluta belleza. Las interacciones de brillos y opacidades sobre lo áspero, ponen los acentos y marcan la entonación al observar, así cada textil es texto de palabras quedas. La perfección de las líneas y los cuidados de las formas, son también narrativa explícita de la heredada escuela danesa en el diseño. No hay detalle que rompa el minucioso acabado, ni silueta que caiga en el capricho natural de los materiales; cada pieza es ejemplo de cuidado, el mismo que merece su observación, pues pasar de prisa por la sala sería tan desafortunado como no darse tiempo para ver los brillos en la luna al andar la noche. Y es que en la muestra también [i]Los Eclipses[/i] requieren miradas detenidas y rasantes, que develen el hilo reflejante entre el rayón, y cómo éste tiñe plateada la luna que destella. Este díptico, lumínico a discreción, encierra en dos franjas la luna, la noche y la mujer; todas femeninas y secretas, en código que se aprende a leer.
De esta forma, Trine Ellitsgaard pasa sintética de un tema a otro en sus obras; algunas, más arriesgadas como la instalación central que sirve de eje rector en la visita; y otras, de peso más tradicional, como las más de 600 cestas diminutas que abren la exposición. Con objetos de abrigo y sin contradicción, la artista destapa, todos los mundos que aborda, claro ejemplo son Las reflexiones sobre Chamula, pues con ellas nos acerca no sólo al universo maya de las tierras altas, sino que nos hace sentir el frío de la montaña, el espeso pelaje se vuelve necesidad y símbolo.
Con la misma facilidad, y sin querer, se destapan también los mundos de todas las otras tejedoras, las remotas y tempranas, pasan por nuestra mente al recapitular la herencia. Diosas madres, tejedoras e hilanderas que urdieron la historia e imaginario. Pasa igual Penélope -des-tejiendo en la espera de Ulises, que las 3 hermanas nocturnas dueñas de nuestro tiempo y destino. Aracne urdiendo las infidelidades de los Dioses, y Tlazoltéotl en Mesoamérica, utilizando su herramienta de tejido como arma en la batalla. Sabias y determinantes como Ixchel, cuyos dotes se heredan aún cuando en la región maya al nacer una niña es dotada con las herramientas del trabajo textil, pues se sabe que la labor más que límite, es fortaleza. Todas tejiendo la vida desde que con ellas hubo vida.
La exposición activa así diversos universos tejidos en la historia, no hay que dejar pasar la lectura que de ellos podemos hacer; pero mucho menos, el paseo por las tramas y las urdimbres que, en su delicadeza, susurran el mundo de Trine Ellitsgaard.
Mérida, Yucatán
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