José Juan Cervera
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya
Miércoles 12 de diciembre, 2018
La literatura entraña una actividad individual, una concepción que aflora entre un cúmulo de impresiones, recuerdos e imágenes sugestivas, en una mezcla de elementos simbólicos, vivencias y técnicas demandantes de resultados que tienden a plasmarse en celulosa o, más en nuestros tiempos, en un mundo virtual que acoge indiscriminadamente textos y otros estímulos sensoriales variados y complejos.
Por otro lado, las fuentes que sustentan la creación literaria surgen de un molde colectivo, forjado en circunstancias que cambian con el tiempo conformando procesos sociales de los que autor y obra pasan a formar parte. Hay escritores que repasan con brillantez estos pasajes, y así miran a los ojos de sus colegas a la vez que contemplan el reflejo de sí mismos.
En este panorama que alimenta la condición plural de la expresión literaria –persuasiva, estimulante y cargada de significado, o bien rutinaria, menguada y fallida- se extiende una urdimbre que conecta voces y presencias, asume compromisos con un orden semántico y estético, expone figuras decorativas con cierto barniz letrado lo mismo que vanidades acicaladas con puntualidad y esmero; en la esfera de esta concurrencia diversificada surgen espacios para dialogar cuando no son escenario de pugnas continuas, para probar fuerzas y rendir pulsos, bien sea para crecer o para estancarse.
El conocimiento de la tradición y de la contemporaneidad en el campo de la literatura puede acarrear acciones combinadas cuya perspectiva resultará siempre incompleta por muy erudita o atenta que se proponga ser, por los inevitables cabos sueltos y las omisiones, voluntarias o no, en que incurre todo esfuerzo de captación, registro y examen de datos ilustrativos. Como no es posible abarcarlo todo, se hace urgente discernir y seleccionar lo que tuviera un mayor valor analítico o simplemente descriptivo, lo que abona el camino hacia algunos ideales estéticos y puede cumplir la función de satisfacer ciertas expectativas, aunque sólo se enfilen al entretenimiento inmediato y a solazar el momento.
Hay autores de muy fina percepción y de una bien entrenada ironía que reflexionan sobre esto y asientan sus ideas en enunciados redondos, sin fisuras ni rellenos. Éste es el caso de Julio Torri (1889-1970), quien hace gala de discernimiento y crudeza para exponer en breves palabras los intereses preferentes que pueden marcar el afán de asomarse a la obra que cultivan letras ajenas y bisoñas. Afirma así el prosista coahuilense en sus [i]Meditaciones críticas[/i], que pueden leerse en su libro [i]Prosas dispersas[/i]: “Los viejos estamos un poco obligados a conocer a los nuevos valores literarios, hasta los de segunda categoría; pero de ningún modo a los de la decimosexta fila.”
Los ciclos generacionales se conciben como canales de transmisión en los que el flujo no siempre circula con igual impulso ni en las mismas direcciones, y como sus aguas muestran cualidades distintas, reajusta su cauce todo el tiempo. Con su agudeza ejemplar y elegante, Torri convierte sus apreciaciones en un terreno fértil para conciliar el pensamiento audaz con la palabra afortunada.
[b][email protected][/b]
Cauces del Tiempo
Michael Covián Benites
Visión Intercultural
Francisco J. Rosado May
La deportista se impuso a Yanina Wickmayer de Bélgica por 6-0 y 6-3
La Jornada