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La Jornada Maya
16/12/2025 | Playa del Carmen, Quintana Roo
Los atropellamientos y conflictos con fauna en Playa del Carmen no son nuevos, forman parte de un problema ambiental arrastrado durante décadas y requieren una estrategia integral que guíe la convivencia entre ciudad y naturaleza, señalan ambientalistas locales.
De acuerdo con ambientalistas que solicitaron el anonimato, la suspensión hecha a Legacy se debió a condicionantes administrativas (no a afectación por atropellamientos), y no existe evidencia que vincule el proyecto con los incidentes registrados; los atropellamientos han ocurrido en Playacar desde hace muchos años.
Durante años e incluso antes del crecimiento urbano actual, la región careció de un plan común que permitiera saber cuántos animales habitan dentro y alrededor de la ciudad, cómo se desplazan, qué áreas utilizan como corredores y qué acciones deberían coordinar municipios, residentes, fraccionamientos y desarrollos para evitar riesgos. Ese vacío histórico, documentado hoy por diversas fuentes, explica por qué la situación ha alcanzado niveles de visibilidad tan altos.
Los atropellamientos de fauna llevan décadas ocurriendo en Playa del Carmen y municipios vecinos, en la carretera federal, Puerto Aventuras, Xpu Há, Chemuyil, zonas de selva norte, accesos a fraccionamientos… Son sitios donde organizaciones y grupos de rescate han documentado incidentes con venados, coatíes, mapaches, zorra gris e incluso monos araña. Lo que hoy se percibe como un “aumento” no es necesariamente un incremento real, sino un aumento en la visibilidad gracias a redes sociales, chats vecinales y mayor conciencia ambiental. El fenómeno existía desde antes; lo que cambió es la forma en que la comunidad puede registrarlo.
Y es que de acuerdo con los ambientalistas locales, nunca existió un censo de fauna en Playa del Carmen, no hubo protocolos homologados de atención o rescate, no se establecieron lineamientos comunes entre autoridades, residentes y administraciones internas, y la mancha urbana creció sin un marco que definiera cómo debía integrarse con corredores biológicos preexistentes. La consecuencia es un sistema fragmentado, donde cada actor ha respondido aisladamente a los eventos, sin un plan articulado para prevenir impactos.
Las investigaciones muestran que, mientras algunos grupos impulsan la idea de detener proyectos para proteger la fauna, las causas estructurales permanecen sin resolverse: falta de protocolos, ausencia de corredores señalizados, manejo inadecuado de residuos y una cultura que, en muchos casos, alimentó a animales por años, generando dependencia e impronta. La ciudadanía ha mostrado una disposición creciente a participar, denunciar y organizarse, lo que abre una oportunidad histórica para replantear el modelo de convivencia fauna-ciudad.
Aunque el problema es antiguo, las acciones recientes indican un giro importante: mayor vigilancia social, reportes ciudadanos más constantes e interés institucional por atender el tema. Los ambientalistas insisten en que Playa del Carmen necesita, por primera vez, un plan integral de manejo y convivencia con fauna que incluya lineamientos municipales, participación de residentes, responsabilidad de fraccionamientos, criterios claros para desarrollos futuros, monitoreo científico y educación ambiental permanente.
Edición: Fernando Sierra