Gina Fierro
Foto: Ganso Azul
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Lunes 26 de agosto, 2019

“Me gusta mi trabajo porque desarrollé el gusto por la costura. Generalmente, cuando me compro ropa, lo que busco es la calidad, porque así lo he aprendido”, cuenta Nahaivi Dzul Muku a [i]La Jornada Maya[/i].

La actual empleada de la empresa exportadora Ganso Azul recuerda que cuando se integró a la compañía textil no tenía conocimientos de costura, “me dieron la oportunidad y con el paso del tiempo empecé a desenvolverme en más operaciones y he aprendido casi de todo”.

“Lo más complicado de costurar es superar el miedo”, asegura.

Nahaivi cuenta que su mayor temor al incorporarse a este tipo de trabajo fue el manejo de las máquinas “porque piensas en que te vas a lastimar, que te vas a clavar una aguja”.

La máquina over fue el primero de sus grandes retos ya que la consideraba una de las más complicadas. “Era tanto mi miedo que no utilizaba esa máquina, pero luego me dijeron que era fácil y me empezaron a motivar. Con el paso del tiempo la empecé a agarrar hasta que la dominé”.

Con ocho años de experiencia en la empresa, Nahaivi asegura que sabe utilizar la mayoría de las máquinas y para ello “hay que saber enhebrar”, enfatiza.

Dicha operación es esencial para la confección de una prenda, ya que se trata de colocar los hilos dentro de la máquina de coser, los cuales siguen una posición en específico.

[b]En busca de mejores condiciones laborales[/b]

Nahaivi recuerda que desde los 14 años se incorporó al mundo laboral, mientras estudiaba: “decidí entrar a trabajar porque sentía que no rendía el dinero en casa”.

Antes de ser parte de Ganso Azul, la operaria cuenta que las malas condiciones laborales, los sueldos bajos y las largas jornadas la obligaron a desertar de varios empleos.

“Mi primer trabajo fue en una biblioteca en mi pueblo, Hocabá, y era muy poco el sueldo, ganaba 600 pesos quincenales”.

Ahí, la joven enfrentó también las malas condiciones laborales, mismas que la orillaron nuevamente a buscar otras oportunidades. “Las ventanas estaban echadas a perder, el ventilador no servía, y te asabas. Al año me quité y me vine a trabajar a un restaurante en Mérida, donde me pagaban 250 pesos al día”.

“Entraba a las siete de la mañana y a veces no tenía hora de salida, después de las 10 de la noche ya me dejaba el camión. Era mucho el tiempo que me pasaba en el restaurante, y aunque ganaba bien, no tenía seguro social”.

Nahaivi tuvo que mudarse a la capital yucateca, ya que las distancias de Hocabá a la ciudad le representaban un mayor gasto. “Me mudé a Mérida porque era mucho dinero de transporte; me quedé con una de mis hermanas, pero veía que no me resultaba, era muy poco mi sueldo”.

Junto con estos factores, resalta que no recibía las prestaciones de ley, “sólo contaba con mi sueldo, y yo buscaba algo seguro; aquí lo conseguí”.

Asimismo, Ganso Azul le permitió regresar al municipio donde ha radicado toda su vida, ya que la empresa le ofrece servicio de transporte a diario. “Me siento feliz, porque estoy en mi casa, veo todos los días a mi mamá, tengo los fines de semana de descanso, además tengo más horas para salir; siento que tengo más tiempo para mí”.

A sus 28 años, Nahaivi ha dejado sus temores atrás y se considera una experta en costura, con habilidades para llevar a cabo diversas operaciones técnicas con la seguridad de no sufrir ningún accidente.

“Lo primero que debes ver es lo que estás haciendo, porque si no, te puedes costurar el dedo; lo segundo es pisar poco a poco, y ya con la práctica lo podrás ir haciendo más rápido”.

Aprender a costurar puede ser complicado al inicio, pero es más sencillo de lo que parece y cualquiera lo puede aprender, afirma.

El método de trabajo que ha desarrollado la empresa exportadora le ha permitido a ella y al resto de sus compañeros aprender múltiples operaciones, ya que los operadores comparten sus conocimientos entre ellos.

“Trabajamos en equipo y así aprendemos más, lo que sabes se lo enseñas a tu compañero y al revés. Entre todos vamos aprendiendo y esto me permite hacer actividades diferentes todos los días y aprender cosas nuevas”.

Con su experiencia, Nahaivi asegura que hoy es capaz de confeccionar su propias prendas, “puedo hacerme una blusa completa, o un pantalón. Sé todas las operaciones y eso me ayuda a ejercer lo que aprendí”.

Cuando se trata de comprar, la relación entre calidad y precio se vuelve fundamental, “te das cuenta que estás pagando una cierta cantidad por algo que no está bien hecho”.

“Cuando compro, le busco detallitos a la prenda. A veces sólo lo agarras, lo compras y cuando llegas, el cierre no sirve; reviso cuando la tela se ve muy abierta”.

“Mi mamá me pregunta que por qué sigo en la empresa; le digo que porque tengo todo lo que he buscado, y estoy a gusto con lo que hago, con lo que soy y con lo que tengo”.


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