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Pablo A. Cicero Alonzo
29/05/2025 | Mérida, Yucatán
La ciudad de Mérida no sólo se expande geográficamente, se fragmenta socialmente, así lo confirma el informe especial Perfiles Socioeconómicos de Yucatán: Realidad, Sueños y Oportunidades, elaborado por Decide Market Research, bajo la dirección de Álvaro Quiñones Aguilar, quien señala que “en Mérida no hay una sola forma de vivir: hay al menos siete, y cada una cuenta su propia historia de lucha, aspiración o privilegio”.
El estudio, basado en datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), AMAI, padrones comerciales y trabajo de campo, segmenta los hogares meridanos en siete niveles socioeconómicos, de A/B (el más alto) hasta E (el más vulnerable), revelando un abanico de contrastes que va desde mansiones de lujo con autos Tesla hasta viviendas autoconstruidas de 10 metros cuadrados (m²) donde el agua potable y la comida son una incertidumbre.
Para Quiñones Aguilar, la fotografía de Mérida es un mosaico vivo: “Nos propusimos ir más allá del número. Queríamos entender cómo se vive, se sueña y se sobrevive en cada segmento. Yucatán no es una pirámide social estática; es un territorio de movilidad, de resiliencia y, también, de brechas que duelen”.
En el exclusivo norte de la ciudad, 12.4 por ciento de los hogares (nivel A/B) disfrutan ingresos mensuales superiores a los 100 mil pesos, viviendas de hasta 400 m² y una vida marcada por la elección: escuelas privadas internacionales, viajes, membresías de clubes, inversiones en bienes raíces y hasta choferes privados.
“Son líderes de opinión, pioneros digitales o herederos de élites locales. Pero también muestran una nueva conciencia: cada vez más hablan de sustentabilidad, de educación, de calidad y de huella ecológica”, comentó Quiñones.
El nivel C+ (18.3 por ciento), identificado como la “clase media alta emergente”, se encuentra en colonias como Las Américas o Montes de Amé. Ganan más de 38 mil pesos al mes y planean cada peso para mejorar la casa, pagar la universidad privada de los hijos o disfrutar unas vacaciones al año.
“Este segmento es el corazón aspiracional de Mérida. Buscan escalar, consumir con inteligencia y formar a sus hijos para un futuro mejor. Tienen acceso, pero no certezas. Por eso, planean todo”, apuntó el director del estudio.
Con un ingreso promedio de 24 mil mensuales, el segmento C (17.9 por ciento) representa el centro tradicional de la ciudad. Barrios como Chuburná y Miraflores laten al ritmo de la confianza vecinal, los mercados de barrio y la escuela pública “de confianza”.
“Aquí se vive el orgullo de la estabilidad. Son familias que han sostenido la ciudad por décadas, que conocen a sus vecinos por nombre y que hacen rendir cada peso. La colonia es su red social”, dijo Quiñones Aguilar.
Sobrevivir con dignidad
En las orillas y fraccionamientos populares se encuentra el nivel C- (16.3 por ciento), con ingresos de apenas 16 mil y gastos que rozan el límite. Son los que toman el camión al alba, cocinan con ingenio y se ayudan entre vecinos para enviar a los hijos a la secundaria.
“En el C- comienza el desfase: los ingresos ya no alcanzan para la ciudad que crece, y la movilidad social se ralentiza. Pero hay una fuerza ahí: solidaridad, esfuerzo, una dignidad impresionante”, afirmó el analista.
El nivel D+ (13.4 por ciento), compuesto por jornaleros urbanos, madres solteras y trabajadores de servicios, vive en casas pequeñas, muchas veces en la frontera urbana. Ganan poco más de 11 mil al mes, pero su riqueza está en la comunidad.
“Comparten el taxi para ir al hospital, se turnan la mototaxi, celebran juntos las fiestas del barrio. La precariedad convive con una creatividad que desafía al abandono”, señaló Quiñones.
Para el nivel D (17.8 por ciento), con ingresos apenas por encima de 7 mil, el día a día es una prueba de resistencia. Se vive en zonas como San José Tecoh o Castilla Cámara, donde la niñez camina kilómetros para ir a la escuela y el trabajo infantil es frecuente.
“Este segmento es invisible para muchos, pero son quienes sostienen con su trabajo la economía informal y los servicios que todos usamos. La desigualdad aquí se siente como destino, pero no resignación”, añadió el director de Decide Market Research.
La raíz de la urgencia social
Finalmente, el nivel E (3.8 por ciento) muestra la cara más dura de Mérida: pobreza extrema, hambre, abandono institucional. Son hogares sin acceso a servicios básicos, donde la escuela es un lujo y el ingreso apenas alcanza para sobrevivir.
“Aquí la esperanza es heroica. La dignidad se defiende a diario con creatividad, trueque, redes de apoyo. Esta realidad debe dolernos, porque también es Mérida”, expresó Quiñones.
El informe no sólo ofrece un diagnóstico, sino un llamado a la acción. “No podemos seguir diseñando políticas públicas para una Mérida promedio que no existe”, advirtió Quiñones Aguilar. “Cada segmento requiere atención diferenciada: desde vivienda digna hasta oportunidades de formación y movilidad real”.
Con más de la mitad de la ciudad en condiciones de vulnerabilidad (niveles C-, D+, D y E), el reto es enorme, pero también la oportunidad.
“Mérida puede ser una ciudad donde todos quepan. Pero para eso, primero debemos mirar de frente a nuestras diferencias, sin miedo y con voluntad de puente”, concluyó.
Edición: Estefanía Cardeña