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Eduardo Lliteras Sentíes
Foto: Afp
La Jornada Maya

Martes 22 de noviembre, 2016

Un cardenal estadunidense encabeza el contraataque del presidente electo, Donald Trump, contra el papa Francisco. Se trata de una auténtica conjura palaciega contraria a una Iglesia pro inmigrante, a favor de los pobres y del sur del mundo. El movimiento lo encabeza el Raymond L. Burke, apartado hace dos años del gobierno del Vaticano, y quien ya había lanzado una petición contra las reformas del sumo pontífice.

El nuevo ataque tuvo lugar a escasos dos días de la creación de 17 nuevas púrpuras en el Vaticano, que tuvo lugar el día 19 (una de éstas es el mexicano Carlos Aguiar Retes), a través de una carta que entregaron al pontífice, en Roma y al cardenal Müller, prefecto de doctrina de la fe. En dicha carta, los cardenales conspiradores y al servicio de Donald Trump (y de su visión del mundo xenófoba y racista) liderados por Burke, piden aclaraciones sobre la exhortación apostólica [i]Amoris Laetitia[/i]. Los cardenales alemanes Walter Brandmuller y Joachim Meisner, así como el italiano Carlo Cafarra, componen el grupo de choque de Trump en Roma, que inclusive pretende poner en jaque al Papa por “hereje”, “si no responde a nuestras preguntas”.

Burke dijo recientemente, tras entregar un pliego con “cinco dudas”, que los cardenales piden se aclaren de inmediato o “haremos un acto formal de corrección de un error grave” al mismo pontífice. Así, de plano.

La carta de Burke coincide con el nombramiento de 13 cardenales electores, menores de 80 años y con derecho a participar en un próximo cónclave, y pretende generar una crisis en el actual pontificado y comenzar a abrir una grieta en el gobierno de Bergoglio.

El Papa, con gran habilidad, respondió indirectamente en la misma basílica de San Pedro; al entregar el birrete, anillo y la titularidad de una parroquia romana a cada nuevo príncipe de la Iglesia: “Nos toca transitar un tiempo donde resurgen en nuestras sociedades, en forma de epidemia, la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver conflictos", afirmó Francisco, en un mensaje claro a la reciente elección de Trump y a sus aplaudidores entre las filas de la misma Iglesia, como Burke.

"Vemos, por ejemplo, cómo rápidamente quien está al lado nuestro ya no sólo posee el estatus de desconocido o de inmigrante o refugiado, sino que se convierte en una amenaza, adquiere el estatus de enemigo. Enemigo por venir de una tierra lejana o por tener otras costumbres. Enemigo por su color de piel, por su idioma o su condición social, enemigo por pensar diferente e inclusive por tener otra fe. Enemigo por... Y sin darnos cuenta esta lógica se instala en nuestra forma de vivir, de actuar y proceder", afirmó el ex arzobispo de Buenos Aires.

Precisamente, cabe recordar que hace apenas una semana se dio a conocer que el arzobispo mexicano de Los Ángeles, la segunda ciudad con más mexicanos en el mundo después de la Ciudad de México, tendrá en sus manos la defensa de sus connacionales en EU en la era Trump. Se trata de José Gómez, conocido por sus posiciones a favor de los inmigrantes de todo globo que hay en ese país, y quien obtuvo 131 votos, superando al arzobispo de New Orleans, Gregory Aymond, quien recibió 84 votos por parte de los miembros de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos.

Trump y sus consejeros halcones de la ultra derecha blanca, supremacista, cristiana y racista, han comenzado a mover sus piezas en el tablero geopolítico. Colocaron sus peones en las mismas puertas del Vaticano para generar ruido, con el pretexto de la pureza de la doctrina, lanzando un ataque con la justificación de “errores graves” en temas doctrinarios del Papa. Estamos ante algo mucho más grave que una simple provocación. Estamos ante un ataque que busca desestabilizar al actual pontífice venido del sur del mundo, que tiene el propósito de debilitarlo y seguramente influir en la próxima elección en la Capilla Sixtina.

Los ultras, además, en el seno de la misma Iglesia, no toleran que Francisco está moldeando su sucesión con esta tercera tanda de purpurados. Como se sabe, ya había creado cardenales en febrero de 2014 y 2015. Y con esta nueva tanda, la tercera, modifica radicalmente la geografía del futuro cónclave que elegirá a su sucesor.

En efecto, el Colegio Cardenalicio ya no está compuesto mayoritariamente por europeos, sino que tiene más presencia el sur del mundo, como era de esperarse del Papa jesuita. De los 121 electores que hay ahora, por primera vez Europa representa el 45 por ciento de los purpurados. El continente americano, el 28 por ciento (América septentrional, 14 por ciento; América del sur, 11 por ciento; América Central, 3 por ciento); África, 12 por ciento; Asia, 12 por ciento y Oceanía, 3 por ciento. A esta Iglesia es a la que Burke y Trump pretenden ponerle el pie. En el tablero geopolítico global saben bien que Francisco es un poderoso enemigo al que hay que debilitar.


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