de

del

Enrique Martín Briceño
Foto Alex Phillips. Colección Museo de la Canción Yucateca
La Jornada Maya

12 de enero, 2016

Como Guty Cárdenas ejecutaba con la misma maestría un tango que un bambuco o un corrido, desde Nueva York, donde era artista exclusivo de la Columbia, conquistó al continente y aun sus discos se vendieron en los países latinos de Europa. Puede, por tanto, suponerse que no solamente contribuyó a difundir el bolero en México, sino que su voz y su guitarra lo dieron a conocer en la América de habla española, en donde el yucateco llegó a ser considerado un embajador de la canción popular.

Y si Ricardo Palmerín, maestro de Guty, apenas compuso un par de boleros, Pepe Domínguez –el tercero de los grandes de la época de oro de la canción yucateca– creó buen número, entre ellos la clásica clave-bolero[i] El pájaro azul[/i], con letra de Manuel Díaz Massa. Su obra incluye, además, la claves Beso asesino, con versos de Víctor M. Martínez y, con letras de Carlos Duarte Moreno, la clave [i]Granito de sal[/i]; el bambuco [i]Manos de armiño[/i], y la clave-jarana [i]Aires del Mayab[/i]. Esta última, por cierto, se ha vuelto parte del repertorio de los mariachis, aunque lo que describe es una vaquería yucateca. Aparte de los mencionados arriba, otros boleros clásicos de los años veinte y treinta del siglo pasado son [i]Boca loca[/i], de Rubén Darío Herrera; [i]Desdén[/i], de Licho Buenfil; [i]Duda[/i], de Lalo Santa María; [i]Flor de azahar[/i], de Santiago Manzanero, y [i]Solo tú,[/i] de Alejandro G. Rosas.

Sin duda, el repertorio llevado a la capital y a otras regiones de México por los trovadores yucatecos –que incluía también a autores cubanos– propició la adopción de la clave, el bambuco y el bolero por compositores no yucatecos. Baste decir que Belisario de Jesús García, Tata Nacho y Lorenzo Barcelata ensayaron el bambuco y que tan solo entre 1928 y 1931, el mayor deudor de la canción yucateca, Agustín Lara, compuso 43 boleros, 6 claves y ¡2 jaranas!

En los años treinta, gracias a la radio –la XEW se funda en 1930– y sus ídolos, el bolero se queda a vivir definitivamente en tierra mexicana, en tanto que los otros géneros introducidos por los yucatecos pasan a segundo plano. Muerto Guty en 1932, Agustín Lara es la figura señera en el panorama de la canción popular y su aportación es determinante para la evolución del género caribeño, tanto en el aspecto literario como en el musical. Lara, junto con otros compositores e intérpretes mexicanos, antes o al mismo tiempo que los cubanos de la etapa bautizada como de la “trova intermedia”, lleva al bolero a dejar el cinquillo, primero en la melodía, luego en el acompañamiento, articulados ya no en 2/4 sino en 4/4. En cualquier caso, no obstante las rabietas de Manuel M. Ponce, que en obvia alusión al músico-poeta opina que “las canciones de cabaret son para los extranjeros en París; o para los bailes de criadas”, el bolero ya es imposible de extirpar del “alma nacional”.

Por supuesto, el “sonoro arroyito” que brota en la península no deja de correr tras la desaparición del autor de [i]Nunca[/i]. Ricardo Palmerín y Pepe Domínguez continúan tocando canciones yucatecas fuera de su tierra natal hasta su muerte; otros músicos siguen su ejemplo y en dos lugares se asentará la trova yucateca definitivamente: la ciudad de México y Monterrey –aunque su público será más bien selecto y ya no contará con éxitos comparables a los de la época de oro. Como es sabido, la corriente principal de la canción popular mexicana se nutre con letristas, intérpretes y compositores nacidos en Yucatán. ¿Qué sería de la canción mexicana sin los versos de [i]El Vate[/i] Ricardo López Méndez y de [i]Monís[/i] Zorrilla? ¿Qué sería de ella sin pianistas como Teté Cuevas o Alvarito Ruiz del Hoyo? ¿O sin un Nicolás Urcelay o un Cuarteto Armónico? ¿O sin compositores como Luis Demetrio o Armando Manzanero? Pero esta historia ya es bien conocida y las aportaciones de los artistas mencionados no se hacen ya desde una tradición, sino a partir de talentos personales –extraordinarios sin duda– que se ponen al servicio de una industria que ya no tiene interés por las músicas regionales. La unidad inventada por Ponce, Campos y compañía se hizo realidad gracias a la radio, las disqueras, el cine y la televisión. (En época reciente, sin embargo, el norte mexicano ha hecho contribuciones notables al caudal principal de la canción popular.)

Por otra parte, en la península, también la radio difunde los éxitos de Lara y sus epígonos. Los artistas de la XEFC y la XEZ –estación que tuvo como gerente a Pepe Domínguez– interpretan canciones del autor de [i]Mujer[/i], y de Gonzalo Curiel, Gabriel Ruiz y María Grever, pero también de autores locales. Así, se continúa la tradición, que vive otra etapa de florecimiento en los años cuarenta con la fundación de la Orquesta Típica Yukalpetén (1942) y la creación de la Sociedad Artística Ricardo Palmerín (1949). En el seno de esta asociación, Pastor Cervera, [i]Coqui [/i]Navarro y Juan Acereto destacan como compositores.

Una diferencia importante con lo que ocurre en el centro de México es que en Yucatán no se abandona el bolero tradicional, que permanece y convive con los nuevos estilos hasta épocas tan tardías como los años sesenta. El año de 1960, por ejemplo, mientras que Manuel Merodio y Armando Manzanero escriben [i]Mal comportamiento[/i] y [i]Voy a apagar la luz[/i], respectivamente, en un estilo afín al del filin cubano, Pastor Cervera, Ricardo Duarte Esquivel, Benigno Lara Fóster y Luis Espinosa Alcalá componen, respectivamente, [i]La fuente, Ensueño de mi alma, Desdeñosa y Guitarrita yucateca[/i] en el estilo tradicional. Y es que, desde la “época de oro” de la canción peninsular, el cinquillo cubano había llegado a identificarse con el “bolero yucateco”, estilo que, en los años setenta, el guitarrista Felipe Domínguez identificaba como “bolero antiguo”.

Sin lugar a dudas, es Pastor Cervera la figura de mayor estatura en la canción yucateca de esta última etapa. Su obra, bien conocida fuera de la península por los amantes de nuestra trova, no ha sido, sin embargo, suficientemente reconocida debido a la exclusión de la canción de Yucatán del [i]mainstream[/i] de la música popular, para la cual composiciones como las de Pastor son más bien piezas de museo. Por ello diré una vez más que la obra de Pastor Cervera es de la misma altura que la de Palmerín, Guty y Pepe Domínguez y que, como compositor, Pastor es comparable con un Miguel Matamoros o un Simón Díaz. Las suyas figuran entre las más valiosas aportaciones del sonoro arroyito regional a la canción mexicana.

Para terminar este rápido e incompleto recuento, recurro a las palabras con que Elena Poniatowska finalizó su texto sobre Pablo O’Higgins aparecido recientemente en [i]La Jornada[/i]: “Ojalá y México ya no fuera tan inferior a su pasado”.


[b][email protected][/b]


Lo más reciente

Senado de EU aprueba ley que obliga a matriz de TikTok a vender

Se prevé que la polémica medida de los legisladores estadunidenses enfrente impugnaciones legales

Ap

Senado de EU aprueba ley que obliga a matriz de TikTok a vender

Xóchitl quiere cambiar: ser ella

Astillero

Julio Hernández López

Xóchitl quiere cambiar: ser ella

Oposición bloquearía la ley de pensiones en la Corte

Dinero

Enrique Galván Ochoa

Oposición bloquearía la ley de pensiones en la Corte

Ultraderechas: frenar la barbarie

Editorial

La Jornada

Ultraderechas: frenar la barbarie