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Felipe Escalante Tió
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Miércoles 17 de octubre, 2018

Esteban Moctezuma Barragán, anunciado como próximo titular de la SEP, se quedó muy corto en lo que significa el problema de la inclusión en el sistema de educación básica.

La realización del Foro de Consulta Estatal Participativa “Educación para el Bienestar”, que realiza el equipo de transición de Andrés Manuel López Obrador en cada entidad, tuvo como particularidad en Yucatán la amenaza sin fundamentos de la próxima desaparición de los Centros de Atención Múltiple (CAM) y las Unidades de Servicio de Apoyo a la Educación Regular (USAER); esto a causa de un documento que el Departamento Jurídico de la Segey dirigió a la Dirección de Educación Básica de la misma dependencia, y que circuló entre los maestros.

Llama la atención cómo una profesional del derecho como Lizette Mimenza Herrera, que ya ha sido directora de Gobernación del Ayuntamiento de Mérida y ahora está como titular del Departamento Jurídico de la Segey, ignore que las decisiones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación no se convierten en leyes, sino que sientan jurisprudencia cuando han fallado tres veces en un mismo sentido, y que en todo caso la facultad para modificar las leyes le corresponde al Congreso, lo que lleva a pensar que el conflicto por la aparentemente próxima desaparición de los CAM y USAER es un petardo mediático.

Lo que sí es cierto es que la sociedad mexicana en general, y la yucateca en particular, ejercen la discriminación en el sistema escolar en todos los niveles.

Los CAM poseen una larga historia en el escenario de la atención a niños con discapacidad; sin embargo, el paradigma mediante el cual sustentan su labor es ya obsoleto, y si bien da cobertura a las necesidades educativas, funciona aislando a los menores del mundo exterior. Es decir, se han vuelto instituciones para la atención exclusiva de este sector de la población y a la vez fomentan que existan otras en el mismo tenor, que atienden el desarrollo de habilidades artísticas o deportivas, o la creación de bolsas de trabajo para personas con discapacidad.

Dicho de otra forma, promueven la superación de la condición de discapacidad, pero sólo hasta cierto límite. Así, terminamos aplaudiendo la existencia de empresas que emplean a personas con alguna discapacidad, pero sólo como obreros.

En cuanto a las USAER, la percepción entre los padres de familia es que aventurarse a ellas es semejante a echar un volado; lo mismo puede uno encontrarse a profesores excelentes y comprometidos con el avance académico de los menores, que a docentes que solamente van al colegio a cumplir sus horas.

No se crea que el panorama mejora en las escuelas particulares. Pagar una colegiatura no garantiza que un niño con discapacidad sea atendido en el salón de clases o que se encontrará en un ambiente incluyente. Al contrario, aquí se pone a prueba la capacidad de los padres, a quienes se suele condicionar el acceso del menor a que éste sea acompañado de un monitor en el salón; un gasto que no cubre la escuela. Sobra decir que los niños con discapacidad suelen acudir a terapias, en lugar de actividades extraescolares. Ya sean de lenguaje, rehabilitación física, de habilidades escolares o conductuales, éstas también tienen un costo y requieren de la atención de los padres.

El espacio para personas con discapacidad en las instituciones educativas no disminuye conforme se va creciendo. En bachillerato, un menor con trastorno de espectro autista, déficit de atención con hiperactividad (o hipoactividad), síndrome de Down o algún impedimento motriz, requiere subir escaleras para llegar a salones o el sanitario. Por supuesto, se ofrecen cursos en línea, pero el mensaje es claro: los queremos en la matrícula, no en las aulas.

Tenemos entonces dos sistemas educativos: uno extremadamente limitado y otro discriminatorio. Por lo tanto, ambos deben ser evaluados integralmente, y creo que deben existir consecuencias laborales para los profesores que descuiden la atención y la inclusión de los niños con discapacidad como individuos plenos, valorados por sus compañeros e integrantes de la comunidad escolar. ¿Deben desaparecer los CAM y USAER? Mi respuesta es que, como los conocemos, sí. Deben dejar de ser espacios aislados y de aislamiento para ser las instituciones que muestren las fortalezas de la diversidad, y el papel de la escuela como espacio de inclusión también debe ser revisado a fondo.

Al final del día debiera ser lo más normal que en la misma escuela encontremos niños regulares y con alguna discapacidad, llámese Asperger, debilidad visual o auditiva, Down, hemiparesia, hemiplejia, TEAH o parálisis cerebral en el mismo salón, y estos últimos acudiendo no tres veces por semana o con un horario parcial, sino yendo al mismo ritmo que sus compañeros y participando en las mismas actividades. Si no es así, lo único que se tendrá es la integración entre iguales.

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