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Hubert Carrera Palí
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Martes 27 de septiembre, 2016

Los nuevos y rimbombantes conceptos de políticas públicas, transversalidad y paradigmas, entre muchos más, están en boca de quienes hoy ostentan el poder político y económico. Debería de ser en realidad el léxico de una Sociedad del Conocimiento y no de la Información.

El tránsito inexorable hacia nuevos estadios en el devenir histórico necesariamente tiene que ser un principio de equidad entre todos los seres humanos. Insistir en la toma de decisiones desde la comodidad de los climas y flamantes oficinas nos llevan a una utopía en la construcción de una sociedad sustentable, con sostenibilidad y sobre todo educada.

Quienes apergollan el privilegio de decidir los destinos de una nación y subsecuentemente de los demás, todavía no demuestran cómo construir y reconstruir las fibras de una sociedad en plena decadencia, sin valores y motivos de vida. En México por ejemplo, más de 50 millones de mexicanos están en esta situación.

Una vez más constaté que los proyectos para las futuras generaciones se diseñan desde la élite del poder político-económico, y quienes realmente deberían alzar la voz siguen en la vulnerabilidad, acorralados en este mundo global que el día de mañana inevitablemente les arrancará todo, tal y como está sucediendo con la vigencia de nuestra lengua ancestral.

El problema del cambio climático, sin duda, ocupa a todos. Pero sólo unos cuantos firman tratados internacionales en pos de “mejores niveles de producción y de fuentes generadoras de energía limpia”.

Desde el contexto social, todos tenemos derecho a opinar. Es un principio fundamental que nos asiste constitucionalmente. Lamentablemente en la praxis no es así; sólo le asiste a quienes forman la élite del poder y organizadores de todas las cosas.

Parafraseando a Albert Einstein en estos momentos críticos para nuestro planeta, en los que necesariamente hay que valorar la universalidad del mundo global, el inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar salidas y soluciones a las crisis, que son la bendición que trae progreso, porque de ellas nacen la creatividad, la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias.

En estos momentos en que instituciones gubernamentales peninsulares, ambientalistas, universidades y organismos no gubernamentales, entre otros, presentaron las proyecciones catastróficas del calentamiento global a mediano y largo plazo si no se toman medidas inmediatas, entre las que destaca un Fondo Regional inicial de mil millones de dólares para amortiguar el primer impacto, según la Universidad Autónoma de Yucatán.

Y frente a todas estas deslumbrantes y lúcidas mentes ¿dónde quedaron las opiniones de los principales paganos de esta hambruna? Sí, los indígenas mayas que también tienen todo el derecho de sugerir y opinar alternativas para mitigar el calentamiento de la tierra. Ellos ya han vivido la experiencia milenaria luego de que abandonaron sus otrora prósperas ciudades a causa de la destrucción de sus recursos naturales, tal y como sucedió en Calakmul.

¿Por qué ellos tienen la voz hasta después y no en este preciso momento en que se puede privilegiar la razón y el conocimiento conjunto de muchos sujetos pensantes frente a esta amenaza? ¿O es que acaso una vez más las instituciones y dependencias de gobierno juegan con su vulnerabilidad para acabar con lo poco que les queda de selva y agua, sin que se les tome en cuenta?

¿Se trata de que las estrategias contra el cambio climático se concreten en el diseño de sueños guajiros a cambio de la gestión de miles de millones de dólares, que acabarán en los bolsillos de unos cuantos, sin que llegue un centavo a las comunidades indígenas que más resentirán esta metamorfosis, como suele suceder?

Valdría la pena que organismos como el Banco Mundial y la FAO consideren incluir el sentir de los pueblos mayas peninsulares junto con las proyecciones científico académicas de gabinete. Como bien ha dicho Romell González Díaz, presidente del Consejo Indígena de Xpujil, “una vez más están vulnerando nuestros derechos sin tomarnos en cuenta. Así lo han hecho con la siembra de la palma de aceite y la soya transgénica, que son cultivos ferozmente depredadores y ahora lo impondrán con el uso de energía limpia, la cual no será gratis, y no sabemos qué beneficios traerá para nuestras comunidades”.

A nosotros nadie nos toma en cuenta…


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