Amplia presencia afrodescendiente deja marca en Yucatán

Exposición invita a reflexionar sobre la invisibilización que ha sufrido este sector poblacional en Mérida
Foto: Cecilia Abreu

Yucatán es el tercer estado con mayor población afrodescendiente, según reporta el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) 2020. En poblaciones como Chamul o Valladolid donde 100 por ciento de los habitantes se considera afrodescendiente y en Tekantó (99 por ciento), y para reflejar su presencia a fin de generar una reflexión en torno al racismo y la discriminación que durante siglos ha propiciado la invisibilización de la población afrodescendiente en Mérida, se montó en el Museo de la Ciudad la exposición Africanos y Afrodescendientes en la Mérida de Yucatán durante el mes de noviembre.

“La finalidad es que el visitante salga de la sala reflexionando, ya que el desconocimiento de su existencia conlleva al racismo y la discriminación que aún existen en la sociedad”, advirtió su curador, Jorge Victoria Ojeda, investigador de la unidad de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones Hideyo Noguchi de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY).

El proyecto surgió en el marco del decenio de la afrodescendencia, del 2015 al 2024. Según la promulgación emitida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a todos los países miembros, se les invitó a hacer estudios, publicaciones y reconocimientos a fin de sacar a la luz sus raíces afrodescendientes.

 

Foto: Cecilia Abreu

 

En México, explicó el doctor Victoria Ojeda, al igual que en muchos otros países de Latinoamérica, estas poblaciones se han invisibilizado. En ese sentido, uno de los objetivos de la exposición es hacer visible a la negritud en espacios públicos y museísticos. 

“El hecho de que en el Museo de la Ciudad de Mérida se haya abierto una sala dedicada a los afrodescendientes de la ciudad, no es algo fácil. Ninguna otra ciudad capital de la república se ha atrevido a montar una exposición como esta”, precisó.

 

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La inclusión de la gente procedente de África y sus descendientes en dicha sala, detalló Victoria Ojeda, se justifica por lo prolongado de su permanencia en estas tierras y su contribución social y económica en la vida peninsular.

“Ellos llegaron a la par de los españoles, entonces los tenemos desde el siglo XVI hasta el presente”, sostuvo.

La modificación del artículo II inciso C de la Constitución, detalló, iguala a los pueblos afromexicanos con los originarios en México dada su contribución económica, social y cultural, además de que llegaron a este territorio antes de que se conformara como estado-nación.

 

La llegada

A través de ilustraciones y códices, la exposición da fe de la llegada de los africanos y los españoles. Uno de esos documentos muestra a estos últimos acompañados de La Malinche entrando a la Ciudad de México. 

“Esto nos retrocede a la llegada de (Hernán) Cortés a la isla de Cozumel en 1519. Entonces, en la región peninsular, esa isla era el sitio a donde llegaban los africanos por primera vez, oficialmente. Y digo oficialmente por qué no se sabe si ya habían llegado antes, seguramente sí”, aclaró.

En otro dibujo se aprecian los sitios a los que arribaban en la Nueva España, como Veracruz, el puerto más importante y, por mucho, la demarcación la que hubo mayor comercio de esclavos, seguida por Campeche y Acapulco, contó.

En Campeche, no sólo hubo arribo, manifestó, sino que se ha descubierto que de ahí se distribuían a otras zonas del caribe. A finales del siglo XVII en Cuba, por ejemplo, también se vendían esclavos provenientes de ese lugar. 

 

Santa Lucía, ¿barrio de negros?

En Mérida, explicó, a finales del siglo XVI y principios del XVII, los africanos se concentraban en una capilla de la Catedral denominada Del santo nombre de Jesús. Unas cédulas de 1567 indican que desde en ese año ya había mezclas, pues los negros ya se casaban con las mujeres mayas.

En 1612, expuso, comenzaron a crearse libros exclusivos para españoles, indígenas y africanos. Debido a esto, esta población debió crecer a razón de que el hijo del negro y la maya fue denominado pardo, y están dentro de la gente considerada afrodescendiente.

“Esta gente proliferó y seguramente el número de africanos aumentó en toda la ciudad, por lo que se tuvo que hacer una iglesia exprofeso para ellos”, pormenorizó Jorge Victoria.

 

Foto: Cecilia Abreu

 

En los años 40, acotó, el historiador Ignacio Rubio Mañé plasmó la idea de que Santa Lucía fue un barrio de negros, por lo que diversos investigadores se volcaron a estudiar la documentación que cita, llegando a la conclusión de que no había ningún elemento para hacer tal afirmación.

 

La iglesia de los negros

"Sin embargo, sí apoyaba que Santa Lucía era un poblado indígena con sus propias autoridades y que los africanos empezaron a vivir por ahí a finales del siglo XVII. ¿Entonces en dónde estaba la iglesia de los negros?”, cuestionó el académico.

El 15 de enero de 1686, respondió, se abrió la iglesia y capilla del Santo Nombre de Jesús para los negros y sus castas en Mérida. 

Para 1833 ese templo ya se llamaba Jesús María y ya no era de negros. Se ubicaba sobre la calle 59 entre 62 y 64, frente al edificio que ocupaba Bellas Artes y ahora es un estacionamiento.

“Era una calle importante, porque además de que llegaba al barrio de Santiago, conducía a Sisal. Entonces no estaban en un lugar perdido”, sentenció.

Fue a finales del siglo XVII cuando a algún cura se le ocurrió el cambio de nombre. En la documentación se puede encontrar con ambos dado que su fiesta se celebra el mismo día, cada 3 de enero. 

 

Tercera Orden

En 1764, ilustró, los jesuitas fueron expulsados de los territorios del imperio español y su iglesia en Mérida fue abandonada. Se trató de vender para utilizar el material de construcción, pero no se logró. 

“Entonces, la junta de temporalidades del ayuntamiento decidió trasladar a los negros a la iglesia que hoy conocemos como Tercera Orden. ¿Quién nos ha dicho alguna vez que Tercera Orden fue ocupada por los negros?”, cuestionó nuevamente.

Antes del traslado, según la documentación, llevaba el nombre de La Iglesia de la Compañía o De los jesuitas. El cronista Diego López de Cogolludo sí menciona que la iglesia de los jesuitas tenía la advocación de su santo iniciador: San Ignacio de Loyola.

Al trasladarse los africanos ahí, pasaron también su nombre y ahora se llamaría Del Santo Nombre de Jesús. 

 

La Virgen de las Montañas

Los africanos nacen con la advocación del Santo Nombre de Jesús según los inventarios del templo del siglo XVII. Dichos documentos mencionan que la imagen central era el niño Dios, no obstante, en la segunda mitad del siglo XVII es suplantada por la Virgen de las Montañas.

“Esa advocación nació en Extremadura en 1617 y hoy es la patrona de Cáceres, en España. No sabemos por qué motivo arribó a Yucatán, pero a esta iglesia también iban los españoles, ya que llevaban a sus esclavos a misa y acudían al mismo templo”, citó el doctor Victoria Ojeda.

Pese a ser asignada a los africanos, detalló, esta advocación también fue adoptada por los hispanos; y en la segunda mitad del siglo XVII el propio ayuntamiento de Mérida aportó dinero para celebrar la fiesta de la Virgen de las Montañas.

“Entonces esta gente no estaba arrumbada ni olvidada, sino era partícipe de la vida social -de movimiento, no de élites- y económica de la ciudad. Tan es así que cada 3 de enero el concejo catedralicio, en varias ocasiones, omitió su reunión para que se celebre la corrida de toros de su fiesta patronal”.

En 1822, cuando desaparecen las castas, el culto a esta Virgen permaneció, por lo menos, hasta 1905, esto porque la población afrodescendiente no desapareció.

 

Bolsa de poder

La exposición también luce una pieza encontrada hace 45 años en la ría de Yucalpetén. Se trata de la figura de un negro hecha con madera de mangle. “No existe registro de otra muestra de este tipo en la que figure la afrodescendencia en Yucatán”, aseguró el investigador.

La escultura porta una bolsa. Según estudios -sobre todo de Colombia-, abundó el doctor Victoria, los negros utilizaban unas bolsas denominadas mandinga, cuyo interior contenía cuestiones mágicas para ellos, así que eran consideradas bolsas de poder.

“No sabemos si esta escultura también representa una bolsa de poder”, aclaró.

La obra pertenece a una mujer de nombre Lizbeth Franco, avecinada en el puerto de Progreso, quien la facilitó para la muestra.

 

Fotografías

De igual modo, figuran fotografías pertenecientes a la fototeca Pedro Guerra de la Facultad de Ciencias Antropológicas. La importancia de presentar estas fotos, mencionó, es que, a partir de la desaparición de las castas, dejó de haber registros sobre estas poblaciones.

“Entonces los historiadores nos valemos de otro tipo de fuentes, como son las fotografías”.

Dichas piezas hablan de que en la ciudad de Mérida había gente afrodescendiente y tal vez mucha de ella llegó de Cuba gracias a los contactos posteriores que hubo con esa isla.

En la exposición también figura el censo del Inegi del 2015, que arroja que había 2 mil 555 afrodescendientes en Yucatán, y en 2020 ya eran más de 69 mil los que se identificaban como tal.

 

‘No es una moda’

Este crecimiento, en el caso del autorreconocimiento, el académico lo atribuye a las tareas que se han dado algunas instituciones para que la gente conozca sus raíces. También aclaró que “una cosa es ser afromexicano y otra distinta es ser afrodescendiente”.

Los afromexicanos son quienes nacieron en México, mientras que los afrodescendientes pueden ser quienes llegan de Cuba u otros países de Centroamérica, entonces al no nacer en México -pese a estar registrados- se reconocen como afrodescendientes.

 

Foto: Cecilia Abreu

 

Para Jorge Victoria, el reciente interés por visibilizar estas poblaciones en México no es ninguna moda. El país está conformado por raíces indígenas, españolas y afrodescendientes que por muchas cuestiones se han invisibilizado, lo que responde, considera, a razones discriminatorias y racistas.

“Con el logro de la independencia, en el proceso de nacimiento como estado-nación, la cuestión era identificarse con los países europeos, tratar de incitar a la migración blanca. Eso nos lleva a que en el México revolucionario nace la famosa idea del mestizo, de José Vasconcelos".

"Se considera que el mestizo de México es sólo producto del español con el indígena. El mismo Vasconcelos dijo ‘no, ni los africanos ni los asiáticos reúnen las condiciones’. Eso es lo que nos ha vendido la SEP”, lamentó.

 

Cruzada por la identidad

La razón de las luchas de hace dos décadas y más -sobre todo de Guerrero, Oaxaca y Veracruz-, prosiguió, fue que, por su color de piel no eran identificados como mexicanos. En algunos casos incluso acaban deportados a Centroamérica, porque en México se tiene la idea de que no hay mexicanos de piel oscura.

“En los estudios de los mayas, no dudo en ningún momento que muchas cosas que hoy en día se consideran mayas puedan tener una procedencia no maya”, advirtió.

A manera de ejemplo, el profesor señaló que en el municipio de Hunucmá después del Corpus se quema una muñeca de piel negra ataviada con prendas caribeñas. Eso, razonó, habla de que ahí hubo muchos negros.

“Nos falta conocer muchas cosas, pero no podemos hacerlo sin antes conocer qué sucedió en África. Hay que estudiar quienes vinieron y qué cultura traían para comenzar a transitar ese sendero”, concluyó.


Sigue leyendo: Día Internacional de los Afrodescendientes: La población mexicana

 

 Edición: Estefanía Cardeña


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