Realizarán expedición a las ruinas de un avión perdido en Yucatán

El Douglas DC-3 cayó en Celestún en 1966 y fue localizado en 1979
Foto: Roberto Casares

Este sábado 29 de mayo un grupo de senderistas -cinco hombres e igual número de mujeres- partirán hacia las ruinas de un avión que cayó en Celestún a mediados de los años 60. Su curiosidad es el motor que les impulsa a emprender la travesía y también las ganas de mostrarle al mundo imágenes inéditas de este desafortunado accidente.

Desde hace algunos meses, el grupo Ecoaventura Yucatán se ha dado a la tarea de investigar posibles rutas para saciar su curiosidad por este Douglas DC-3 que nunca llegó a su destino. Lo que se sabe es que su trayectoria acabó abruptamente en la selva yucateca, cerca de Celestún, dejando más dudas que respuestas para quienes se cuestionan el pasado de la aeronave.

“La zona es muy complicada”, aseguró Roberto Casares, coordinador de la expedición; y un senderista que, junto con su equipo, ha trazado el camino en tres ocasiones hacia la zona del accidente, que en su alrededor guarda una infinidad de peligros al acecho. La fauna nociva, administración de los recursos y el mismo manglar son algunos de ellos, señaló. 

 

Foto: Roberto Casares 

 

Ya sea por tierra adentro o a través del mangle, el acceso a esa área es complicado, reconoció el experimentado aventurero. Pese al peligro, estas diez personas han optado por coordinarse con gente del puerto para llegar al añejo aparato que les aguarda en medio de la reserva.

“Primero tenemos que ubicarlo y buscar el camino más corto para arribar en algún tipo de vehículo, que en este caso se trata de una embarcación. Después nos quedarán unos cinco o seis kilómetros de trayecto, pero son muy desgastantes”, advirtió.

En cada una de las tres excursiones que Ecoaventura Yucatán ha organizado hacia este destino, sus integrantes han aprendido a sortear los obstáculos y a no cometer los mismos errores. Las primeras no tenían el objetivo de llegar a ese sitio, pero luego de conocer a la gente adecuada es que decidieron lanzarte de lleno al objetivo.
 

Los retos de la odisea

En cuanto a los retos más importantes de su travesía, Roberto Casares destacó que uno de los más apremiantes es el transporte de provisiones, sobre todo del agua a razón de su peso. Acarrear la comida también representa un esfuerzo considerable, tomando en cuenta que serán 30 las horas que les tomará llegar al sitio donde yace la aeronave.

El avión se encuentra entre manglares y terrenos inhóspitos. Los exploradores tendrán que sortear toda clase de zonas inundadas o de plano, caminarlas. En estos campos también suele encontrarse fauna nociva. Por lo menos serpientes, ahora que estamos en épocas de secas aún, agregó.

 

Foto: Roberto Casares 

 

“Luego de los tres kilómetros de manglar, vienen unas llanuras que también son difíciles, pero no tanto como el manglar. De cualquier modo, hay culebras y animales que podrían ser peligrosos para la integridad de quienes realizamos esta travesía”, detalló el explorador.

Además de las diez personas que recorrerán el sendero hacia el avión perdido, serán cuatro los lugareños -pescadores y cazadores experimentados- que les acompañarán para indicarles el camino correcto. En total serán 14 los individuos que, luego de mucho tiempo, lograrán alcanzar esta meta.

El senderista aseguró que uno de los objetivos de su equipo es no impactar el medioambiente en el que llevarán a cabo su proeza. Como excursionistas, están al tanto que se trata de una zona natural protegida y aclaró que no cortarán manglar para abrirse paso. Todo lo harán “de la manera más limpia”.

 

Mitos en torno a Douglas DC-3

“Es posible que haya llegado más gente antes, sobre todo cazadores, de los que quedan muy pocos en las zonas rurales. La gente de Celestún comenta que ha llegado gente, pero no lo documenta; y fuera de quienes nos apoyarán en la travesía, nadie más nos dijo que conoce el lugar”, mencionó.

Ecoaventura Yucatán es un grupo de amigos y amigas que tienen en común la curiosidad por visitar sitios que nadie más conoce. Les gusta internarse en las áreas naturales del estado, siempre respetando y cuidando que no dejen huella en sus recorridos.

“Este reto ha estado en el aire desde hace mucho tiempo y le ha llegado la hora. La sensación de ir y estar; quizá no ser los primeros, pero llegar a donde muy poca gente ha llegado”, sentenció emocionado el excursionista. 

Este Douglas DC-3, recordó, tuvo un percance y cayó en 1966, pero las autoridades mexicanas lo localizaron hasta 1979. Hubo una confusión que a la fecha sigue generando dudas y el hermetismo fue una de las características del caso. No se sabe qué sucedió con la tripulación o qué tipo de carga llevaba la aeronave, detalló. 

“Todo apunta a que viajaban dos personas, que aparentemente sobrevivieron, pero desconocemos su identidad. Es probable que transportara combustible de contrabando. Hay un mito urbano que lo relaciona con Pablo Escobar, pero es falso, fue mucho antes. Las fechas no coinciden”, aclaró.

 

El medioambiente dirá

Roberto Casares admitió que no es un hecho que él y su equipo logren alcanzar su meta, la de arribar al avión. Sin embargo, se mostró muy optimista, pues asegura hay buenas expectativas. “No hay nada escrito, pero tenemos todas las ganas de llegar”, precisó.

Algunas de las cosas que él y su equipo desean corroborar, es el número de serie del vehículo, para indagar más sobre su origen; si los motores se encuentran aún en el sitio; y si hay algo de carga, para aclarar, desde el nivel del campo, lo que sucedió aquel día de 1966.

Ecoaventura Yucatán es un grupo de senderismo que inició sus actividades hace aproximadamente un año. Ellos se dedican a recorrer diversos puntos del estado de Yucatán y se desempeñan a manera de club, es decir, cualquiera que esté interesado puede participar en sus excursiones; aunque para esta se requiere tener experiencia.

“Intentamos que las amas de casa, los padres de familia, los niños y cualquier persona practique el senderismo como un método recreativo; y para mejorar además de su salud, su calidad de vida mediante la exploración que implica esta disciplina”, explicó.

Será el sábado 29 de mayo cuando Roberto Casares y su equipo vayan a los manglares de Celestún en búsqueda de ese avión y poder compartir con el mundo las imágenes. Él admitió que el medioambiente es quien tiene “la última palabra”, pero guardan la esperanza de salir victoriosos de esta misión.


 Edición: Estefanía Cardeña


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