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Daniela Gamboa
Imagen tomada de www.facebook.com/LosBanistas
La Jornada Maya

Es normal que los cambios económicos causen efectos psicóticos en algunos, sobre todo en los que mueven los hilitos que hacen funcionar la economía a un nivel “macro”.

Para otros tantos, la economía es nada más un concepto vago que se vive en el vaivén de los días y que se siente cuando tienes que hacerte las quekas en casa en lugar de salir a cenar fuera, entre comprar caguamas y dejar la chela artesanal, entre ir al Dunosusa en vez del Costco o entre ir en camión en lugar de pagar gasolina o ubers.

Pero para sorpresa de los que aquí no estudiamos economía y que se nos hace un concepto cotidiano pero algo abstracto, nos pusimos a investigar su significado y lo que nos arrojó fue que “oikos” en griego significa “casa” y “nomos” significa “ley”, lo que en un sentido literal quiere decir que es la ley o regulación de los bienes de la casa.

Se nos hizo bastante interesante ir a la etimología de la palabra, pues nos esclarece cómo la economía mundial no es más que una gran casa en donde hay habitaciones ricas y con poder que son las que suelen dictaminar, regular o manipular al resto de las habitaciones con menos poder; es como una escalera jerárquica que funciona a nivel “macro” y “micro”. Lo que es un hecho es que todas las economías están interconectadas y por ello, si hay un pequeño movimiento en una economía fuerte del mundo, es como si un tsunami atacara al resto, y por eso la psicosis de la última semana con el Brexit.

Pero en fin, ya los medios de comunicación se inundaron con ese tema, así que en lugar de hablar sobre lo amorfo, raro y oscuro que pueden llegar a ser los comportamientos de la administración de los bienes materiales en el mundo, mejor nos fuimos a los cines del siglo XXI a ver “Los bañistas”.

Tenemos que decir que el cine mexicano últimamente va más allá de los refritos de comedias románticas –gabachas pero mexicanizadas—, ya tampoco necesariamente hay que hablar de ese cine mexicano que de tan realista termina haciendo que quieras firmar tu renuncia como raza humana. Esta película mexicana de Max Zunino y Sofía Espinosa más bien lanza una propuesta que por supuesto viene muy bien al contexto de psicosis que se vive últimamente por el cataclismo económico que podría representar el Brexit para todos.

La narrativa de “Los bañistas” nos presenta un panorama hasta cierto punto desmoralizado por el individualismo y la desconsideración sobre todo de Flavia (Sofía Espinosa), una joven estudiante que se rehúsa a regresar a casa, aunque la ciudad ficticia en donde vive -parecida a CDMX- esté colapsando, entre huelgas y paros económicos.

La crisis la orilla a conocer a Martín (Juan Carlos Colombo), un veterano que vive en el mismo edificio que la joven y que pierde su empleo como dependiente de una tienda. A esas alturas de la vida, la soledad era la única acompañante de Martín y el camino que le traza la narrativa era el de esperar el final de la manera más digna posible. En cambio Flavia es muy joven, algo desencantada de la vida pero atrevida, con un exceso de confianza y un futuro por delante; aunque dicho futuro fuera incierto.

Pero a pesar de toparnos con un panorama algo abatido, la opción que queda y se nos presenta como una propuesta en “Los bañistas” —y que deberíamos tener en cuenta como una realidad ya no tan lejana—, es que la lucha por la supervivencia hará de nuevo convivir a los humanoides, a fuerza de crisis tendrá que despabilarse del individualismo y convertirse en una sociedad solidaria.

Porque cuando la economía mundial se colapse, cuando la gente deje de tener oportunidades en este ya algo antiguo sistema, cuando sólo le quede la opción de luchar por la supervivencia tendrá que regresar a mirar nuevamente a lo esencial, como es la solidaridad del trueque, a compartir e intercambiar los unos con los otros los bienes básicos —y eso no es ficción idealista, sino una propuesta real con miras futuristas—.
Así pues “Los bañistas” es cine social, ameno, con propuesta y también con pasiflorine para todos aquellos que ven agonizar a la economía mundial con el Brexit. Y es que es eso, la economía no se crea ni se destruye, solamente se transforma y si Antoine Lavoisier viviera opinaría lo mismo. Lo que es un hecho es que lo básico siempre será un lugar hacia donde todos podremos regresar, cuando los que hasta ahora administran los bienes de la casa colapsen.

Mérida, Yucatán
Domingo 3 de julio, 2016


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