Francisco Lezama
Foto: María Meléndrez Parada
La Jornada Maya
Mérida, Yucatán
Jueves 13 de octubre, 2016
Emprender está de moda. En los programas de televisión, en la radio, en internet e incluso en los discursos políticos, términos como emprendedor, [i]start-up, scale-up[/i] y [i]spin-off[/i], se utilizan indistintamente para caracterizar una tendencia global hacia nuevos modelos de negocio y nuevas formas de hacer empresa. La gran pregunta es por qué una palabra de origen francés ([i]entrepeneur[/i]), que literalmente se traduce como empresario, ha derivado y está dando pie a una ola de transformaciones empresariales, culturales e institucionales en México y en el mundo.
Y como en muchas cosas del nuevo milenio, el emprendimiento tiene una relación íntima y directa con la ola de innovación tecnológica que ha sacudido al mundo desde la década de los ochenta, pero particularmente en los últimos 10 años. Vivimos en un mundo donde el servicio de streaming, el smartphone y la realidad aumentada ya no se consideran lujos, sino más bien son valores que se dan por entendidos en una economía donde importa cada vez menos el tamaño de la estructura de la industria tradicional aislada, y se le da cada vez mayor valor a las redes de trabajo colaborativo, a los hubs para la generación de conocimiento y a la capacidad conjunta de los actores económicos para moverse en la frontera del conocimiento y la tecnología, y adaptarse a las nuevas tendencias del mercado y la economía.
Ése es el campo donde el concepto del emprendedor toma una dimensión verdaderamente relevante, como agente de cambio y transformación económica y social. Para ilustrarlo bastan algunos ejemplos claros. Facebook, como la mayor empresa de producción de contenidos que, sin embargo, no genera ningún contenido propio. Uber, como la mayor empresa de servicios de transporte a nivel mundial y que no posee ni un solo vehículo. Amazon, como el principal minorista del mundo, y que no posee ninguna tienda física, y Airbnb, que es la firma con mayor facturación por hospedaje del mundo y que no posee ni una sola habitación propia.
Estos ejemplos tienen en común algunos aspectos relevantes y lecciones para los que queremos hacer del emprendimiento una forma de vida. En primer lugar, todas son ideas brillantes que no se quedan en conceptos abstractos, sino que aterrizan a modelos de negocio altamente rentables. En segundo lugar, son modelos de negocio fácilmente replicables y escalables a nivel regional e incluso mundial, que se basan en la colaboración y la creación de sinergias.
En tercer lugar, todas esas empresas pasaron por un proceso de ensayo y error, fracasando muchas veces, y fueron dichos fracasos los que determinaron en última instancia su éxito. En cuarto lugar, y el más importante, todos estos ejemplos ilustran empresas que han cambiado, desde el emprendimiento, la manera en el que mundo hace las cosas. Porque es indudable que Facebook, Uber, Amazon y Airbnb han cambiado la manera de comunicarnos, de transportarnos, de comprar y de viajar en todo el mundo.
Así es como se entiende el papel del emprendedor como agente de cambio y ésa es la importancia que hoy en día los organismos empresariales, las universidades y los gobiernos están dando a la generación de emprendimiento, como eje de la transformación económica y social que los emprendedores pueden generar. El camino es largo y está lleno de experiencias de éxito, principalmente pero no de manera única en países como Estados Unidos, España e Inglaterra, que hicieron de las generación de emprendedores y start-ups una de las herramientas clave para la salida de la crisis financiera del 2009.
Siguiendo dichos ejemplos México y Yucatán deben avanzar para tener una sociedad donde la disrupción creativa sea la fuente de empleo y bienestar para miles de ciudadanos. Para ello, ya se han concretado acciones como la creación de instancias públicas especializadas como el Inadem a nivel federal y el Iyem a nivel local, para fomentar la cultura de la innovación y el cambio. Ahora es necesario dar el siguiente paso, el más importante, porque de él depende el futuro de nuestra economía, que es sembrar en todos los ciudadanos la semilla del emprendimiento.
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