Otto von Bertrab
Foto: Juan Manuel Valdivia
La Jornada Maya
Jueves 27 de diciembre, 2018
Llegó la temporada alta de vacaciones y en los principales noticieros locales se habla de ocupación hotelera y de derrama económica. Es la época que todos habíamos esperado: hay trabajo, propinas y el dinero se derrama hacia toda la economía. El problema empieza cuando en algunos destinos la infraestructura de servicios no es suficiente para atender las altos volúmenes ocupacionales.
Tal es el caso de Playa del Carmen, en el que el sistema de drenaje y tratamiento de agua cada temporada alta se ve rebasado y esto se nota en un aroma peculiar en el centro de la ciudad, en la playa o en la zona hotelera de Cancún, en donde el tráfico no permite la circulación ni en la mañana ni en la tarde, menos aún en las noches al pasar por la zona de antros.
Ni qué decir la carretera Cancún-Tulum que parece el periférico de la Ciudad de México en muchos tramos, y no vaya a haber un accidente porque todo se colapsa. Se puede también hablar de muchas playas y balnearios donde los vacacionistas se aglomeran intentando separar un lugar “privado” desde donde disfrutar de las bellezas naturales.
La creciente capacidad de viaje que los seres humanos hemos adquirido gracias al abaratamiento de los vuelos y de los paquetes Todo Incluido han provocado que vacacione mucha más gente que antes. Esto ha llevado al colapso de muchos destinos de reconocida fama, los más notorios en esta lista son Venecia, Barcelona, Roma y París, pero sufren la misma crisis cantidad de maravillas naturales como la Bahía Maya (Mayan Bay) en Tailandia, donde se filmó la película de La Isla protagonizada por Leonardo DiCaprio, que recientemente tuvo que ser cerrada a los visitantes por el fenómeno llamado sobreturismo, que no es más que una sobrexplotación de un atractivo.
El sobreturismo está afectando a muchos de los destinos de mayor prestigio, provocando que la experiencia del viajero deje de ser grata. Incluso en el sector ya se ha creado un índice de “frustración“, que es justamente el que hace sonar la señales de alarma. Cuando las aglomeraciones sobrepasan la capacidad establecida, dígase de un drenaje, de una vialidad o de una zona peatonal se ha saturado el límite de frustración y la experiencia del cliente comienza a ser negativa.
De poco sirven ocupaciones hoteleras completas o la construcción de más habitaciones si primero no corregimos los cuellos de botellas que ya se manifiestan en estas épocas. Hay que considerar antes que nada el índice de satisfacción contra el de frustración, para mantenernos en la balanza del lado de la calidad y el buen servicio. El crecimiento en la afluencia turística puede ser contraproducente si la planeación y la inversión en infraestructura están retrasadas.
No podemos pensar en los visitantes únicamente como turistas que dejan derrama, no hay que perder de vista que son seres humanos que están de vacaciones tratando de tener experiencias maravillosas. La península de Yucatán tiene miles de atractivos turísticos que pueden traer experiencias de calidad. Ojalá y un día cercano estos flujos se distribuyan mejor por la región. El tren maya y una estrategia de diversificación de la oferta turística puede ayudar a ello.
Cancún, la Riviera Maya, Chichen Itzá y Tulum en demasiadas ocasiones alcanzan un volumen que califica totalmente en el nivel de frustración, no solo para turistas, sino también para los que vivimos aquí. Hay veces que ni siquiera un taxi se detiene para brindar servicio a la población local. Así las cosas en esta temporada vacacional.
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