Maria Briceño Cruz
La Jornada Maya

18 de Agosto de 2015

Nacido en la pobreza, conoció fama y fortuna. La falta de recursos le impidió asistir a la escuela y desde niño trabajó para ayudar al sostenimiento de su familia. Formó parte del gremio periodístico cuando vendió diarios y voceaba los titulares de Yucatán y Sureste; en esa etapa conoció a Pedro Infante. Y fue ayudante de panadería hasta que decidió vender sus propios pastelitos, que ofrecía parafraseando El yerberito moderno. Empezó a destacar por su potente voz y se convirtió en celebridad un día que se fue la luz en el estadio Carta Clara y de viva voz cantó el orden al bat de los beisbolistas.

Luego visitó Miami, invitado por un programa de televisión, y rechazó la oferta de un millón de dólares por la patente de sus pasteles. Cuando tenía unos 25 años se ganó un millón de pesos en la lotería y en tres meses los derrochó en las cantinas. Su nombre: Miguel Aarón Echeverría Ontiveros.

[b]El último pregonero[/b]

Miguelito llena de aire sus pulmones, corrige la postura y canta:

“¡Se oye el rumor
de un pregonaaar…
que dice asíii:
que Miguelito
aquí está, llegóoo…
aprovechen todos,
en saborearlos,
que Miguelito
se los servirá.
¡Que lloren niños,
que lloren,
que ya me voy!…

–¿Cuál es su mayor sueño?

–Viajar a Cuba, por Celia Cruz, que en paz descanse. Me atrajo mucho con sus canciones y finalmente las adopté.

–¿Hace cuánto tiempo no va al estadio Kukulcán?

–Doce años, pero hace un año fui a hacer una colecta económica y el público respondió muy bien.

Y ahí está Miguelito. La sonoridad es parte de su forma de ser. Sus manos gastadas rebosan de tiempo acumulado y su voz “chiquitita”, como él la califica, permanece viva en su pequeño cuerpo.

Detrás de los anteojos trasluce una mirada clara, y mientras conversa, se pierde en el horizonte.

Miguelito fue un rumor constante y le seguimos los pasos desde Umán hasta el bar Leoncitos, para encontrar huellas de su vida en Coyoacán, en el Distrito Federal.

Y fue en la ciudad de México porque una certera llamada telefónica nos condujo al paradero del legendario personaje, debido a que años atrás la casa productora HiMedia MX, de Coyoacán, realizó un sobresaliente corto sobre la vida de [a=https://vimeo.com/122718663]Miguelito, el rey de los pastelitos[/a].

Es común que las huellas del paso por la vida se borren después que Miguelito ha sido invitado a Miami por los productores de un programa de don Francisco, ha conocido a Pedro Infante, apantalló a Celia Cruz y ha ganado la lotería cuando tenía 25 años, entre otras vicisitudes.

Miguel Aarón Echeverría Ontiveros, Miguelito, El rey de los pastelitos, es famoso por dos cosas que todo buen yucateco sabe o debe saber: por vender los mejores pastelitos de jamón y queso, sin menospreciar los de camote, y por tener una sonora y potente voz que ha puesto a merced de miles de asistentes al béisbol. “A la pelota”, como él le dice: desde el parque Carta Clara hasta el estadio Kukulcán-Álamo.

También vendía en bares y cantinas de Mérida, deleitando a cientos de comensales, quienes añoran los famosos pastelitos.

Con su clásica versión de El yerberito moderno, escrita por Néstor Mili Bustillo, que cantaba Celia Cruz, Miguelito intentaba resquebrajar las paredes de cualquier recinto sin éxito, pero lograba captar la atención de cuantas personas estuvieran presentes.

Los pastelitos consistían en un pan dulce de hojaldre rellenos con jamón y queso daiysi, así como de camote y margarina.

Acerca de la receta se ha dicho que el relleno era bañado con miel, aunque algunas personas aseguran que “era piloncillo”. De aquello poco se sabe, porque Miguelito no los elaboraba, sólo los vendía.

Ahora Miguelito tiene 77 años y vive con uno de sus hijos en el sur de la capital del estado. Nos recibe afuera de su casa cubriéndose la cabeza con una gorra verde de los Leones de Yucatán.

“El béisbol es donde me di a conocer hace 55 años”, dice, y narra la historia:

“Se fue la luz en todo el estadio Carta Clara, en pleno juego de béisbol, y el difunto cronista Primo Abraham me dijo que diera la alineación de los peloteros conforme les tocaba su turno al bat. Sin ayuda de micrófono comencé a gritar de viva voz y se escuchó en todo el estadio. Era una voz potente que ahora está chiquitita y a muchos no les caía bien.”

–¿Por qué dejó de vender los pastelitos?

–Porque estoy enfermo del corazón y padezco de hipo crónico. Además, desde hace dos años tengo dos arterias obstruidas.

–¿Por qué eligió la canción El yerberito moderno para vender?

–Durante un carnaval fui a trabajar de mesero al parque Carta Clara y estaba de moda la canción El yerberito moderno, que interpretaba Celia Cruz. Si no me equivoco ahí estaba una orquesta nacional, la de Pepe Luis, y entonces me vino la idea de que el inicio de la canción podría servir para mi trabajo, y así fue.

–¿Usted hizo el arreglo de la canción?

–Yo y un amigo compositor que se llama Pepe Pancho, Francisco Barrera. Y me grabaron un disco con mi canción –dice orgulloso.

[b]Andanzas[/b]

–¿Es verdad que conoció a don Francisco, el conductor de TV?

–Me estaban localizando, así como ustedes lo hicieron, hasta que dieron conmigo. Las señoritas de Univisión me invitaron a un hotel del centro, enfrente del Mérida, y acepté. Por cierto, hubo un pequeño lunch y a la hora de liquidar la cuenta no aceptaron que yo pagara. Ahí me contrataron para ir a Miami con gastos pagados, visa y pasaporte. Eso fue hace como 22 años.

“Me dieron la llave de la ciudad de Miami y en el programa interpreté mi canción y don Francisco me dijo que se iba a cuartear el edificio, por lo potente de mi voz. A todo mundo le llamaba la atención mi voz.

“Estuve en Miami como tres o cuatro días, a pesar de que la invitación fue para quince. Las señoritas del programa se portaron muy amables conmigo. Ellas me pidieron establecerme allá y me ofrecieron un millón de dólares por la patente de mi producto (los pastelitos).”

Quince días después de que se transmitió el programa de don Francisco, Miguelito fue invitado por la televisión mexicana a otro en el que participaron Angélica María, Jon Secada, Miriam Hernández y Resortes. Era un programa especial llamado Noche de gigantes.

La voz de Miguelito es tan potente que compite con el ruido de camiones y motocicletas, y con el griterío de los niños que no alcanzaron a probar sus pastelitos.

–¿Don Miguel, quién elaboraba los pastelitos?

–Un güero que falleció del corazón, de nombre Juan Bautista Tun.

–¿Cómo lo conoció?

–Me lo recomendaron, porque en lugar de que yo cargara mi venta, él lo iba a hacer. Era contratista de albañilería, trabajó conmigo por lo menos 20 años, pero hubo diferencias porque como él ya sabía hacer el trabajo, se independizó. Era muy voluntarioso, muy especial, pero se molestaba por todo. Un día fue a la pelota (beisbol) y como no llegó su sobrino hizo su genio y ahí murió de un ataque cardiaco. Cuando sacaron el cadáver yo ya no trabajaba allá, porque me cobraban muy caro el derecho de venta: 350 pesos por partido, y a mis ayudantes también.

–¿Recibe usted alguna ayuda económica?

–Cuando estaba la gobernadora Ivonne (Ortega Pacheco) me regaló un carro y recibía un apoyo de mil 300 pesos mensuales. El gobierno actual no me da nada.

–¿De dónde es usted?

–De Mérida, pero me registraron en Hocabá, Yucatán.

–¿Qué recuerda de su infancia?

–Fue dura, porque mi padre era alcohólico crónico y yo no iba a clases.

–¿Cómo conoció a Pedro Infante?

–Estábamos por la zona de tolerancia, aquí, a seis cuadras, y yo era voceador. Pedro Infante estaba en Tamsa (Transportes Aéreos Mexicanos, SA) y bajaba con su moto Harley Davidson cuando lo conocí. Luego me compusieron una canción que se llama El papelerito. Yo vendía periódicos y él me regalaba dinero.

“Pedro Infante me daba cien pesos, que son como 10 mil de los actuales. Cuando yo estaba vendiendo periódicos él me gritaba: ‘¡Hey, ven acá, chamaco¡’ Y yo iba cuando él estaba con su motocicleta.”

Miguelito recuerda cómo voceaba en las avenidas: ‘¡El papelero, jóvenes. Yucatán y Sureste: cayendo tres personas dentro de un pozo: padre, yerno, hija!’ Yo agarraba el encabezado de los periódicos y lo voceaba.

“Vendía Yucatán y Sureste, aproximadamente 300 periódicos diarios, y entonces eran gruesos, no delgaditos, como ahora. Varias veces se quebró el eje de mi bicicleta por cargarlo. Trabajé entre 10 y 19 años en eso.”

–¿Cómo surgió la idea de vender pastelitos?

–Yo iba a la panadería a limpiar latas y a veces la necesidad hacía que yo me robara los panes. Entonces me decía mi patrón, don Eusebio Requena, que en paz descanse: “no agarres ni un pan, pídelos”. Y así lo empecé a hacer. Había varias personas que hacían bizcochos, galletas, hojaldras y salían a venderlos con su globo. Yo iba de ayudante hasta que me pregunté: ¿por qué voy a ser ayudante si yo puedo hacerlo? Y empecé a vender.

[b]Los momentos del Rey[/b]

“El año que murió Pedro Infante me independicé de la panadería y empecé a vender pasteles. En esa época costaban 10 centavos, sin canción y sin nada.

“¡Ahí viene Miguel con los pasteles, con los pasteles de camote y son a diez, a diez centavos!” –canta recordando aquellos años.

“Cuando me retiré ya costaban 50 pesos los de jamón y queso.”

–¿Por qué cantaba “que lloren los niños”?

–En el año que murió Pedro Infante vendía los pastelitos a 10 centavos, que en ese tiempo era mucho. Los niños pedían su pastelito y los papás les decían que estaba muy caro, y los pequeños empezaban a llorar.

“Cuando yo iba a Puerto Progreso a vender caminaba con mis ayudantes desde la entrada de Chelem hasta Chuburná y cantaba: ‘ahí viene Miguelito con sus tres burritos cargando pasteles; ya me voy niños, lloren’. A uno de mis ayudantes no le gustaba que le dijera burrito y dejó caer la venta. Esto fue real, no invento mío.”

–¿Cuál ha sido el momento más feliz de su vida?

–La ovación que me llevé cuando voceé a los peloteros. Esta gorrita –la de los Leones–, así como la ve, viejita y todo, no la abandono. Y ya le dije a mi hijo que cuando yo muera la pongan en mi ataúd.

–¿Hubo momentos tristes en su vida?

–Me abstengo de platicarlos porque me voy a poner a llorar. Hubo varios.

Por un instante sus ojos se llenan de lágrimas, baja la mirada y la posa en sus manos.

Miguelito padece mareos y tiene dos arterias del corazón obstruidas, además de hipo crónico. Fue operado el 27 de septiembre de 2014. Después le realizaron exámenes de laboratorio y resultó que tenía cáncer de piel. Los médicos le retiraron un tumor.

–Además de pastelitos, ¿qué más vendía?

–Sólo pasteles en forma ambulante. Tiempo después la gobernadora Ivonne Ortega me regaló un vehículo y vendía bizcochos de restaurante en restaurante.

–¿Cuál ha sido, según usted, la mejor generación de los Leones de Yucatán?

–La del 57. Llegaron a ser campeones.

–¿Le gusta mucho el beisbol?

–Me encanta. De futbol no entiendo nada. Intenté ir al estadio a vender, porque el dueño era mi amigo, y no lo pude hacer porque no sé cómo se juega. Vendí mucho cuando Celia Cruz se presentó en la Plaza de Toros Mérida. ¡Qué bruto, cómo vendí¡

–¿En qué año fue?

–No me acuerdo bien. Pudo haber sido en 1965. Yo estaba entre el público; había lleno completo, y cuando ella pegó el grito, yo pegué el grito: le caí en gracia y sonrió. Cuando cantó El yerberito moderno, yo también canté a viva voz. Después la conocí en persona.

–Además de la de Celia Cruz, ¿qué música le gusta?

–Las rancheras. No se me olvidan las que cantaba Pedro Infante porque fui alcohólico y me gustaba mucho una que decía: “copa tras copa, botella tras botella”. Había una cantina que ponía mucho esa canción y ahí me iba a emborrachar. Me servían la botana que me gustaba: chicharra con x’nipec. Fui muy alcohólico.

–¿Se arrepiente de eso?

–Pues no, porque ya lo viví y ya no bebo alcohol. Lo vivido no tiene arrepentimiento.

–¿Qué le gusta comer?

–Actualmente sólo como galletas de animalitos y tomo leche de soya. Cuando comía normalmente me gustaba el pescado frito y empanizado. Me encantaba. Si me lo sirves empanizado, me matas. Mi hija, la que vive en Umán, lo sabe y cuando la visitaba me cocinaba eso.

–¿Cuántos hijos tiene?

–Me quedan tres y adopté uno que lleva mi apellido y me tiene inscrito en el Seguro Social. Otro falleció. Me junté con una dama que tenía hijos, los adopté y les agarré mucho cariño.

–¿Es cierto que usted se ganó la lotería?

–Es cierto, y tiré el dinero en el alcohol.

–¿De cuánto fue su premio?

–Un millón de pesos. En el sorteo de un lunes.

¿Cómo le cayó esa noticia?

–¡Imagínate¡, tenía 25 años y utilicé el dinero para irme a festejar y a emborracharme, esa era mi prioridad. Gasté todo en tres o cuatro meses.

–¿Tenía amigos que tomaran con usted?

–No, me gustaba tomar sólo. Tampoco iba con mujeres, porque ellas sicológimente dicen: “le voy a quitar su dinero”. Yo llegué a ser ayudante de cantina y me tomaba los residuos que dejaban los borrachos. Descendí mucho con el alcoholismo.

–¿Apostaba?

–Ahora no se puede porque no tengo dinero, pero soy ludópata, me encanta. Un día que no tenía dinero fue cuando gané el Melate. Salieron los seis números que marqué.

[b]De vuelta a soñar[/b]

Al terminar la plática, Miguelito asume el rol de entrevistador y pregunta: “¿Cómo sabe usted tanto si está tan joven, señorita?, ¿es soltera?, ¿tiene novio?”

El rey de los pastelitos se despide de nosotros con su voz “chiquita”; enfermo, pero satisfecho con su vida. No se arrepiente de nada y aún sueña con viajar a Cuba…


Miguelito - El rey de los pastelitos (ENG SUBS) from HiMedia MX on Vimeo.



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