Eduardo Lliteras Sentíes
La Jornada Maya

29 de junio, 2015

Milena Pérez Torres, periodista del Canal Internacional NTN24 de Colombia, se comunicó conmigo la semana pasada para pedirme el teléfono de la alcaldesa electa de Valladolid por Morena. Milena quería que la ayudara a entrevistar a Alpha Tavera ya que la leyenda de su victoria, desde la cama de un hospital y en coma, en un estado y una ciudad dominados de forma mayoritaria –y no raramente de manera totalitaria– por el PRI, había dado la vuelta al mundo. O al menos, sus ecos habían retumbado en el altiplano cundiboyacense, que limita con las faldas de la cordillera oriental de los Andes, que circunda a Bogotá y donde todavía pasa el cóndor.

Pero la victoria de Tavera, a pesar de la adversidad y de un accidente en la carretera en el que falleció una persona mientras se dirigían a un mitin de Andrés Manuel López Obrador, tomó por sorpresa no sólo a periodistas del distante cono sur, sino sobre todo a los de Yucatán.

Tan escasa era la información y tan cooptada, que los sucesos que condujeron a la victoria de la joven alcaldesa electa, quien permaneció 15 días en coma, pasaron prácticamente inobservados en la capital del estado.

La victoria de la maestra Tavera por más de 12 mil votos sobre Mario Peniche es explicada por ella misma gracias a la simpatía que generó entre el electorado su lucha desde la cama de un hospital. Sin embargo, no hay que olvidar que tuvo el respaldo de un poderoso grupo que siempre había financiado y operado a favor de los candidatos del tricolor: los que rechazaron, desde el inicio, la imposición de Mario Peniche, mal querido por diversos motivos, incluidos algunos de índole personal.

Tavera explicó que los candidatos de otros partidos se dedicaron a sembrar infundios durante la campaña, como el rumor de que había quedado “mal de la cabeza” tras el accidente. Pero ni así ganaron, sorprendiendo, para empezar, al presidente del PRI, Carlos Pavón Flores, quien también se encontró la noche del 7 de junio con que Progreso pasaba a manos de una coalición variopinta de partidos liderada por Nueva Alianza.

La derrota en Progreso, municipio considerado bastión “inexpugnable” del PRI, dejó muy mal sabor de boca a Jessica Saidén, hija del secretario de Seguridad Pública de Yucatán, quien en los últimos días se ha dedicado a señalar con nombres y apellidos a los “traidores” del PRI que impulsaron el “voto cruzado”. Sin embargo, hay que decir que semanas antes del día del voto aparecieron en calles del municipio de Progreso pequeñas cartulinas en las que se invitaba a votar en contra de una candidata que no era del puerto, según decían. Y con escaso, por no decir nulo arraigo en la localidad, afirmaban. Fue así que José Cortés Góngora se alzó con una victoria inesperada tras 86 años de dominio indiscutido priísta y con más de 10 mil votos a su favor, mientras Jessica Saidén logró 8 mil 639 votos. Blanca Estrella Lí Ortega, del PAN, apenas sumó 2 mil 505 votos, muy lejos de los dos primeros lugares.

Todo esto, insistimos, pasó en gran medida desapercibido para los yucatecos, que estaban concentrados en el asalto a la joya de la corona, es decir, Mérida.

El fracasado asalto a la endeble fortaleza blanquiazul con una avasalladora maquinaria político-electoral que no escatimó en estratagemas judiciales, mediáticas e inclusive financieras fue el porrazo principal que dejó noqueado al PRI la noche del 7 de junio. No cabe duda: las invitaciones a las conferencias de prensa se cayeron una detrás de la otra, hasta que la noche envolvió a la Casa del Pueblo.

Tanta era la confianza en la victoria, y la soberbia de muchos en la campaña de Nerio, que se necesitó de una semana de pataleo rebuscando en los paquetes electorales la clave de la derrota para aceptar la victoria del candidato emergente, Mauricio Vila, quien llegó a última hora y casi a empujones tras la defenestración de la candidatura del diputado de la vida alegre, Raúl Paz.

A fin de cuentas el PAN logró conservar por más de 10 mil votos la capital. Pero si tomamos en cuenta a toda la coalición de partidos que apoyaron a Nerio Torres Arcila, son más. Sin olvidar la estrategia naranja con Ana Rosa Payán, a la que inflaron hasta colocarla, en las encuestas patito leídas en noticiarios estelares desde la capital azteca, por arriba del candidato vencedor una semana antes.

Eso sí, el PRI barrió con las diputaciones federales, ya que, como dijimos en nuestros análisis a lo largo de la campaña, la prioridad absoluta para Los Pinos y para el tricolor nacional era la obtención de curules en San Lázaro que apalancaran la segunda mitad del sexenio de Peña Nieto. Y sobre todo, las reformas queridas y ordenadas desde las capitales de la globalización del capitalismo fundamentalista de corte friedmaniano, con todo y su doctrina del shock a través de la guerra que azota a gran parte del país.

[h1]La derrota es huérfana [/h1]

El PRI nacional, y sobre todo Ivonne Ortega Pacheco, cumplieron llevándose todas las diputaciones federales, a pesar de que a la secretaria general del tricolor le vetaron venir a Mérida a realizar campaña. A la recién destapada candidata a la presidencia de la República –como contrapunto priísta a la candidatura de Margarita Zavala y de su esposo ex presidente– le pidieron no venir a su estado a hacer campaña, no fuera a ser que hiciera perder a Nerio y a otros. A toro pasado fue mejor: la derrota no se la pueden adjudicar, nos dicen. Y ya se sabe que la victoria tiene mil padres, pero la derrota es huérfana.

Por supuesto, no dejo de reconocer que el alcalde panista de Mérida, Renán Barrera Concha, a quien su partido le ha pagado ciertamente muy mal hasta ahora, se fajó y puso cara al mal tiempo que sopló a lo largo de los primeros seis meses del año.

Ahora podrá aflojar un tanto el cuerpo y dedicarse a cuidar del primer vástago de aquí a diciembre, en lo que llega algún nombramiento en el PAN nacional, rezan algunos. Claro, falta ver cómo caen los dados en Acción Nacional, ya que los panistas llaman a degüello contra los mismos panistas.

Por lo pronto, hay quienes ven al alcalde convertido en carne de macello (como llaman en Italia metafóricamente a quienes serán sacrificados en el matadero). Si Vila quiere obtener dinero –que va a necesitar en un contexto nacional de recortes presupuestales aprobados por los diputados votados incautamente por la ciudadanía– del gobierno del estado, tendrá que entregar un trofeo al gobernador. Y ese será la cabeza de Renán Barrera. De otro modo, dejarán al nuevo alcalde con los problemas que se acumulen por aquello del “errorcito” de “diciembre” del mítico gobernador Cervera Pacheco y su gabinete, que no firmó la Ley de Hacienda en 1999, permitiendo a un grupo de “empresarios” vivales exigir la devolución de 27 millones de impuestos más de una década después. Esto sin olvidar lo que pueda suceder con A&BC Leasing y sus lámparas.

[h1]Los tapados [/h1]

En lo que son peras o manzanas, ya comenzaron a moverse mediáticamente dos personajes de la política yucateca que aspiran ser candidatos a la gubernatura: el diputado Mauricio Sahuí (quien soportó institucionalmente la candidatura de Nerio Torres Arcila en Mérida muy a su pesar) y la senadora Angélica Araujo Lara, quien tras su paso por el Senado se siente, ahora sí, capacitada para inclusive gobernar el estado, sin que la lleven al baile como ocurrió durante su polémico paso por la alcaldía de Mérida. Ambos, se dice en los corrillos del poder, aspiran a ser candidatos a la gubernatura. Claro, otra cosa es poder, ya se sabe.

Otro que quería y no se sabe aún su destino político es Víctor Caballero Durán, quien de posible candidato a la alcaldía de Mérida pasó a pluri local y luego no se sabe a qué. Quizás a presidente estatal del PRI –aunque Carlos Pavón Flores ya anunció que en los próximos tres años su misión será el fortalecimiento de las estructuras priistas en los municipios, particularmente donde perdieron. Léase Progreso, Valladolid y Mérida, sin olvidar Umán y Hunucmá (donde estará el jugoso negocio de la fábrica de latas de cerveza de la Modelo, por ejemplo).

El PRI sabe bien y tiembla ante la posibilidad de que el mapa político del estado termine por pintarse de tutifruti y en la próxima elección de 2018 cunda el mal ejemplo ciudadano y ganen más alcaldías otros partidos, incluido Morena, tan odiado por las derechas y los capitales extranjeros a los que sirven.

Sin embargo, también se especula que Víctor Caballero Durán podría retornar al gabinete estatal. Eso sí, ya no a la Secretaría General de Gobierno. Se murmura que a la Segey (Secretaría de Educación) o a la Sedesol estatal. Está por verse, ya que un cargo en una delegación federal –esas que no pintan ni para un entierro– no se descarta.

Otro que ya dijo que quiere la gubernatura es Pablo Gamboa Miner, quien además de dos diarios en la capital de la República para impulsar su campaña tiene todo el apoyo de su experimentado padre, hombre de las cúspides del poder del país en las últimas décadas.

Otra de las cartas fuertes del PRI, sin lugar a dudas, es el experimentado Jorge Carlos Ramírez Marín, quien vuelve al Congreso federal con su amplia experiencia como tribuno, aunque hay que señalar que su punto débil, dicen algunos, es su escaso equipo en el estado.

Tampoco podemos olvidar a Felipe Cervera, por supuesto, hombre de trayectoria.

Del lado del PAN la caballada, en verdad, está muy flaca. El partido Acción Nacional ha abandonado a una carta fuerte –Renán Barrera Concha– mientras se debate en el pasado sin saber bien cómo es su futuro. Algunos dicen que Huacho podría retornar a intentar lo que estuvo cerca de lograr en 2012.

Eso sí, el PAN se juega todo, ya que Mérida es su último baluarte en el sureste. Y el costo de ser socio del PRI en las reformas le ha salido muy caro. Por no hablar de su crisis de identidad tras décadas de ejercer el poder a través de concertacesiones y presidencias que defraudaron a los mexicanos y ensangrentaron al país.

Por lo pronto, Renán Barrera no aparece en el mapa de los posibles relevos de Hugo Sánchez Camargo. Ya se hizo adelante ex senador panista Alfredo Rodríguez y Pacheco.


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