Carlos Luis Escoffie Duarte
Foto: @ladelalba
La Jornada Maya
Lunes 15 de agoto, 2016
Luis Alfonso de Alba, embajador de México ante la Organización de Estados Americanos (OEA), fue blanco de fuertes críticas tras pronunciarse sobre la situación política en Nicaragua. Autoridades de ese país acusaron que México no está en posición de opinar debido a la “situación caótica” que vivimos. En redes sociales, mexicanos aplaudieron la reacción de Managua, reprochando que nuestro país no puede ser “luz en la calle y oscuridad en la casa”. ¿Realmente la diplomacia mexicana está imposibilitada para hablar sobre derechos humanos?
De Alba –durante el espacio “otros asuntos” en la agenda del Consejo Permanente de la OEA- se pronunció sobre la destitución de los 28 diputados del Partido Liberal Independiente, la única bancada opositora en el Congreso de Nicaragua. Esa destitución ocurrió en el marco del proceso electoral, en el cual se ha acusado al aparato estatal de preparar una pista limpia para garantizarle el triunfo a la esposa del presidente Daniel Ortega y candidata oficialista, Rosario Murillo.
El embajador mexicano expresó que la destitución de los 28 diputados “prácticamente neutraliza a la oposición” y que “en el marco del respeto a la soberanía de Nicaragua, y sin pronunciarnos sobre la legalidad o no de dichas decisiones, expresamos nuestra preocupación por el impacto que esas medidas tienen”.
Luís Exequiel Alvarado, embajador de Nicaragua ante la OEA, acusó de injerencistas e inadmisibles las declaraciones de De Alba. Además, cuestionó “con qué autoridad viene entonces México [a opinar]” ante la impunidad que existe en nuestro país por violaciones a derechos humanos. Pero el tema no quedó ahí. Durante un acto de campaña, Rosario Murillo también criticó las declaraciones de De Alba y señaló que México no tenía autoridad para opinar sobre Nicaragua cuando sigue sin esclarecerse el paradero de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Es verdad: ojalá nuestras autoridades aplicasen sus propios consejos. El gobierno mexicano ha demostrado una profunda falta de interés en cumplir distintos compromisos internacionales en materia de derechos humanos. Pero tampoco podemos caer en el juego de gobiernos como el de Nicaragua y validar su distractor. La declaración de De Alba también es cierta: estas elecciones serán una prueba de fuego para la democracia nicaragüense, sobre la cual rondan los tentáculos casi omnipresentes del FSLN. La posición de las autoridades de Nicaragua es tan lamentable como cuando autoridades de El Cairo, ante la solicitud de esclarecer el asesinato de mexicanos a manos del ejército egipcio, respondieron que en México “igual mataban mucha gente”.
Por supuesto, resulta cuestionable si el momento elegido por De Alba para pronunciarse fue el diplomáticamente acertado. Pero tratando de hacer a un lado ese también importante análisis, no diría que, en abstracto, esté impedido para pronunciarse sobre temas similares sólo porque representa a México. En un continente como el nuestro, suponer que únicamente tengan derecho al micrófono quienes no poseen profundos problemas en materia de derechos humanos implicaría sesiones de la OEA en absoluto silencio. Y los principales afectados son la oposición, las víctimas y las organizaciones de nuestros países, quienes pueden potencializar sus causas cuando éstas llegan a foros internacionales.
Contrario al dicho popular, es inevitable hablar de orejas cuando se está en la recua. Aunque eso implique que, casi siempre, todos los presentes se muerdan la lengua al decir “mira de qué tamaño están”.
[b]Mérida, Yucatán[/b]
[b]@kalycho[/b]
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