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Pablo A. Cicero
La Jornada Maya

29 de febrero, 2016

Se llama Víctor, y más de doscientos mil personas ya lo conocen… Y lo admiran. Él, según publicó Aurora de la Mora, es un chofer de Uber. El miércoles pasado, Aurora comenzó un viacrucis por varias farmacias de la ciudad de México para adquirir Tamiflú, no para ella sino para su mamá, que presentaba, además de síntomas de resfriado, otros malestares.

Solicitó el servicio de Uber, y se le asignó a Víctor como chofer. Él llevó a su pasajera a la farmacia en donde le habían dicho que podía adquirir el medicamento y, en un momento del trayecto, al querer él hacerle plática, ella se desmoronó, platicándole al hasta entonces desconocido los males que le aquejaban a su mamá.

Víctor dejó a su pasajera en su destino: en la puerta del edificio en donde ella y su madre viven. Aurora le pagó cincuenta pesos por sus servicios, y subió a trompicones, con prisas para darle el medicamento a su mamá. Quince, veinte minutos después, alguien tocó el timbre: era Víctor, quien le llevó a Aurora varias bolsas de compra.

Jugos, frutas, principalmente uvas, con las que, aseguraba el buen samaritano, la señora se pondría mejor. Además, le devolvió los cincuenta pesos que había marcado el taxímetro virtual. Aurora recibió los presentes con alegría, agradeciéndole a su nuevo amigo sus atenciones. Días después, en la cuenta de Uber en Facebook, Aurora compartió la historia y la foto de Víctor.

“Se avecina choque Uber/FUTV”. Así se tituló el viernes pasado una nota en [i]La Jornada Maya[/i], firmada por Paul Antoine Matos, que vaticina un encontronazo entre pasado y futuro. En estos días se ha anunciado la llegada de este servicio a Mérida, provocando las esperadas críticas de los sectores a los que amenaza. Los más afectados por este arribo son los integrantes del sindicato de taxistas, el Frente Único de Trabajadores del Volante (FUTV), quienes ejercen un agresivo monopolio en este servicio.

El desembarco de la aplicación electrónica va a ser difícil, ya que es muy probable que el gobierno estatal, encargado de concesionar los servicios de transporte público, le ponga todos los obstáculos habidos y por haber. La razón es muy sencilla: entre el sindicato de taxistas y la autoridad existe una extraña simbiosis.

Durante toda su existencia, el FUTV se ha comportado más como un satélite político del PRI que como un gremio. En un esquema copiado del corporativismo estalinista, los taxistas no sólo son simpatizantes del partido, sino miembros activos; en muchas ocasiones, incluso, han sido los encargados de hacer el trabajo sucio.

Nerio Torres Ortiz, el sempiterno líder de los taxistas en Yucatán, es un claro ejemplo del sincretismo entre gremio y partido; nadie es capaz de distinguir entre el mandamás de los choferes y el político. Omnipresente, aún cuando ya no se ostenta como el presidente de ese sindicato, es la viva imagen de esa unión.

En cambio, el apoyo que recibe el gobierno estatal de esta asociación es innegable: basta ver que aún hoy día un gran porcentaje de las unidades de sus socios presumen con ilegal cinismo propaganda del informe de gobierno de Rolando Zapata Bello; no sólo se pasan los altos en rojo, sino la ley también… Y por el arco del triunfo.

En este escenario la aplicación Uber se mantiene firme en ofrecer sus servicios en estos lares rupestres. Lo más seguro es que sufra de descalificaciones y boicots, como las unidades de ADO que comenzaron a ofrecer sus servicios en el aeropuerto de Mérida; no sé si recuerdes, pero incluso los taxistas de Nerio Torres amenazaron con bloqueos a la terminal aérea.

Para los usuarios, lo más benéfico es la competencia. Mejores precios y servicios son frutos en un mercado en el que coinciden oferentes de un mismo servicio. Es más: aún sin comenzar ya a funcionar aquí, Uber ya provocó un salto, pues el FUTV ya ofrece un servicio electrónico con el cual sus pasajeros pueden facturar el servicio, algo impensable hace apenas unos días.

Uber es mucho más transparente y ágil que la gran mayoría de los sistemas de taxis que operan día con día. El pasajero no requiere llevar efectivo, ya que los trayectos se pagan en transacciones electrónicas vía una cuenta en la aplicación. Ese dinero es totalmente fiscalizable, y por cada vuelta el chofer tiene que pagar sus respectivos impuestos.

Hay una serie de requisitos que quien quiera trabajar en Uber debe cumplir; la empresa evalúa las condiciones que impone, tanto de la persona como de su vehículo, y mantiene en constante vigilancia al chofer. Este profesionalismo contrasta con las prácticas del FUTV, que se maneja por permisos, que se otorgan de manera poco transparente.

Es muy probable que en los próximos días el FUTV reaccione de la única manera que sabe, y se registren protestas de los integrantes de ese gremio-tribu priista. Sin embargo, bien les haría leer las noticias nacionales, y no únicamente las de nota roja. En la ciudad de México, cuando sus colegas se manifestaron en contra de Uber, esa compañía registró un aumento del 800 por ciento en sus descargas, luego de que ofreció viajes gratuitos a sus usuarios.

Así lo presumió el director de Comunicación de Uber, Luis de Uriarte: el 26 de mayo de 2015, después de una intensa campaña del establishment capitalino del volante en donde acusaban a los choferes de la aplicación de ser piratas, los usuarios arroparon al recién llegado al hacerle un espacio en esa nueva extensión de nuestro cuerpo llamada smartphone.


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