Enrique Martín Briceño
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

14 de julio, 2015

El sábado 3 de julio pasado las piedras de la antigua Itzamatul se cimbraron con el rap de Pat Boy, El Maya, El Poeta, El Bilos y otros jóvenes hiphoperos mayas; se conmovieron con las baladas de Yazmín Novelo y vibraron con el calypso-cumbia de Rocío Pat Balam y el reggae y el rock de los grupos Yoket, de Oxolotán, y Chan Santa Roots, de Felipe Carrillo Puerto.

Hasta la pirámide de Kinich Kakmó y el convento colonial donde se venera a la Virgen de la Asunción llegaron la música y los versos en maya de esta nueva generación de artistas que canta en sus rolas el orgullo de pertenecer al pueblo originario de la península, pero también la problemática que enfrentan los jóvenes mayas de hoy: la falta de perspectivas, la necesidad de emigrar, la discriminación, las adicciones.

Maya K’i’ik/Sangre Maya fue el nombre de este concierto organizado por la Unidad Regional Yucatán de Culturas Populares y la Secretaría de la Cultura y las Artes, con el apoyo del Instituto para el Desarrollo de la Cultura Maya, el Centro Estatal de Capacitación, Investigación y Difusión Humanística y el ayuntamiento de Izamal.

Y, justamente, el título de la famosa rola de Pat Boy y el malogrado El Cima Atte refleja el espíritu de este encuentro que reunió a artistas con trayectoria y a noveles representantes de este movimiento musical que, originado en el centro de la península, se ha extendido con rapidez a toda la región.

La sangre maya (u k’i’ik’el máasewal) y en particular la de los más jóvenes herederos de los constructores de Chichén Itzá, Cobá y Calakmul está inyectando nueva vida a una lengua y una cultura amenazadas desde diversos frentes, entre ellos la persistente discriminación cultural.

Originarios de comunidades rurales en su mayoría, estos jóvenes componen en maya, entre otros motivos, para dar prestigio a su idioma y mostrar a otros mayas que no tienen por qué avergonzarse de su lengua materna.

Al mismo tiempo, al cultivar géneros no tradicionales, como el rap, el rock y el reggae, estos nuevos creadores muestran a mayas y no mayas que su idioma puede expresar las más diversas ideas y emociones, y puede emplearse en ámbitos distintos de los habituales, incluyendo aquellos identificados con la modernidad. Enfrenta de esta manera los prejuicios según los cuales el idioma maya no tiene la misma capacidad expresiva de otras lenguas y que lo identifican con la ignorancia, el atraso o el pasado.

A ello contribuye también el uso de las tecnologías de la información y la comunicación que hacen casi todos estos jóvenes artistas. Con esas herramientas a su alcance, producen sus propios videos y los suben a YouTube para que el mundo entero pueda verlos y escucharlos. Da gusto constatar que en esa inmensa videoteca global cada vez tiene más presencia la maya t’aan en las voces de Pat Boy, Príncipe Maya, El Maya y otros, acompañada con imágenes de la gente y el paisaje de la península.

Los jóvenes cantautores tienden así un puente que los une no sólo con otros mayahablantes de la región, sino con aquellos que se encuentran fuera, especialmente en Estados Unidos.

Varios de los hiphoperos mayas comenzaron haciendo rap en español y, posteriormente, bien por facilidad o por seguir el ejemplo de Pat Boy y los pioneros del rap en maya, han optado por hacerlo en su lengua materna. Así ha ocurrido hace muy poco con Ixná y compañía, de Pisté (quienes en su participación en Izamal usaron atuendos masculinos tradicionales e incluyeron a un jugador de pelota prehispánico).

Esperamos que ocurra igual con los hermanos Zapata Barea, de Temax, que saltaron a la fama gracias a su video Por qué voy a votar por ti, que les hizo pasar un mal rato en el proceso electoral pasado.

Estamos ante un movimiento de revitalización lingüística que parte de los propios jóvenes mayas. Sobre este singular fenómeno, el lingüista Josep Cru ha escrito recientemente:

“A pesar de algunos avances significativos, la política y planificación lingüísticas institucionales en México tienen importantes limitaciones para la promoción efectiva de las lenguas originarias. Es crucial, por ello, tener en cuenta micro políticas de revitalización que surgen de la base y en las que los agentes finales de la gestión lingüística son los propios hablantes en lugar de las agencias oficiales (…)

“ (…) el uso oral del maya en la música popular celebra el plurilingüismo y extiende las funciones de la lengua minorizada de una manera entretenida, lúdica, moderna y creativa, aspectos, por otra parte, que no han sido prioritarios en las políticas lingüísticas oficiales.”

Quienes estuvimos en Izamal esa noche asistimos a una celebración de la lengua y la identidad mayas. El ritual incluyó palabras, música, luces y movimiento, e involucró a unos 800 izamaleños y visitantes. Acaso la música llegaría hasta la estatua de fray Diego de Landa, quien fue guardián del convento de Izamal y encabezó el tristemente célebre Auto de

Fe de Maní, símbolo de la destrucción cultural causada por la conquista y la evangelización. A 453 años de aquel hecho, este nuevo, gozoso auto efectuado en Izamal es muestra de la vitalidad de una cultura que se ha distinguido por sus formas de resistencia, así como una afirmación de su fe en el futuro.


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