Gloria Serrano
La Jornada Maya
Mérida
25 de abril, 2015
“La verdadera obra de arte no tiene prisas: puede dormir durante décadas como La Regenta o durante siglos como La Lozana Andaluza . Estas fueron las palabras de Juan Goytisolo al recibir, el pasado 23 de abril en el salón de actos de la Universidad de Alcalá de Henares, el Premio Cervantes de Literatura. Precisamente, la galería de arte y diseño Noox, encabezada por el arquitecto Sergio Vallejos Ortiz y su asistente Salma Akele, apostó por el “arte sin prisas” para emprender un esfuerzo colectivo de intervención-rehabilitación en la Hacienda Kankabal en Yucatán, una bella durmiente como la obra de Leopoldo Alas Clarín o la de Francisco Delicado, ubicada en los alrededores de Izamal, la ciudad de las Tres Culturas que siempre viste de amarillo.
Hacer del arte el signo distintivo de un proyecto inmobiliario y de este, un motor para impulsar el arte, fueron las premisas que motivaron a Galería Noox a poner en marcha dicha iniciativa y lanzar una arriesgada convocatoria en redes sociales, invitando a jóvenes creadores a presentar sus mejores propuestas para participar en una residencia artística que tiene como objetivo revitalizar los espacios vacíos y olvidados de la que fue una hacienda henequenera y también rancho ganadero, ahora en desuso. Hubo un tiempo en que los premios, becas y concursos constituyeron la principal bocanada de aire para la producción de arte; sin embargo, en la actualidad, basta con navegar un par de minutos por la web, para observar que las residencias artísticas se han convertido en una interesante alternativa para la obtención de ingresos y el desarrollo de procesos creativos en todo el mundo.
273 ávidos artistas respondieron a esta convocatoria y 32 fueron los seleccionados. Divididos en 3 grupos, cada uno de los cuales hará de Kankabal su estudio-taller durante un mes, los residentes recibirán manutención, alojamiento y los materiales necesarios para intervenir artísticamente áreas específicas del lugar. En estos momentos el primer grupo ya se encuentra trabajando e integrándose en las actividades de esta sede que los recibió con el calor único de la península, al que Miguel Gómez, fotógrafo surrealista proveniente de Toledo, España, aún no se logra acostumbrar. Situación que no es extraña, todo el que llega debe pasar la prueba que impone encontrarse a una mínima altitud y al sur del Trópico de Cáncer. En el caso de Guillermo S. Quintana, creativo transdisciplinario, su cuerpo requirió “cinco mayos” para aprender a lidiar con ese enemigo invisible, por lo que orgulloso afirma que ya se ganó el pasaporte de yucateco.
La formación e intercambio de conocimiento entre los participantes es el mayor aliciente, particularmente cuando se trata de residencias de carácter internacional como esta. Sin señal de televisión ni acceso a Internet, estos artistas han reaprendido a conectarse por medio del lenguaje más antiguo, la mirada que antecede al encuentro. “Ha sido un experiencia increíble, tenemos plena libertad para producir. Los egos se cayeron y la palabra NO desapareció por completo de nuestro vocabulario. Cada conversación, cada reunión grupal es como echar tragos de cultura; la residencia se ha convertido en un buffet de creatividad del que todos aprendemos y nos servimos. Cuando alguien visita la hacienda de inmediato percibe que huele a artista”, dice con efusividad y desparpajo Guillermo, quien además describe las características del mural móvil con el que intenta codificar y decodificar la lengua maya para reivindicarla por medio del arte.
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