Foto: Madres Feministas

Los padres y madres, por intentar proteger a sus hijos e hijas de lo que consideran como los “peligros de la vida”, sólo terminan infundiendo miedos, traumas, cicatrices que marcan a la niñez, las cuales, al crecer, arrastran a lo largo de sus vidas. 

Muchas personas han optado por evitar replicar estas conductas; adoptando nuevas formas de crianza responsables, sin llenar de miedos, temores y desconfianza hacia su descendencia; mostrando lo bello y también peligroso que pueda ser el mundo que nos rodea, pero a través del amor y la ternura.

Tres madres feministas coinciden en que la maternidad les ha ayudado para ejercer una crianza desde la ternura, el amor, el respeto hacia la diversidad, y no a través de las violencias; una maternidad que no esté condicionada desde la culpa. 

Además, les hizo ver el feminismo, desde otra perspectiva; pero con un mismo objetivo: educar seres humanos libres, para que crezcan sin odios, para luchar por un mundo más justo, menos violento y más igualitario para las nuevas generaciones. 

A través de la Colectiva Madres Feministas, han encontrado un grupo de apoyo emocional para compartir experiencias: las cuales suelen ser similares; la culpa que sienten por las expectativas y roles impuestos por  una sociedad conservadora y machista, que rechaza cualquier maternidad que no se parece a esa visión que se ha perpetuado durante años, la madre abnegada que deja todo para el cuidado de los hijos e hijas, incluso su desarrollo profesional y felicidad. 

Las madres luchan para que sus hijas e hijos puedan crecer en un mundo igualitario, de respeto hacia los derechos humanos, las diversidades, sin violencias, sobre todo más justo. 

La organización nació por la necesidad de contar con un espacio seguro al ir a las marchas, en compañía de sus hijos e hijas; además con el fin de contar con un lugar para reflexionar sobre el feminismo y la maternidad. En 2020 empezaron a congregarse y organizarse para hacer diversos manifiestos, pero por  la emergencia sanitaria sus actividades presenciales se tuvieron que suspender. 

Ana Elvira Cervera Molina, madre de un niño de 6 años, comentó que se declaró feminista desde antes de ser mamá, pero la maternidad fue decisiva para la toma de decisiones. 

La maestra rural platicó que al nacer su hijo, decidió criarlo en lo que tradicionalmente se entiende como un “hogar estable”, sin embargo al tiempo se pudo dar cuenta de que estaba creciendo en un ambiente muy machista. 

Al exponer a su pareja que asumiría una educación feminista para su pequeño, que implicada un ejercicio de racionalidad y práctica de sus emociones, basada en el cuidado y la ternura, él no estuvo de acuerdo. Esta divergencia de pensamientos los separó, entonces se mudó de Michoacán a Mérida, sin el padre. 

Educar a un varón no ha sido tarea fácil, reconoce, una va improvisando por el camino y por eso es importante tener un colectivo de otras mujeres con las cuales discutir este tipo de temas. 

 

Diálogos desde la culpa

La docente indica que algo en lo que ha coincidido con otras madres feministas son los sentimientos que muchas veces una puede tener, derivado de las cosas que no pueden lograr hacer, o no las hacen como quisieran, sino como les dicen que debería ser. 

“Nos castigamos mucho en este proceso de lo que debemos hacer y no estamos haciendo o lo que nos dicen que tenemos que hacer”, subraya. 

Para la activista, el feminismo le ha ayudado a ejercer una crianza reflexiva, que no esté condicionada desde la culpa, de lo que no estás haciendo, según otras personas, sino a dialogar sobre lo que está funcionando y que no. 

“La culpa viene de lo que no hacemos, por ejemplo soy una madre trabajadora, y con mi hijo en brazos continuo estudiando, esto va en contra de la visión tradicional de la madre que sólo debe estar cuidando al hijo, o renunciar a todo para el cuidado”, subrayó. 

Los grupos de madres ayudan a afrontar estos cometarios de que “soy una mala madre porque no estoy al pendiente del uniforme de mi hijo” o “soy una mala madre porque no acompaño a mi hijo a jugar”. 

“Durante mucho tiempo lidiamos con la culpa de este escenario tan difícil que nos ponen, sobre todo cuando una mamá se vuelve la vara de la renuncia. La mamá debe despegarse de todo para que funcionen bien las cosas”; agregó Cervera Molina.

En concreto, la feminista resume: Se deben poner limites a los niños y niñas, más no ejercer castigos usados en la violencia. Límites, desde una perspectiva crítica de diálogo y de un ejercicio de búsqueda de autonomía, que reconozca a la ternura, a la solidaridad y a la niñez como sujetos de derechos. A la par, fomentar, un escenario de respeto que se base en los  derechos humanos, y una vida digna, libre de violencia. 

Xixili Fernández Casado, integrante de la Colectiva Madres Feministas, reconoce que su consciencia feminista venía desde antes de ser madre, pero luego de serlo es cuando comprobó como el patriarcado afecta también “brutalmente” a la maternidad y paternidad. 

“Todas las tareas de cuidado cobran mayor relevancia cuando una se hace madre y padre”, subrayó. 

 

Reivindicación de los trabajos de cuidado 

Las madres somos las que parimos y amamantamos, somos de vital importancia desde la primera fase de crianza, ahí, expone, te das cuenta que te cae todo el peso del patriarcado culturalmente. 

“Estamos desprotegidas, las tareas de cuidado están invisibilizadas completamente por el Estado patriarcal y capitalista”, subrayó. 

Por eso, una de sus luchas es reivindicar que todo el trabajo de cuidado que hacen las madres sostiene al resto de la población productiva, a la economía;  “que se valore y que desde el Estado se pueda  apoyar…con la pandemia del Covid-19,  esta situación se ha llevado al extremo, las niñas, niños, se quedaron sin clases presenciales, muchas madres, en muchos casos, hemos dejado de salir a trabar para tener que cuidar a los hijos e hijas”. 


Luchar para un mundo menos violento y más justo 

Además, Xixili Fernández optó, junto con su pareja, por una crianza feminista para que tanto su hija como su hijo puedan crecer en un mundo menos violento, sin discursos de odio y más justo. 

Dejar de reproducir  la narrativa de que será una princesa que tiene que ser salvada por un príncipe. “Es muy importante educar a mi hija en que ella es libre, va poder ser todo la autónoma que pueda ser, con su discapacidad. Donde lo imperante es ser valiente,  luchar y no tanto en ser bonita”; expresó

Somos madres diversas, reconoce, no obstante coinciden en que quieren educar a sus  hijos desde su propia perceptiva, sin seguir el estereotipo de la madre abnegada; sacrificada por sus hijos: “Somos libres de reconocernos  y no sentirnos solas, eso nos da mucha fuerza parea que cada quien pueda seguir luchando desde sus espacios”; expresó. 

Sin embargo, hizo hincapié en que les preocupa mucho la crianza en la cultura machista y que sufran las mismas violencias que ellas, o que sus hijos sean quienes las ejerzan. 

Por eso, recalcó, es importante crecerlos de una manera no tan dual, binaria, patriarcal y que podemos criarlos desde la ternura, el amor. “Tenemos una esperanza de crear  un mundo mejor;  que la nueva generación lo haga mejor a la nuestra”; expresó. 

Gabriela Castro Zárate, integrante de la colectiva, confiesa que se volvió más feminista a partir de la maternidad. “Cuando la loza de la realizad te cae encima y te das cuenta que esta lucha tiene un sentido preciso”, afirmó. 

Como madre feminista, explicó, lo que aspiro es que la situación de las mujeres cambie, que su mundo no este tan lleno de inseguridad para ir a la calle, ejercer una profesión sin verse obligada a tener una diferencia con sus compañeros en cuestión de sueldo y pueda acceder a las mismas oportunidades.  

Quiero, agregó, que mi hija no tenga que elegir entre su carrera y profesión, a dejar a su hijo en una guardería, a criarlo por un tiempo.  

Al ser madre feminista, ha visto la realidad desde otra visión, ha podido reconocer otras formas de agresión, y separarse  de ciertos grupos violentos. 

“La mirada cambia cuando te vuelves madre, ves que el peso de la realidad es diferente, por ejemplo yo siendo madre me volví más activa sobre todo en cuestiones de educación  y tratar de cambiar en mi entorno cosa que no me parecía,  tanto en la escuela de mi hija, amistades, donde había cosas que no estaba muy de acuerdo y representaban cierta violencia”, afirmó. 

También, aunque no podrían reunirse de manera física, siguieron teniendo contacto a través de plataformas digitales, donde pudieron comprobar que eran de los grupos más violentados y olvidados durante la pandemia.

“Hay que reflexionar en qué tipo de educación queremos para nuestros hijos y qué educación estamos ejerciendo en el presente, qué acciones hacemos para que esto pueda cambiar, y qué referentes queremos darles a nuestra infancia”, subrayó.

Edición: Ana Ordaz


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