Los Van Van en parques meridanos

Paul Antoine Matos
La Jornada Maya

19 de octubre de 20915

La noche meridana se pobló con los aires habaneros y el calor tropical que los Van Van trajeron al parque de la Alemán. Después de una espera de dos horas, la orquesta cubana, con casi medio siglo de antigüedad, contribuyó con el agradable ambiente que ya se vivía, en esa colonia de larga prosapia.

En el parque, las familias conviviendo entre los juegos mecánicos; los niños con sus competencias de coches y los jóvenes bailando breakdance. El retraso de la banda no motivó a nadie para retirarse. Las comunidades cubanas de Campeche y Quintana Roo –que viajaron a Yucatán para asistir al Festival Internacional de la Cultura Maya– conversaban sobre su vida en México, su amada Cuba y sobre los artistas, mientras engañaban el hambre degustando de las famosas marquesitas y de los tradicionales esquites.

Finalmente una voz en el micrófono anunció: los Van Van vienen en camino, apenas están saliendo. La gente abucheó, pero no se movieron del parque.

Nuevamente otro anuncio: ¡los Van Van han llegado! Una explosión de júbilo y alegría estremeció el parque. Los músicos fueron recibidos entre abrazos y una multitud de celulares para tomarse fotografías, incluidas las selfies. Mientras ajustaban los instrumentos, platicaban con algunos coterráneos. Todos sonreían.

Al subir al escenario, celulares y cámaras aparecieron de nuevo. Entre destellos de flashes fue capturado el momento en que los Van Van iniciaron el concierto. La desaparición de los aparatos electrónicos fue inversamente proporcional a la presencia del baile al pie del proscenio.

La salsa hizo vibrar tanto a cubanos como a mexicanos, al ritmo apasionado de la agrupación.

Nos dieron las nueve y media de la noche; pero debido al retraso del grupo y esa suerte de música hipnótica que emana de sus voces e instrumentos, hicieron olvidar el tiempo. Había que trasladarse al Parque Hidalgo del Centro Histórico para ver también el célebre espectáculo del Tropicana.

Avanzamos por la Avenida Alemán, y al llegar a Paseo de Montejo un par de camionetas militares están estacionadas en el camino; extraña escena para una ciudad como Mérida. En el Remate la Noche Mexicana vibra; doblamos a la derecha y luego a la izquierda por la 58. Las oficinas estatales del PAN están iluminadas con el púrpura del FICMaya; curiosa coincidencia.

Al maniobrar para estacionar el auto, los camiones militares aparecen de nuevo por la 58, ahora “custodiados” por una calesa.

Parque Hidalgo, más desorganización. En ese momento se presentaba el espectáculo Hispanidad, cuyos bailes son una muestra de la rica herencia cultural de América Latina. Sensuales danzas árabes, similares a las realizados en las películas de arrabal, reflejaban la dominación mora en España; luego llegó el flamenco y las majas traqueteaban sus castañuelas; después los charros y sus sombreros mostraron el jarabe tapatío y, por último, la jarana yucateca.

En medio de la calle 60, un indigente pedía limosna a los paseantes.

Después de Hispanidad, el Tropicana comenzó con una hora de retraso. Más de 100 personas se dieron cita para observar al club más famoso de Cuba, mientras los comensales en los restaurantes de los alrededores disfrutaban del concierto.

[h2]Hora de bailar[/h2]

A cargo del maestro Carlos Tello, la orquesta Tropicana cantaba y cuatro bailarinas deleitaban los oídos y la vista de los presentes. Al principio la gente sólo aplaudía, sólo una pareja de ancianos decidió incorporarse a la pista improvisada, durante los boleros.

Sin embargo, en el transcurso de las últimas cuatro canciones, varias parejas perdieron la timidez y siguieron los compases marcados por la orquesta y Carlos Tello, ataviado en un colorido traje cubano.

Las palmeras del Parque Hidalgo y los edificios coloniales, acompañados por los ritmos caribeños, daban la sensación de que Mérida se había convertido en barrio más de La Habana.