Enrique Martín Briceño
La Jornada Maya

23 de julio, 2015

Con bombo y platillo se anunció la presentación en Mérida de “ópera cantada en maya” a cargo de Ópera Maya, una agrupación que ofrece cursos de verano para estudiantes de música en “lujosos hoteles” de la Riviera Maya, así como temporadas de ópera y ciclos de conciertos en esa parte de la península, y organiza anualmente, desde 2013, un concurso de composición de obra en alguna lengua maya (véase www.operamaya.com).

La compañía, como aclaró su directora, la soprano estadunidense Mary Grogan, adoptó ese nombre porque sus actividades se desarrollan en esta región (como Llantamaya, Automaya y tantas otras empresas peninsulares). Y, claro, fuera de las obras ganadoras de los certámenes 2013 y 2014, el programa del concierto, efectuado en el Gran Museo del Mundo Maya, estuvo conformado por números bien conocidos de óperas del repertorio universal (en italiano y alemán) y algunas piezas orquestales (entre ellas las populares [i]Danzón núm. 2[/i] de Arturo Márquez y Huapango de Moncayo).

Las obras ganadoras del certamen fueron lo único maya en el programa: [i]Mi mundo[/i], del compositor argentino Gustavo Leone, con texto en k’iche’, y [i]K’atun[/i], de Jonathan Metzinger, estudiante de la Universidad de Indiana, con texto en maya yucateco, ambas composiciones para solistas, coro y orquesta. No hubo, pues, tal ópera en maya, sino un par de piezas vocales con palabras en dos lenguas de la familia maya.

Y es que, hasta ahora, no se ha compuesto una ópera en la lengua originaria de la península, aunque sí óperas de tema maya y obras de concierto que incluyen textos en maya yucateco. Lo primero no es sorprendente, pues, como todas las lenguas indígenas de nuestro país, el maya yucateco ha sido considerado menos propio que el español para las expresiones artísticas “cultas”. Lo segundo –composiciones de asunto maya o con letra en maya– surge en el contexto del nacionalismo cultural revolucionario y merece una explicación más amplia.

Aunque la historia indígena fue tema de óperas desde antes de la Revolución (Vivaldi escribió su [i]Motezuma[/i] en 1733, atraído por la exótica conquista de México, y Ricardo Castro estrenó en 1900 su [i]Atzimba[/i], una romántica ficción basada en la conquista del reino purépecha), no fue hasta después de aquel movimiento cuando los músicos mexicanos volvieron los ojos hacia la historia y la cultura de los pueblos originarios.

En Yucatán, además de obras instrumentales que recurrieron a temas musicales mayas y mestizos, se escribieron varias óperas basadas en leyendas mayas o pasajes de la historia maya antigua con libretos en español. Estas obras se deben a Arturo Cosgaya, Gustavo Río, Fausto Pinelo y Cornelio Cárdenas Samada, compositores yucatecos formados en el porfiriato, y a Halfdan Jebe, músico noruego avecindado en Mérida desde principios de los años veinte.

Arturo Cosgaya escribió en 1919 la ópera [i]Xunáan Tunich[/i] ([i]Mujer de piedra[/i]), con libreto de Álvaro Brito. De esta obra, que no llegó a estrenarse, sobrevive en la biblioteca del Conservatorio Nacional la reducción para canto y piano. Tal como se hizo con el segundo acto de [i]Atzimba[/i], cuya orquestación reconstruyó Arturo Márquez, valdría la pena comisionar a algún compositor la restauración de esta ópera, creada según el entonces novedoso estilo wagneriano.

Por su parte, Gustavo Río, quien había estudiado canto en París y Roma en los primeros años del siglo, escribió, valiéndose de recursos impresionistas, [i]Kinchí[/i] y [i]Xtabay[/i], óperas que se estrenaron en el teatro Peón Contreras de Mérida en 1924 y 1928, respectivamente (véase [i]Mis memorias[/i], autobiografía de Río publicada en 2012). A la espera de nuevas ejecuciones, las partituras se conservan en el Centro Regional de Investigación, Documentación y Difusión Musicales Gerónimo Baqueiro Fóster de la Escuela Superior de Artes de Yucatán.

En 1929, en el teatro Arbeu de la ciudad de México, se estrenó [i]Payambé[/i], ópera ballet de Fausto Pinelo, con letra de Luis Rosado Vega. El libreto, que identifica esta obra como una “evocación de la tierra del Mayab” que “se refiere a los usos, costumbres, ritos, fiestas, etc., de las razas aborígenes en los días de su gran imperio”, se puede leer en www.bibliotecavirtualdeyucatan.com.mx. La suite orquestal de esta obra ha formado parte del repertorio de la Orquesta Sinfónica de Yucatán en sus distintas versiones.

De Cornelio Cárdenas Samada se sabe que escribió las óperas Escenas itzalanas,[i] Chicheheen-Itzá[/i] y [i]Ya-yaax-can[/i], pero las partituras están perdidas. Y el noruego Halfdan Jebe compuso, con libreto de Sara Molina Font, la ópera Dignidad maya (1932), entre otras obras de tema indígena que se conservan en la Biblioteca Nacional de Noruega, en Oslo.
En general, todas son composiciones en las que se presentaba una imagen idealizada del pasado maya, con libretos románticos escritos con el distanciamiento propio de la sociedad no indígena urbana. Y, aunque se planteara como uno de sus objetivos promover el orgullo étnico entre los indígenas contemporáneos, solo por excepción llegaron a los mayas.

Sin embargo, estas óperas mayas son parte fundamental del pasado musical de la región que, por ello, merecen volver a verse y escucharse. ¿Qué tal si, en el marco de alguno de los festivales que se realizan anualmente o como parte las temporadas de las orquestas sinfónicas de la península se vuelven a montar, al menos en versión de concierto? Eso mientras algún compositor contemporáneo convierte en ópera alguna narración u obra teatral de Sol Ceh Moo, Isaac Carrillo Can, Socorro Loeza o Carlos Armando Dzul Ek.


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