"Siento que vivo en dos escenarios con la pandemia", dice sicóloga nicaragüense

Graciela H. Ortiz
Foto: Afp
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Lunes 15 de junio, 2020

“El día que me avisaron que mi mamá tenía COVID-19, mi corazón se detuvo. Sentí mucho miedo porque mi madre tiene 78 años, es hipertensa, diabética y con problemas cardíacos”, cuenta Socorro F, una sicóloga de origen nicaragüense, quien desde hace casi 30 años reside en México, actualmente en Mérida, y más de 20 que está naturalizada mexicana.

“Uno de mis grandes temores con respecto al COVID-19 era que se enfermara mi mamá. Ella vive con tres hijas, una hermana y una nieta”, comenta.

Primero enfermó una hermana de Socorro, Antonia, de 54 años; posteriormente su otra hermana Virginia, de 55; “después mi sobrina Laura, de 18 años, y por último mi mamá, Olga; mi hermana Karen, de 40 años, y mi tía Ana, de 70, no presentaron síntomas”.

“Mi sobrino Esteban, de 38 años, también tuvo COVID-19, pero él no vive con mi madre”, abunda.

Recuerda que cuando se enteró “no podía dormir, me la pasaba pensando en qué pasaría si sucedía algo con algún miembro de mi familia, sentía una gran impotencia, porque tampoco podía viajar, allá los aeropuertos están cerrados. Por otro lado, aunque estuviera allí, del hospital pasan directo al cementerio, creo que una o dos personas pueden seguir a la carroza fúnebre; me comentaron que abrieron un espacio especial y allí los están enterrando para que la gente vea dónde queda su muerto, hay un montón de fosas abiertas, para que luego que pase todo esto, vayan a visitarlo y ponerle sus flores”.

Hace más de un mes que llama vía Skype, mañana, tarde y noche. “Primero me preocupé mucho por mis hermanas y mi sobrina, pero cuando cayó mi mamá, no cabía en mi de la angustia y la ansiedad”.

Sin embargo, “yo la sentía fuerte, si bien se sentía adolorida y cansada, ella decía que se sentía con fuerza, y eso ayudó a que mejorara un poco mi estado de ánimo”.

“Ha sido angustiante, siento que estoy viviendo dos escenarios con la epidemia, porque si bien es cierto que aquí no nos va de maravilla, pero estamos aislados y el ambiente se siente bastante controlado, aunque hay muchos contagios no es nada comparado a lo que está sucediendo allá y con todas las limitaciones y los problemas que tienen los hospitales”, indica.

Manifiesta que cuando ve la gran cantidad de enfermos que hay en Nicaragua se angustia mucho. “No hay casa donde no haya por lo menos un contagiado, y muertos, ya ni se diga, de todos lados, conocidos de la familia, amigos, es verdaderamente alarmante”.

“Yo estaba muy asustada y muy angustiada desde que se enfermaron mis hermanas, porque no sabía cómo iban a reaccionar, y con mucha más razón cuando enfermó mi mamá, me dio mucho más temor, al pensar que se pudiera complicar”.

Socorro da gracias a Dios por el médico de la familia, José, “porque es un ángel. Enseguida se ocupó de mi mamá y mis hermanas y sobrina. Mi madre sufrió dolor de cabeza, de cuerpo, tos y le atacó el riñón, pero José la sacó adelante, es increíble”.

“Lo mismo hizo con mis hermanas y sobrina, a cada una le atendió sus síntomas, les levantó el sistema inmunológico, y atacó cada debilidad de su cuerpo”, dice agradecida.

Una prima de Socorro de 62 años está, también, padeciendo la enfermedad, y la mentablemente está con oxígeno y su suegra ya falleció de la enfermedad, “algo que también me tiene muy mal”.

La sicóloga dice que aún continúa preocupada porque sus hermanas Antonia y Virginia todavía no se han repuesto, siguen experimentando cansancio, debilidad y falta de energía.

Edición: Emilio Gómez