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Dalila Aldana Aranda*
Foto: Raúl Angulo Hernández
La Jornada Maya

Martes 19 de junio, 2018

Desde hace tiempo como ciudadana de Yucatán tenía interés en escribir sobre este tema para algún diario local. Me preocupan y ocupan varios aspectos ambientales de Mérida, de Yucatán, de su costa y en general de nuestro Planeta Tierra, donde vivimos.

Partimos de una doble hélice con las palabras Crecimiento, Desarrollo Sustentable y Sociedad con educación ambiental, como eje para tener ciudadanos y sociedades bien formados y defensores de su derecho de tener calidad de vida.

Frecuentemente escuchamos las palabras crecimiento y desarrollo, que se utilizan a diestra y siniestra por políticos, economistas, empresarios, comerciantes y ciudadanos. Los gobernantes nos hablan del crecimiento económico, anunciandonos las obras realizadas, su derrama económica y el desarrollo que generarán. Pero estas palabras no son sinónimos, al menos en Biología y Ecología.

En estas disciplinas, el crecimiento es un incremento o decremento de biomasa, pudiendo incluso permanecer constante. El crecimiento económico en México ha disminuido en los últimos años entre otras razones por el descenso de los precios internacionales de materias primas. Exportar recursos naturales nunca ha permitido el crecimiento de un país y mucho menos su desarrollo. Esto implica pasar de un estado a otro, adquiriendo mayor estructura, pero sobre todo estabilidad. Un ejemplo es el desarrollo embrionario de un ser vivo, donde a partir de una célula se van especializando grupos de células, integrándose y completándose unas con otras para desarrollar todas funciones de un ser vivo, en una verdadera sinfonía de vida, donde cada una de ellas conoce a la perfección su partitura.

Desde el vaticano hasta el premio Nobel de Economía las voces expresan la necesidad de desarrollar sociedades y economías sustentables. El Premio Nobel de Economía señaló que “la pobreza existe por las formas de consumo que tenemos, y mientras éstas no se cambien, la pobreza no se podrá combatir”. Las sociedades están creciendo, pero no se están desarrollando, y éstas, junto a sus gobiernos y empresarios, están diezmando los recursos renovables y no renovables, comprometiendo la existencia de la vida, de nosotros y de la generación que ya nació.

Yucatán, situado en el extremo norte de la península de Yucatán, con una superficie de 39 mil 524 kilómetros cuadrados (dos por ciento de la superficie del país), tiene una de las riqueza hídricas más grandes del país y el 1.7 por ciento del total de la población nacional. El 12 por ciento de su población se ubica en el sector primario y 62 por ciento en el terciario, donde el comercio y servicios son los que más aportan al PIB, y la construcción es la que genera más empleos.

En los últimos 10 años se le ha apostado a un crecimiento voraz y desorganizado de la ciudad. Algunos datos muy significativos, como la tasa de crecimiento la poblacional en Yucatán, ha disminuido de 3.3 (década de 1970), a 1.6 en 2015, pero la mancha urbana ha crecido más de seis veces, pasando de cuatro mil 264 hectáreas a 32 mil 570 hectárea en 2015. Lo más sorprendente es el hecho de que la densidad poblacional ha disminuido de 49 habitantes por hectárea a 30 habitantes en 2015. A los meridanos la voracidad de uso de suelo nos ha “transformado en aliens” de nuestro territorio.

En esta elecciones todos se denominan verdes. Esperamos que las políticas de urbanización se regulen y se le apueste al desarrollo de las comisarías de Mérida con actividades sustentables y no sólo llevándoles casitas, cemento, más plazas comerciales. El ecoturismo, la artesanía y las tradiciones tiene un gran potencial en las comisarías de Mérida. Se tiene que evitar el desmonte, las pocas reservas que le quedan a Mérida y a sus municipios. Los ciudadanos queremos una ciudad sostenible, no queremos ciudades de cemento, no queremos una megalópolis con problemas de suministro de agua, electricidad, recolección de basura, con inseguridad y donde pasemos horas para movernos en ella. Queremos vivir en una ciudad sostenible, en una ciudad humana, en una Mérida blanca, tranquila y sin playa. No queremos llegar a Progreso, somos caminantes del Mayab.

*Investigadora del Cinvestav, Mérida

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