Gato X Liebre realizó una investigación llamada Detectives del fraude, con la cual identifica qué tan común es la sustitución de pescados, es decir, si la especie que se supone que el cliente compró realmente lo era, obteniendo que, en Mérida, en las pescaderías la sustitución tuvo 43 por ciento y en supermercados de 17 por ciento.
Con información del reporte, que puedes leer aquí, el cazón y bacalao suelen ser sustituidos por tiburón puntas negras, tiburón gracil y tiburón azul; y otras especies como corvina y lenguado.
Especies de pesca silvestre y nacional suelen sustituirse por basa, un pescado importado principalmente de Vietnam y China; también el huachinango es cambiado con bagre, especie con valor económico hasta tres veces menor.
Para esta identificación, Gato X Liebre recopiló las muestras de pescado por parte de ciudadanía dedicada a la ciencia y, posteriormente, analizaron y determinaron el ADN de las muestras para descubrir el fraude que realizan en este producto.
De Mérida, obtuvieron 14 muestras de pescado, con las cuales hicieron el análisis correspondiente, identificando que, en promedio entre supermercados y pescaderías, 31 por ciento suele sufrir sustitución de la comida del mar.
“Se determinó que había sustitución cuando el nombre común de la especie identificada genéticamente era distinto del nombre comercial con el cual la muestra de pescado fue vendida”, informó el reporte.
Pues, aunque el nombre científico de una especie puede corresponder a varios nombres comunes, “se consideró que había sustitución cuando el nombre comercial con el cual el producto fue vendido no correspondía al nombre común de la especie identificada genéticamente en ninguna de las bases de datos consultadas”.
Identificaron que la sustitución de los pescados ocurre principalmente en los que provienen de la pesca silvestre, pero en ningún caso encontraron sustitución de tilapia.
Dejaron en claro también que la sustitución de especies puede darse de diversas formas: por la venta de una especie de menor valor como una más cara, entrega de una especie de importación o acuicultura como si fuera capturada en mares mexicanos o la venta de especies en peligro o capturadas ilegalmente.
Esta situación afecta no solamente a quien consume por la falta de información para decidir sobre las especies que desea, sino también a comunidades pescadoras mexicanas que pierden espacios en el mercado porque se comercializan especies de importación como si fueran especies capturadas en mares nacionales y, finalmente, al océano porque al desconocer qué especies son las que se están capturando, pueden poner en peligro los esfuerzos de conservación, detalló el texto.
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