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Giovana Jaspersen
Foto: Jesús Villaseca
La Jornada Maya

Viernes 21 de octubre, 2016

Lucía Pérez, tenía 16 años, fue drogada, violada y empalada vía anal y vaginal; esto en Mar del Plata, como una broma de mal gusto, en Playa Serena. Abusaron de ella hasta su muerte, literal, pues según el reporte fallece después de un espasmo vagal, resultado del dolor. Los asesinos lavaron su cuerpo, cambiaron su ropa y la llevaron al centro de salud diciendo que estaba inconsciente por sobredosis.

El caso desgarrador y una carta de convocatoria su hermano, en la que narra la jornada de la muerte y el encuentro con el cuerpo de Lucía, sin vida y con los ojos entreabiertos, han movilizado al planeta. La voz es clara y dice #NiUnaMenos #NosEstánMatando. El grito de denuncia, atravesó límites geográficos para inundar calles, redes y medios: por el mundo.

En el mismo momento, en medio del desastre, [i]Yoplait[/i], sí, la empresa de lácteos de grupo Sigma, lanza una campaña de “vanguardia” basada en “el placer de ser mujer”. El comercial se desarrolla en una suerte de taberna, donde una chica, entre un grupo diverso, está caracterizada en un esquema notablemente más “varonil” que el resto; empoderada, toca en el acordeón algo que se sugiere como un himno: “Tienes que brindar por ser mujer, debes celebrar si eres mujer, tienes que brindar por ser mujer porque no es nada fácil”, comienza diciendo. ¡Y si lo sabrá Lucía!, pienso yo, al escuchar aquello.

El tema continúa festivo con desafortunados versos como “sola a los 40 no es un problema, viajo a donde quiera, estoy soltera, gasto una fortuna en ropa nueva” y cuando se cree que aquello no puede ir peor, la treintena de mujeres que cantan y brindan con un desechable relleno de yogurt, se yerguen diciendo “me levanto en la mañana, como mi esposo, salgo a trabajar, como mi esposo, vuelvo destrozada, como mi esposo, pero yo hago la cena”. Ya en la cumbre, riman “vamos al gimnasio, viene el verano, hay que hacer pilates, viene el verano, si no tengo ganas, no me preocupo, vacaciones en el polo norte”; para finalmente regalarnos una tesis subrayada de la familia tradicional y los roles, diciendo “mis hijos son la luz de mi camino, dulces, lindos, buenos, mis chiquillos, pero no puedo ocultar mi emoción cuando se van a la escuela; alzo mi placer, brindo por eso (…), celebremos ser mujer.”

Esta Oda a la perpetuación de estereotipos, en un intento de reivindicación de género se muestra desde la óptica más pobre y liviana, y puede ser ofensiva, sí. Sin embargo, lo es mucho más el leer los más de 400 comentarios de otras mujeres en el video en Facebook, haciendo énfasis en el ingenio y la maravilla de ser una mujer “liberada”. Sin cuestionar, por supuesto, los perfiles de identidad que se alimentan y sumándole algunos otros.

Todas enjauladas, entre compras, moda, esposos y chiquillos, celebran; cargando la incapacidad de ir de vacaciones sin pensar en cómo deben lucir, o de hacer deporte sólo por su bienestar. Todas mujeres y cómplices del esquema eternamente repetido, se les escucha incluso decir: “Uy, ya no te casaste”; “y ahora, quién te va a querer así”; “por qué no pudiste ser una chica normal”; “ve cómo se viste ésa, quiere llamar la atención, y luego se quejan”; las que afirman “les pasa por andar solas”, cuando dos mujeres son acosadas al caminar juntas. Ellas, transmitiendo ideas rotas a esta y siguientes generaciones, celebrando ser mujeres.

En la descripción de los valores de la empresa que lanza la campaña están el respeto y empatía, dicen que fomentan la diversidad, el desarrollo y calidad de vida, y que se ponen en el lugar del otro para entender. Sin ser muy analíticos salta que, si entendieran lo que vale celebrar siendo mujeres, no promoverían un himno de esta índole. Ya si se trata de ponerse en el lugar del otro, valdría la pena que lo hicieran en el de Lucía Pérez. O bien, en el de las 10 transgénero que fueron asesinadas de manera brutal sólo en el último mes en México; o en el de la pequeña de 5 años que denunció a su abusador con dibujos. Podrían también, en el caso de Yucatán, ponerse en el lugar de Martha o en el de la mujer encontrada en Telchac hace unas semanas. Todo, sólo como un ejercicio de jerarquización temática, para reconocer de lo que vale la pena hablar, por el género y desde este; o bien, para comprender desde su carne lo que es volver, literalmente, destrozada a casa, o no volver.

Vivimos en un mundo donde, con la disculpa del creativo de [i]Yoplait[/i], hoy no estamos para brindar así por ser mujeres -sería absurdo e irresponsable-; hoy, sólo podemos levantar la copa por tener la suerte de serlo sin estar muertas por ello.

Mérida, Yucatán

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