Producto del paso del huracán Isidoro, en septiembre de 2002, el crecimiento urbano en el norte de Mérida ha fomentado la marginación y desigualdad en las comisarías aledañas, además que sus habitantes han tenido que cambiar su vida cultural, social y económica, revelaron los investigadores Roger Cruz Arjona y Jorge Pacheco Castro, del Centro de Investigaciones Regionales Dr. Hideyo Noguchi de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY).
Hay contrastes evidentes, por un lado existe un gran desarrollo urbano, económico, de servicios, pero en el otro no se observa lo mismo. “Hay que darles mayor atención a las comisarías, un trato de igualdad, llevarles todos los servicios que necesiten y de calidad”, manifestó Pacheco Castro.
En su libro “Globalización económica, expansión urbana y rururbanización en el norte del municipio de Mérida, Yucatán, México”, documentaron que el huracán Isidoro, que afectó a la Península de Yucatán en 2002, hizo que el norte de Mérida experimentara un cambio considerable en cuanto al uso del suelo y el crecimiento urbano.
Jorge Pacheco, doctor en antropología, indicó que ante las afectaciones que ocasionó este fenómeno en el cual perdieron sus cultivos, como maíz de temporal, henequén, cítricos y frutales entre otros, que correspondían a productores de bajos ingresos e indígenas en su gran mayoría, además que se cayeron sus casas, en su mayoría de láminas, la gente empezó a vender sus terrenos.
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Esto fue aprovechado por grandes inversionistas quienes compraron dichas tierras, para construir plazas comerciales, residencias privadas, nuevos fraccionamientos y asentamientos, ahí empezó la trasformación de esta zona.
No obstante, con esto se fueron perdiendo sus tradiciones, costumbres, orígenes; la agricultura, el cultivo de la milpa, la caza y otras actividades y se comprobó que este desarrollo no fue equitativo, no benefició a estas poblaciones, subrayó.
El experto dijo que no se crearon mejores empleos, condiciones de vida, ni integraron a los habitantes a estos nuevos servicios que se estaban creando en la zona. “Hubo un encapsulamiento de estas poblaciones que fueron rodeadas por grandes fraccionamientos, privadas”, comentó.
Lo que sí pasó, añadió, es que empezaron a ser trabajadores domésticos de estos nuevos asentamientos de lujo; pero tampoco hubo un beneficio en su economía local, pues esta nueva gente hace sus compras en los grandes supermercados que se desarrollaron en las nuevas colonias y no en las comunidades. “Sí hay problemas sociales, económicos y sobre todo de marginalidad en estas comisarías”.
Aunado a esto, el antropólogo indicó que también las tradiciones de las comisarías se vieron afectadas, rituales, festejos, gremios y demás se fueron abandonando, y otros al abandonar el campo tuvieron que incorporarse al mercado laboral urbano, como albañiles, recolectores de basura, talleres de hojalatería, entre otras cosas.
Afectación en la identidad
El investigador indicó que los pobladores han tenido un proceso de transición entre lo rural y urbano, es decir, las personas se sienten del pueblo, pero al mismo tiempo parte de la ciudad de Mérida; sin embargo sus calles sirven de paso para conectar a las plazas y nuevas colonias residenciales, por lo que tiene hasta miedo de cruzar o ir a la tienda.
Para realizar esta investigación se hicieron entrevistas con los pobladores que vivieron el proceso de transición, así como a las generaciones venideras que crecieron con la urbanización que se desarrolló después del fenómeno meteorológico.
Edición: Laura Espejo
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