Tania Medina
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya
Mérida, Yucatán
Miércoles 7 de septiembre, 2016
Dani Hernández forma parte del Ballet Nacional de Cuba. Empezó a formarse en esta gran escuela a los nueve años, la edad mínima que admite el plan de estudios. “El ballet en Cuba es como una carrera profesional, es como estudiar medicina”, afirma. Todo estudiante debe cursar cinco años de nivel elemental y otros tres de pre profesional, para tener derecho a incorporarse a la Compañía.
Culturalmente se cree que el ballet es una disciplina exclusivamente femenina. Al respecto, Dani Hernández menciona que existen tabúes que deben eliminarse completamente, ya que los hombres también pueden realizar esta actividad.
“Eso es algo que ya está pasada, es de otro siglo. El hombre puede bailar perfectamente ballet sin ningún tipo de prejuicio, ni problema”. Para el ejecutante, este arte es como cualquier otro, uno en el cual las emociones pueden expresarse a través del cuerpo y el movimiento.
“Es algo maravilloso bailar, que el público se muestre agradecido y satisfecho es para mí es algo realmente gratificante”. Esto en conjunto a la experiencia de ir a otros países y el reconocimiento a su trabajo ha sido uno de los factores que lo impulsan a continuar en el arte de la danza.
Antes de salir a escena es inevitable sentir algo de nervios, esto sin importar los años y la experiencia con la que se cuente, afirma. Pero al poner los pies más allá de las bambalinas, el mundo cambia de manera mágica, asegura. Involucrarse con sus personajes hace que, si se encuentra interpretando un príncipe, el escenario se transforme en un castillo, o lo ayuda a transportarse a épocas, lugares y estilos.
Las clases diarias, que duran una hora, sirven como calentamiento para los ensayos que pueden durar hasta seis horas. Con esto se previene la incidencia de lesiones. Los lapsos de ensayo para llegar a la perfección en sus ejecuciones empiezan alrededor de las 9 de la mañana y concluyen hasta las 17 horas, con una hora de comida de por medio.
“Aunque seamos artistas, prácticamente tenemos el trabajo de un deportista de alto rendimiento, ya que el ballet está considerado un deporte aeróbico, de mucha resistencia y potencia. Hacemos arte en vez de deporte”, concluye el bailarín.
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