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del

Katia Rejón
La Jornada Maya

Domingo 2 de noviembre, 2018

Todos los días de esta semana he tomado el camión ruta 626 que va del “Parque Rojo” a la Expo Guadalajara, el edificio más grande de una de las ciudades más grandes del país. Casi siempre se sube un chico que toca la flauta y canta los éxitos de Juan Gabriel. La mayoría de quienes toman este autobús se dirigen a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, una de las ferias culturales más grandes del mundo y la mayor de Latinoamérica. Aquí, pues, todo es inmenso: la ciudad, los edificios, la oferta editorial.

Hay un millón y medio de personas viviendo en Guadalajara. Cuando pregunto cuánta gente viene a la FIL a los reporteros que vienen cada año, me dicen, como si nada, que cerca de 800 mil personas. Algo así como todos los habitantes de Mérida, Yucatán. Sin embargo, los asistentes son también viajeros, profesionales, turistas, panelistas, libreros, autores que vienen a la ciudad a abarrotar los hoteles de la avenida Mariano Otero.

Es imposible recorrer todos los [i]stand[/i] de la feria en un solo día, incluso si vas desde la mañana hasta la noche. La Expo Guadalajara, donde se encuentra la FIL, tiene varias entradas donde los guardias de seguridad te preguntan si traes encendedor. Con tanto papel, un artefacto de esos puede ser muy peligroso, supongo. Tienen unos módulos similares a los de aeropuerto donde tienes que pasar tu equipaje por un sensor.

Todo está controlado por código de barras y acreditaciones. La sala de prensa es grande, algunos cubículos tienen computadora y varios módem que suelen fallar cuando hay demasiada gente.

La oferta de conferencias, foros, talleres y actividades de espectáculo es muy grande. En un mismo día se presenta el próximo, quizá no, director del Fondo de Cultura Económica y una mesa panel sobre el cambio climático con científicos que han ganado el Premio Nobel. Se puede ver a Juan Villoro caminando entre los pasillos sin que la gente se le tire encima como en la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán, camuflajeado entre tanta gente.

Los [i]stand[/i] de libros como [i]Anagrama[/i] están erigidos con un esmero hogareño. Pasé por un enorme puesto de madera con alfombra acolchonada y otro con un túnel de plástico. Entre tanta diversidad se encuentra también verdaderas joyas del diseño editorial y la ilustración: un libro que simula una película VHS, una obra de arte para leer en braille o un libro en forma del juguete tradicional de madera: tablitas mexicanas.

A la FIL también se va a hacer negocio

[i]Guadalajara, Jalisco[/i]
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