Ambición inmobiliaria y el fraude ponen en riesgo la reserva ecológica Cuxtal, en Mérida

Ayuntamiento advierte a compradores a cuidarse de ventas irregulares de predios ejidales
Foto: La Jornada Maya

El fruto prohibido de los especuladores inmobiliarios en Mérida se llama Cuxtal. Y están dispuestos a hincarle el diente. Recientes denuncias han revelado intentos de robarle a la ciudad su principal reserva ecológica, con ofertas fraudulentas de terrenos baratos.

El método para arrancar alvéolos al pulmón de Mérida está claro: se le saca jugo a la necesidad, comprando terrenos ejidales a precios de ganga, y se exprime la avaricia, revendiéndolos sin permiso alguno. Pierden el vendedor y el comprador.

Sólo gana el intermediario, una especie de hidra que regatea terrenos y luego los ofrece en la ruta de la seda de las redes sociales; monta el changarro y cuando el primer engañado abre los ojos, desaparece. Eso sí, deja tras de sí el tinglado que armó para atrapar incautos. 

Hay engranajes fijos en la maquinaria de la trampa: líderes ejidales que, incluso por menos de treinta monedas, aceitan la venta de los terrenos de sus vecinos; preparan el sendero por el que después pasarán las orugas de las retroexcavadoras. Les prometen una lluvia de dinero en la sequía de la ignorancia, les asegura que no importa que los terrenos no estén regularizados, les aseguran que no tienen que vender, ”con cederlos basta”. Los ejidófagos también se canibalizan. 

Sandra García Peregrina, directora de la Reserva Cuxtal, recuerda que se ha detectado en el área protegida líneas de electricidad. Se acudió con la Comisión Federal de Electricidad, que desconoció la farsa: un fraccionador fantasma había tendido su propia red. 

Postes del siglo pasado, sembrados a ras del suelo, sostenían líneas de media tensión a escasos tres metros; un escenario del lejano oeste en el cercano sur. Entonces, se desenredó la red de ese espejismo de urbanismo para proteger la realidad de la selva baja. Pero esa es sólo una de tantas. 

Sandra García calcula que en un lustro se han presentado más de cuarenta y cinco denuncias por diversas irregularidades. La más reciente fue del jueves 5, cuando se reportó la afectación de 11.52 hectáreas de vegetación en el polígono. 

Ahí derribaron árboles, quemaron monte y delimitaron lotes con sogas, cartulinas y pintura, dejando pequeñas montañas de basura. La cartografía de una ciudadela naciente, trazada con ruidosos bulldozer en la noche; un síntoma más de esa fiebre de tierra que provoca escalofríos y sudores. El rostro más brutal de la especulación inmobiliaria en Yucatán. 

Ese mismo 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, en la costa, la autoridad estatal advirtió que no le temblaría la mano para aplicar la Ley contra delincuentes ambientales. Está pendiente ver si las palabras están ancladas en una voluntad real o simplemente se fueron con la brisa. 

La Reserva Cuxtal está al sur de Mérida; colinda al norte con la ciudad, al sur con Yaxnic y Texán Cámara, al este con Kanasín, y al oeste con San José Tzal y Ticimul. La integran nueve localidades: dos comisarías, Dzununcán y Molas, y seis subcomisarías, Tahdzibichén, Hunxectamán, Xmatkuil, San Pedro Chimay, San Ignacio Tesip y Dzoyaxché. 

Integra siete haciendas históricas: Hunxectamán, Tahdzibichén, San Ignacio Tesip, San Nicolás Dzoyaxché, San Pedro Chimay, Santa Cruz Palomeque e Xmatkuil. También resguarda sitios arqueológicos, cenotes y el campus de Ciencias Biológicas de la UADY. Todo, combinado, hace salivar a los corredores inmobiliarios.

Y no a pocos habitantes del polígono, que deslumbrados por el sueño del concreto fantasean con un futuro como el de otras poblaciones devoradas por la especulación, como Chablekal. A éstos es fácil convencerlos de vender barato, incluso cuando las migajas que les dan por sus terrenos no les sirva para nada. 

A otros los engañan. ”Me queda claro que los que están detrás de esto quieren fraccionar y vender tierras dentro de la reserva, sin tener ningún sustento legal. Y aunque la denuncia ya está, probablemente algunos digan que no sabían o que ’no está claro’, pero sí, sí está claro”, sostiene la directora García Peregrina.

En la Reserva Cuxtal sólo se pueden realizar obras o construcciones que tengan un propósito claro de protección, manejo sostenible, investigación o restauración, y que se efectúen dentro de un marco regulatorio riguroso. 

Por el contrario, cualquier intento de urbanización o desarrollo inmobiliario que altere la integridad ecológica y cultural de la reserva está prohibido, pues atenta contra su función vital como pulmón y principal fuente de agua de Mérida.

Las casi 12 mil hectáreas de Cuxtal —que en maya significa vida, nacimiento— están expuestas a una misma forma de muerte: Llegan especuladores o gente sin escrúpulos que contacta a ejidatarios o personas con terrenos dentro de la reserva.

Les compran a precios irrisorios o los engañan con información falsa, y luego dividen y venden los terrenos como lotes “habitacionales”, aunque estén dentro de un área natural protegida. Incluso, hay datos falsos en los papeles, y compradores engañados.

Al peligro de fraude hay que añadir los daños al medio ambiente. En la reserva se encuentra la planta potabilizadora Mérida 1. De veinticinco pozos se extrae más de la mitad del agua que se consume en todo Mérida. Acechada por el avance del concreto, la calidad del líquido se vería seriamente comprometida, como ha sucedido en otras regiones. 

Es también hogar de mamíferos, aves, reptiles, anfibios e invertebrados. Con sólo escribir algunas de las especies de Cuxtal las páginas reverdecen: la zorra gris, el pájaro luisito común, la iguana negra de cola espinosa, la mariposa tronadora, la chachalaca oriental, el cabezón degollado, la serpiente mazacuata y el papamoscas chico.

Más grande es el peligro que corren estos animales de los que venden barato y los que compran sin papeles. Desde marzo pasado, el Ayuntamiento de Mérida advierte de esa nueva fauna nociva que quiere despacharse a la reserva. A pesar de la intervención de diversas autoridades, aún no se ha dimensionado lo que significaría para Mérida —y Yucatán— perder Cuxtal. K’oja’an.


Edición: Fernando Sierra


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