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Hugo Martoccia
Foto: Raúl Angulo Hernández
La Jornada Maya

Lunes 18 de junio, 2018

La inédita situación que vive el PRD en Cancún, donde no ha podido aún encontrar un candidato a un par de semanas de la elección, es apenas la punta de un iceberg gigantesco. Se trata, nada más y nada menos, que de la propia supervivencia del viejo partido de izquierda, que es cada vez más difícil.

En los próximos días, un nutrido grupo de perredistas podría anunciar su decisión de irse a Morena. Se trata de una jugada que se está gestando casi en secreto, para evitar intromisiones y operaciones políticas que entorpezcan el camino inevitable.

Lo que queda del PRD se divide entre los que quieren mantenerse en la coalición con el PAN y el joaquinismo, y otro sector que propone cortar de una vez con esa alianza. No se trata de una decisión fácil por varias razones, pero la principal, quizá, es que no hay un destino claro más allá del 1 de julio. Los potenciales beneficios de tomar una u otra decisión aún son confusos.

La realidad del PRD hoy es bastante pobre. Teóricamente, encabeza la alianza en 5 municipios del estado. Pero la realidad es que ninguno de los candidatos a alcalde es propio. Son todas posiciones que el joaquinismo impuso.

En los municipios de Tulum, José María Morelos, Felipe Carrillo Puerto y Bacalar, el PRD sólo obtendría realmente alguna posición si se gana la elección, una empresa nada fácil. En los tres primeros municipios tiene alguna expectativa de lograrlo, pero, como se sabe, se trata de una elección demasiado compleja para pensar en triunfos cómodos.

El caso de Benito Juárez es diferente. Y es peor. A dos semanas de las elecciones, el PRD no ha logrado construir un candidato. Cuando se cayó la opción de José Luis Toledo Medina, Chanito, parecía que los intereses del PRD y el joaquinismo iban a confluir. No fue así.

La estrategia del partido de inscribir como candidato a José Luis Acosta Toledo, el Chanito 2, que luego sería inhabilitado por el Teqroo, dejó una herida profunda en la relación entre el gobernador Carlos Joaquín y la cúpula nacional del PRD. Hasta el PAN, la tercera parte de esa coalición, decidió que ya no acompañaría al Sol Azteca en esa aventura.

Esos fueron los días en que un grupo de funcionarios y aliados escuchó al propio gobernador decir que más allá del 1 de julio no habría relación alguna con el PRD.

[b]Un acuerdo y muchas dudas[/b]

Para la mayoría del PRD hay algo claro: al gobernador le interesa mucho menos la relación con el partido, que al Sol Azteca una buena relación con el mandatario.

Quizá sólo de ese modo se pueda entender la última jugada de la dirigencia local perredista, que luego del fracaso de la estrategia Chanito, le quiere dar la presidencia municipal de Benito Juárez al joaquinismo, como una suerte de ofrenda para hacer las paces.

Por estas horas, el partido decide si deja en ese lugar al empresario Eloy Peniche o si mantiene allí al suplente, Roger Cáceres. Ambas son posiciones del joaquinismo. Otros perredistas pugnan por poner allí un nombre propio, para quedarse al menos con una regiduría.

Los que impulsan a un perredista, creen que la decisión de poner a otro joaquinista encabezando la lista, no hace más que comprometer el futuro del partido. Y no entienden a cambio de qué, se busca mantener la relación con el gobernador.

Parece un hecho que la relación con Carlos Joaquín nunca será buena; puede ser aceptable o conveniente, según de donde se la mire, pero difícilmente irá más allá. Por ello, ante la posibilidad de la entrega de otro espacio perredista al joaquinismo, hay un sector del Sol Azteca que considera que cada vez hay menos cosas por las cuales pelear dentro del partido.

¿Para qué se dio la batalla por Chanito, con todo lo que significó, si a la larga se iba a entregar esa posición?, se preguntan. El negocio de entregar todo a cambio de muy poco levanta la sospecha de que, de fondo, sólo se está gestionando la ganancia de unos pocos.

¿Gana algo el PRD con este nuevo acuerdo? ¿O la lista de ganadores es más bien la de unos pocos perredistas que sueñan con posiciones en el gobierno? Esas son las preguntas que hoy cruzan de punta a punta al partido.

[b]La opción Morena[/b]

En el partido de Andrés Manuel López Obrador están convencidos de que después del 1 de julio serán el principal partido en el estado. Las encuestas que tienen en sus manos les dicen que posiblemente ganen todas las elecciones federales, y más de la mitad de los municipios de Quintana Roo.

De ser así, Morena cambiará el panorama político, también, en este rincón de México. Tendrá objetivos políticos y electorales muy claros: la elección local de diputados del 2019, y la elección federal intermedia de 2021. Después, por supuesto, la sucesión gubernamental de 2022.

Esa es la clase de objetivos que moviliza voluntades y ambiciones políticas. Ya hay, como se dijo al inicio de esta columna, un grupo muy amplio de perredistas que quieren estar de ese lado del tablero político. Lo decidirán en las próximas horas, y lo harían público antes de la elección.

Los mueve, por supuesto, la búsqueda del poder, el motor natural de la política. Pero también hay muchos de ellos que no le encuentran un sentido político ni estratégico a lo que hace el partido en este momento.

Para decirlo en pocas y simples palabras: cada vez son más los perredistas de la primera hora que se sienten incómodos cerca del gobierno estatal. No les gusta la gestión ni el destino de esta administración.

En las caminatas de la campaña, los propios perredistas constataron que las bases de lo que alguna vez hizo poderoso al PRD en Quintana Roo, están casi de manera unánime con AMLO.

Por ese motivo, aquellos que pelearon las dos batallas perdidas de López Obrador en 2006 y 2012, se preguntan qué broma del destino los puso del otro lado de la política, justo cuando el candidato tabasqueño y la historia parecen haberse finalmente encontrado.

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