Daniela Tarhuni Navarro

13 de mayo, 2015

Mérida

Todas las historias del mundo de la ciencia resultan apasionantes. De entre ellas, una de las más excitantes es la referente a la electricidad. Si uno lo piensa, en apenas poco más de 120 años transitamos de no tener iluminación eléctrica en calles y casas a depender por completo de la electricidad para sostener nuestra forma de vida, al grado de que hoy nos sería muy difícil imaginar el mundo sin ella.

El desarrollo de la generación y transmisión de la energía eléctrica, de la que ahora disponemos tan fácilmente, no se lo debemos a una sola persona –solemos atribuírselo a Thomas Alva Edison–, sino a las aportaciones de muchos científicos desde el lejano siglo XVII, aunque haya sido a finales del siglo XIX cuando la electricidad se comenzó a estudiar formalmente y sus usos y aplicaciones se empezaron a extender en forma gradual.

Pero la historia tiene momentos decisivos, momentos que, sin imaginar sus consecuencias, transformarán para siempre al mundo. De esos momentos surgió el desarrollo de la electricidad, y con ella, una las confrontaciones más interesantes y divulgadas en el ámbito de las ciencias: la guerra de las corrientes.

Esta competencia para determinar cuál de los dos sistemas de generación y distribución de energía eléctrica se convertiría en la tecnología dominante: la corriente alterna (CA), desarrollada por Nikola Tesla, o la corriente continua (CC) de Edison, enfrentó dos visiones de la ciencia y los intereses económicos de grandes corporaciones.

Y, como en todas las guerras, hubo de todo, incluido un circo mediático. Algunos de los hechos más citados se refieren a que Edison, al tratar de desacreditar la corriente alterna, electrocutó con ella a perros, gatos e incluso un elefante. Tesla, en cambio, se expuso a una corriente alterna que atravesó todo su cuerpo sin causarle ningún daño.

La guerra llegó a su fin cuando, en 1893, la Feria Internacional de Chicago falló en favor del diseño creado por Tesla, basado en la corriente alterna, para iluminar su recinto. Tesla en ese momento trabajaba con el apoyo del empresario George Westinghouse, quien, a través de Westinghouse Electric, le financió su propuesta.

Durante la feria, Tesla tuvo la oportunidad de exhibir sus generadores y motores de corriente alterna, pero la victoria fue definitiva cuando se otorgó a Westinghouse el contrato para aprovechar el potencial hidroeléctrico de las cataratas del Niágara para satisfacer la demanda eléctrica de la creciente industria de Búfalo.

Esto sería suficiente para pensar que Nikola Tesla, ganador de esta guerra, se convertiría a partir de ese momento en un personaje popular o millonario, pero no fue así.

Aunque ganó la batalla, no fue hábil desde el punto de vista empresarial: rompió su contrato y cedió todas sus patentes a Westinghouse, con lo que la distribución universal de electricidad mediante la corriente alterna se hizo realidad, pero al mismo tiempo Tesla se privó del capital que le hubiera permitido avanzar muchos de sus proyectos, entre ellos la Torre de Wardenclyffe, basada en la transferencia de energía eléctrica sin necesidad de cables.
Tesla no hablaba de negocios: hablaba de revolucionar el mundo, y lo hizo con el desarrollo de la corriente alterna. Hablaba desde lo más profundo del apasionante mundo de la ciencia. Si hubiera tenido éxito, su sistema mundial para la trasmisión de energía eléctrica sin cables podría haber terminado en un medio para suministrar electricidad gratuita a toda la población. Esto, sin duda, haría realidad una de las transformaciones que nuestro mundo requiere.

Tesla vivió obsesionado por sus inventos. Enigmático, excéntrico y maniático, este gran inventor se convirtió en el típico cliché del “científico loco”, que tanto daño hace a la percepción de la gente la ciencia y los científicos.

Repudiada por sus detractores o idealizada por los fanáticos teslianos, la figura de Nikola Tesla está cada vez más presente en la cultura y uno puede encontrar numerosas referencias a este inventor en la literatura y la música, así como en películas, cómics y en movimientos culturales como el Steampunk.

Quien guste del hard rock debería saber que la mítica banda AC/DC debe su nombre a la ciencia, pues es la abreviación en inglés de “corriente alterna/corriente continua” (Alternating Current/Direct Current), nombre que simbolizaba la energía y la potencia de las presentaciones de la banda.

Muchas películas hacen alusión a Tesla, desde el cine independiente hasta el hollywoodense. Tal es el caso de la cinta El gran truco (Christopher Nolan, 2006), en la que el mago Angier (Hugh Jackman), en un intento por igualar a su rival Borden (Christian Bale), recurre a la ciencia y visita a Tesla, interpretado por el camaleónico David Bowie, con la intención de que el científico le ayude a conseguir la “teletransportación” a través del escenario. Otro ejemplo notable es El secreto de Nikola Tesla (Krsto Papic, 1980), que cuenta con la destacada participación de Orson Welles interpretando a J.P. Morgan, aliado de Edison.

La banda alternativa The White Stripes menciona al inventor en su canción Astro, y en el disco Elephant hay una fotografía de la paloma favorita del científico. Muchos músicos, entre ellos Björk, emplean bobinas de Tesla modificadas que producen tonos cuyo sonido recuerda a un sintetizador analógico.

En el campo de la literatura, muchas obras se han dedicado a su persona: Nikola Tesla: el genio al que le robaron la luz, de Margaret Cheney, o Tesla y la conspiración de la luz, de Miguel A. Delgado. También es posible encontrar los libros Yo y la energía y Firmado, Nikola Tesla: escritos y cartas, 1890-1943, textos del propio Tesla.
Recientementente, en Madrid, se realizó la exposición Nikola Tesla: suyo es el futuro, que, más que ser un repaso a su vida y obra, recupera la figura de Tesla a través de la visión de artistas, científicos, internautas y otros que admiran las contribuciones de este pionero en tecnologías visionarias para su época.

Otros van más allá de este homenaje. El año pasado, dos científicos rusos recurrieron, sin mucho éxito, al crowdfunding para retomar el proyecto de la Torre Wardenclyffe y reconstruirla de manera eficaz, y así ver cumplido el sueño que Tesla no pudo concretar.

A inicios de mayo, la empresa pionera en coches eléctricos Tesla presentó una batería para casas que, en palabras del presidente de la firma, Elon Musk, ayudará a cambiar “toda la infraestructura energética del mundo”.

La Tesla Powerwall permite, por unos 30 mil dólares, el almacenamiento de energía proveniente de paneles solares o de la red eléctrica y proveer un respaldo seguro en caso de un corte de energía, o usarse para depender menos de la compañía eléctrica con la que alguien tenga contrato. Pese a que desde diversos foros se ha visto con recelo el anuncio, la compañía se ha visto desbordada por la demanda de sus baterías, cercana a los 40 mil pedidos.

Quizá estemos ante un cambio revolucionario que transforme la vida en nuestro acelerado mundo. Pero lo más probable es que no, porque, pese a tener el nombre de uno de los más grandes visionarios de la ciencia, esta empresa quizá sólo busque aumentar el valor de sus acciones. Recordemos que Tesla hablaba de revolucionar el mundo y deseaba que la energía fuera de libre acceso para todos.

Una frase de Tesla, hoy más que nunca, es indiscutible: El presente es suyo, el futuro es mío. Y sí, su futuro –nuestro presente– lo es completamente gracias a él.

@nyxsys
[email protected]
Daniela Tarhuni es comunicadora de la ciencia. Trabaja en el Centro de Investigación Científica de Yucatán.


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