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del

Giovana Jaspersen
Foto: Ap
La Jornada Maya

Viernes 14 de octubre, 2016

[i]If I sign myself Jean-Paul Sartre,[/i]
[i]it is not the same thing as if I sign myself[/i]
[i]Jean-Paul Sartre, Nobel Prizewinner.[/i]

El S. XXI nos enfrenta a jornadas monotemáticas y reiterativas; la democratización de las voces -siempre justa- nos puede dejar también el saber de un disco de vinil, rayado. Se llama #trendingtopic o tendencia, y nos cuentan una, y otra, y otra vez, de lo que se habla en el mundo.

Hoy, Robert Allen Zimmerman, a quien conocemos como Bob Dylan; sí, el enorme Dylan, a sus 75 años volvió a ser tendencia y quizá más que nunca. Los 450 mil tweets al mediodía del jueves, nos decían que la bola de nieve crecería más, pues después de semanas de incertidumbre y opiniones de conocedores -o no- respecto a quién sería acreedor al Nóbel de literatura en este 2016, llegó la noticia: "por haber creado una nueva expresión poética, dentro de la gran tradición americana de la canción", el ganador es Bob Dylan (¡Aplausos!) -¿Aplausos?-.

Como la dinamita que Alfred Nóbel, a quien debemos el premio, inventara; las opiniones ardieron y se extendieron. Juicios, menciones, preguntas, sectores ofendidos, músicos complacidos y legitimados, fanáticos honrados sabiéndose portadores del mismo gusto que la academia. Todos opinando. Y es que a Dylan -casi todos- le hemos dado nostalgias, amores, madrugadas, alegrías, borracheras, adicciones, depresiones, amistades y la entraña; pero ¿un Nóbel? Si bien el premio, por el prestigio, monto en juego y sistema de selección, siempre genera controversias; probablemente hoy estemos mirando de frente, la segunda más grande en su historia.

A la primera, casi como forzado homenaje, pongámosle hoy de fondo [i]The Freewheelin' Bob Dylan[/i], primer disco exitoso del -hoy- premio Nóbel. Con él se estrenó acompañado de una banda y es el disco más caro en EU, después de que alguien pagara por él 35 mil dólares en una subasta. En la carátula, Dylan aparece del brazo de Suze Rotolo, a quien le escribiera el segundo tema del álbum, "The girl of the north country", como resultado de su fallido intento por encontrarla en Italia, en 1963, después de haberse separado. Ella, según biógrafos y testimonios, marcó los días, letras e ideas de Dylan, que después serían improntas en su carrera musical, contagiándolo de gustos como Beckett, curiosamente envuelto sin querer en aquel primer y mayor escándalo del premio Nóbel de 1964.

El alemán compartía la terna de 6 finalistas con: Hugh Auden, Borges, Tanizaki, Sartre, Ionesco, y Sholojov. Sartre fue el laureado "por la calidad de sus escritos, su anhelo de la verdad y la influencia fundamental que su pluma ha ejercido en estos tiempos"; a pesar de que una semana antes solicitó a la academia que no lo premiaran pues declinaría. Tal cual hizo. Así, fue premiado, quitando la última ilusión de que el nipón que nos mostró la belleza del oriente brillando en la penumbra obtuviera la presea, pues moriría al siguiente año. Tanizaki, como Borges, Kafka, Cortázar, Rulfo y Tolstoi nunca recibieron el premio; como tampoco lo hizo Virginia Woolf, siendo la gran olvidada, que se extraña entre los sólo 14 nombres femeninos que se pierden entre los más de 100 galardonados. Sin embargo, hoy, Bob Dylan, es premio Nóbel.

Él mismo, en Chronicles su autobiografía y refiriéndose a Picasso escribió, “él partió por la mitad el mundo del arte y lo abrió como si fuera un huevo”; retomando sus palabras, el Nóbel ayer se abrió como si fuera un huevo. En este caso, no fue él quien lo partió, sino la academia. Dylan, se convirtió en el primer estadounidense galardonado que no tenga -por lo menos- un Pulitzer; lo cual haría que La revisión crítica del premio nobel de la literatura que Vaccaro publicara en el 2007 tuviera un apéndice hoy, al respecto. Así como otro, para hablar del primer músico que recibía el premio de literatura, hoy vemos desdibujarse la especificidad de las artes más que nunca antes.

En la época de las masas y la opinión, el Nóobel bajó a la sociedad; con este premio la Academia se populariza y para muchos cae una institución, para otros se humaniza.

No nos queda más que escuchar a Dylan quejándose de la guerra, mientras imaginamos a Nóbel inventando la dinamita.


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