Yenny Marissa Gamboa Castellanos
La Jornada Maya

16 de mayo, 2015

Izamal

Tenía 9 años cuando comenzó a afeitar; a los 10 empezó a cortar el cabello. De eso han pasado 80 años, y aún continúa laborando don Fernando Esquivel, mejor conocido como don Nando.

Muchas generaciones han sido testigos de la incansable labor de don Nando en Izamal. Es prácticamente el único en la ciudad que aún afeita con navaja, lo cual ya casi no se usa, sin embargo, él lo prefiere porque dice que es más eficiente.

Ubicado en la parte trasera del convento franciscano en el centro de la ciudad, don Nando, nacido el 5 de febrero de 1925, cuenta con nostalgia un poco de sus inicios. Relata que su papá, Daniel Esquivel, también era peluquero, y de él aprendió el oficio. Practicaba con su hermano Mario, afeitándolo con un peine simulando la navaja; un día su papá le preguntó si lo podía hacer de verdad y él dijo que sí. En ese tiempo una rasurada costaba 25 centavos.

Comenzó trabajando los sábados y poco a poco fue tomando la responsabilidad de realizar la labor. Estuvo en unos locales rentados hasta que consiguió uno propio.

En el lugar muchas cosas también tienen su historia. La silla que usa para trabajar data de 1900, al igual que el espejo y el perchero.

La mayor parte de su familia ya ha fallecido: padres, hermanos, esposa. Actualmente su hija lo ayuda en lo que necesite.

Muchos de sus amigos a los que les cortaba el cabello también han fallecido; de varios de ellos tiene fotos, las cuales enseña con cierta tristeza.

Años atrás incluso gente de los poblados vecinos venía para afeitarse y cortarse el cabello. "Desde las 5 de la mañana venían; ahora todo es distinto". Las estéticas ahora hacen la mayor parte del trabajo.

"Ahora hasta las navajas son difíciles de conseguir, ya ni el jabón lo hacen como antes", relata.

Debido a la historia que tiene su negocio, varios turistas llegan para tomarse la foto del recuerdo con él.

Al preguntársele qué lo ha mantenido con buena salud, señala que ni siquiera usa lentes porque no los necesita. “Tenía unos pero se me descompusieron, y ya no los reparé porque de todas maneras no me los pongo”.

Uno de sus secretos es que a veces hace un preparado de agua con limón y con él se lava los ojos. “Con eso se me aclara la vista”. Muy pocas veces se desvelaba y en general tuvo una vida sana.


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