de

del

Adriana Varillas
La Jornada Maya

Domingo 25 de noviembre, 2018

Reproducimos el discurso ofrecido por Adriana Varillas en su conferencia llevada a cabo durante el Segundo Foro de Periodismo [i]Ciudadanos Digitales, creadores responsables[/i].

Antes de iniciar, quiero agradecer profundamente a la Universidad La Salle Cancún, y especialmente a las y los jóvenes estudiantes que pensaron en mí para participar en este Segundo Foro de Periodismo “Ciudadanos Digitales, creadores responsables”.

Lo segundo que quiero decir es que, aunque suene paradógico, están ante una absoluta periodista vintage, que es pésima oradora y se comunica mejor a través de la palabra escrita, no de la imagen, lo que significa que voy a leerles.

Lo tercero, es más bien una confesión. Sufro de pánico escénico, sobre todo si me toca estar ante un público joven, acostumbrado al dinamismo y a los recursos visuales.

Y lo cuarto que mencionaré, a propósito de la Cuarta Transformación de México, que inicia con la entrada en funciones del nuevo gobierno, es que hoy más que nunca, hacer buen Periodismo y recurrir al buen Periodismo, sigue siendo urgente.

Es urgente en un país herido; convulsionado, enojado y cada vez más enfrentado por los crímenes y excesos acumulados, que requiere sanar todo o casi todo, a través de la justicia y de la reconciliación, que nacen del cumplimiento de la ley, de la reflexión y la comprensión de los hechos.

Hacer buen Periodismo es apremiante, en un país considerado por organismos internacionales, como el más peligroso para ejercerlo, junto con Afganistán, Siria, Irak y Filipinas.

En México, a las y los periodistas nos están matando… con balas o de hambre. Hasta septiembre pasado, se han registrado 11 asesinatos de periodistas en el país, tres de ellos, en Quintana Roo.

En paralelo, “el mejor oficio del mundo”, como el novelista y también periodista, Gabriel García Márquez, bautizó al Periodismo, atraviesa por una de sus peores crisis en materia laboral.

Los salarios promedio de un reportero o reportera en el país, van de los ocho mil a los 15 mil pesos, sin prestaciones de ley y a veces sin contratos y cada vez aumentan más quienes trabajan por su cuenta o quienes cambian de rol, ante la sobreexplotación de las empresas de comunicación.

Otro de los grandes obstáculos para el ejercicio del Periodismo, es la censura y peor aún, la autocensura.

Callarse porque la vida está en juego o por el temor a perder el empleo, es de los pasajes más recurrentes y dolorosos que padecen muchas y muchos periodistas en México y también un crimen a la Libertad de Expresión y al Derecho a la Información.

Pese a estos enormes desafíos, hacer buen Periodismo y respaldar el buen Periodismo, es indispensable, porque lo necesitamos para comprender en su justa dimensión, la nueva realidad que se irá trazando para México; y para evitar que se repita el trágico pasado que debemos superar, no sólo borrándolo por decreto unipersonal, sino con base en la justicia y el combate a la impunidad.

Hacer buen Periodismo es obligado, para narrar ese cambio, con sus claros y obscuros, con sus luces y sombras, con sus coincidencias y diferencias; con su armonía y su confrontación. Con su razón y su locura.

Hacer buen Periodismo y consumir buen Periodismo es también inexcusable, para exigir el cumplimiento de cada uno de los compromisos adquiridos en campaña y para evitar que las tentaciones del poder, nublen las buenas voluntades y se instauren modelos políticos ajenos a la Democracia, que amenacen las libertades y cancelen los derechos.

El buen Periodismo ayuda a distinguir entre la estridencia que nos invade, entre las críticas sin ton ni son, entre los prejuicios, las fobias, las filias, y el ruido ensordecedor de las redes sociales; esa hoguera digital que suele saturarnos y condenarnos a la reacción visceral y a lo inmediato, impidiéndonos escuchar, escucharnos; reflexionar y actuar a la luz de la razón y no presas de la imprudencia y el disparate.
El problema es que cada vez hay menos jóvenes que desean ser periodistas y eso supone un reto para el relevo generacional.

Les confieso que yo misma no soñaba con ser periodista.

Cuando era niña pensaba en ser actriz; cuando adolescente, psicóloga; de joven, abogada. Y cuando tuve que decidir, opté por hacer examen para estudiar Diseño Gráfico, movida por los temores económicos.

Además eran los tiempos del PRI y la prensa de ese tiempo me producía escozor.

La mayoría de los medios me parecían vendidos y sólo me fiaba de la revista Proceso –de aquella época- y del diario La Jornada, la de antes, también.

Sin embargo, después de varios intentos sin pasar el examen para Diseño Gráfico, comencé a caer en cuenta de que quizá aquello era una señal.

Después de todo, mi creatividad para diseñar, era igual a mi cintura de Thalía (inexistente); en cambio, yo sabía que lo mio era escribir, no lo hacía tan mal y siempre me gustaba estar enterada de lo que acontecía en el país, opinar y debatir.



Pensé entonces que, si por dinero me enrolaba en una carrera para la cual no tenía talento, seguramente haría un papel mediocre y sería muy infeliz; pero si me aventuraba a seguir aquello que me apasionaba y para lo cual contaba con mayores herramientas, seguramente no me haría millonaria, pero lograría sobresalir y vivir con dignidad, decoro y sobre todo, contenta.

Entré a estudiar Periodismo, sin querer aprender a escribir como periodista, pues aspiraba a ser escritora, como Herman Hess, Gabriel García Márquez, Anne Rice, José Revueltas, Octavio Paz o Anais Nin.

Terminé la carrera y, llegada la hora de la verdad, la vida me trajo sorpresivamente a Cancún, en donde me distancié de la Literatura y me fui enamorando del Periodismo, con sus dulces y sus amargos.

Aquí fui comprendiendo por qué el Periodismo tiene mucho de heroicidad. Mi ejemplo favorito es Peter Parker, un fotógrafo “inofensivo” que pasa como el looser de la historia, pero adquiere un poder extraordinario que decide ejercer en beneficio de la Humanidad.

Después de 18 años de ejercer el Periodismo, sigo creyendo en sus nobles motivaciones y mantengo la convicción de que parte de la misión de un periodista, aunque se escuche muy presuntuoso, es salvar al mundo, entendido como salvarse y salvar a la comunidad de la ignorancia, de la mentira; combatiendo la corrupción, los prejuicios, el fanatismo, los sofismas y la locura, a través de la búsqueda constante de la verdad.

Un periodista busca llevar luz en donde hay obscuridad; aportar respuestas, en donde privan las dudas; compartir puntos de vista diversos, en donde sólo se pretende imponer una realidad o un modo de ser, de pensar o de actuar, a través de las armas del conocimiento y la aproximación a diversas realidades.

Un periodista busca la verdad, porque la verdad se traduce en Libertad, un derecho universal que es tan valioso, que debe cultivarse y defenderse.

En esta profesión se trabaja mucho, se come a deshoras, hay poco tiempo para estar con los amigos; a veces se sacrifican las fiestas familiares importantes y a veces, hay que dejar al novio a media función en el cine o a mitad del “numerito” porque el deber llama y el mundo no puede esperar.

Se corre contra el tiempo, porque vivimos ahora más rápido que en el siglo pasado. La presión es fuerte, porque la tecnología que nació para ayudarnos nos está ahorcando con aquello de la inmediatez. El lector no espera para darle click a una historia mejor y a veces, tampoco hay tiempo para elaborarla.

El mundo tampoco espera y en el contexto de locura en que nos desenvolvemos en la actualidad, se requiere de gente preparada, con oficio, compromiso, valentía, honor, respeto y amor por la Humanidad.

Porque… yo creo que el aliciente de un periodista de verdad –no el que sólo sueña con salir en pantalla o recibir millones de likes en youtube- es su aprecio por el ser humano, por la naturaleza, la civilidad, la paz y la esperanza de construir un mejor mañana.

Y ese deseo de aportar elementos para comprender mejor lo que pasa, para narrarles historias comunes que les permitan entender mejor al mundo o entenderse así mismos; esa obsesión por entregarles información como herramienta para tomar decisiones, para dar o no dar un paso, para quedarse quieto o saltar al vacío, para resolverse así mismos, es lo que mueve a un periodista.

Estar en el lugar de los hechos y compartirlo, es parte de una pasión que a veces es ingrata, pero que recompensa en la medida en que uno se llena los ojos con paisajes y lugares insospechados, con relatos de gente nueva cada día que nutre y aporta; con sabores y colores, con sucesos que salen de la rutina, porque nunca son los mismos.

Con espectáculos naturales que maravillan, con escenas que conmueven u horrorizan, con sucesos que trastornan hasta casi enloquecer; con situaciones que derrotan y con momentos que permiten que el alma resucite y uno se ponga de pie, frente al miedo, las carencias, las tristezas, las renuncias.

Para mí eso es el Periodismo, porque aunque se esté en el país más peligroso del mundo para ejercerlo, ser periodista es “la voz de los mudos y el oído extra que Dios le dio a los sordos”, como escribió Paco Ignacio Taibo, en el libro “Sintiendo que en el campo de batalla”.

El autor concibe al Periodismo como “el aliento de las rebeliones de los esclavos”, como “el único puñetero trabajo divertido que aún puede practicarse”, como “lo que impide el regreso al simplismo cavernario; es el espacio de las cosas eternas: La verdad, el mal, la ética, el enemigo”, “es la mejor Literatura, porque es la más inmediata”.

El Periodismo -conforme al autor- “es el alma de un país; es la clave de una democracia real, porque la gente tiene que saber qué está pasando para decidir cómo se va a jugar la vida”.

“El Periodismo es la última trinchera de los hombres y mujeres libres contra la mierda del sistema” y “es como la religión de la verdad, que mata a los ojetes”, dice.

Y en México necesitamos más buscadores de verdad, porque nos está matando tanta mentira.

Por eso, chavos, no tengan miedo. No se achiquen ante el monstruo, si es que su corazón y su talento les llaman para hacer algo por el país, a través del Periodismo.

Este oficio, tan devaluado, tan demeritado, tan pervertido, tan dolorosamente prostituido, es una forma de salvar al mundo, no la única, pero sí la más apasionante y noble.

Y hoy en México, en Cancún, en Quintana Roo, necesitamos más periodistas y menos payasos de la web; más analistas y menos opinadores; más comunicadores y menos bufones de youtube.

Necesitamos informarnos y no sólo entretenernos; necesitamos comprender y no sólo evadirnos; necesitamos ilustrarnos, cultivarnos, y no embrutecernos.

Necesitamos nutrir nuestro pensamiento y no alimentar nuestros prejuicios, nuestra ignorancia, nuestra barbarie, con personajes muy chistosos, pero profundamente ignorantes.

Si ni con eso los convenzo de ser periodistas, los convoco a que hagan lo que hagan, elijan lo que elijan, que el miedo no los detenga.

Hagan las cosas con pasión, con entrega, con responsabilidad, con respeto, pensando en uds, pero no sólo en uds, sino en cómo compartir lo que hacen para un bien mas elevado, que es su comunidad, su país.

Si van a elegir, elijan la Justicia, la Igualdad, la Libertad y la Verdad y en donde estén, trabajen por fomentar esos valores universales.

Hoy ser cobarde no es opción. Tienen que salir a construirse futuro, con dignidad, ética y respeto, porque la tranza, el agandalle, el fácil camino de la corrupción, ya vimos que nos está hundiendo y no podemos, ni debemos seguir alimentando a esa bestia que terminará por devorarnos.

Desde la trinchera que elijan, construyan una historia que les permita trascender más allá de un like en Facebook.

Una historia que les permita sentirse orgullosos de uds, hoy y mañana y todos los días; que les permita llegar a casa cansados pero satisfechos, sentarse a comer y disfrutar los frijoles o algún sofisticado platillo con el gusto del pan ganado con honradez; construyan un destino que les permita mirar de frente sin agachar la cabeza, dormir con la conciencia tranquila; verse en el espejo todas las mañanas y sonreír, porque además de estar bien guapos y guapas, saben que están haciendo algo para cambiar al mundo. Su mundo.

[i]Cancún, Quintana Roo[/i]
[b][email protected][/b]


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