Aniversarios y días especiales

José Luis Domínguez
Foto: Cortesía de JL Domínguez
La Jornada Maya

Martes 26 de abril, 2016

[i]“Non fugan las vuescas Mercedes ni teman desaguisado algún, [/i]
[i]que mi ánimo no es de al que [/i]
[i]de admiraros y reverenciaros”[/i]
[i](El caballero de la triste figura)[/i]

Vaya manera de simplificar las cosas, reuniendo en un solo día el aniversario cuatrocientos de la muerte de dos locos que vivieron en esta tierra y que fueron amantes de los libros: Miguel de Cervantes (1547-1616) y William Shakespeare (1564-1616) y celebrar junto con ellos y al mismo tiempo el Día del Libro y el Día de la Madre Tierra. Y, sin embargo, se puede.

Hace más de noventa años, un gran escritor y educador dijo: “Los grandes genios son inseparables de su obra. Estudiando ésta es como se les ha de honrar, porque es lo único que queda y perdura a través de los tiempos. Su vida por interesante que sea, poco se diferencia de la del común de los mortales: nacen, luchan, sufren más o menos y triunfan o no de los prejuicios de su época: se reproducen rara vez y pagan, como cualquier Gedeón*, el inexcusable tributo a la naturaleza.”

Se trata de Eduardo Urzáiz Rodríguez, quien se consideraba a sí mismo como un émulo del ilustre caballero de la triste figura: había leído tantos libros de pedagogía, de medicina, de historia y de psiquiatría, que de éstos últimos obtuvo “su afición a tratar con locos”, como él mismo lo declaraba, al tiempo que reconocía cuán difícil era encontrar la línea divisoria entre la cordura y la locura. Y fue así que siguiendo a muchos otros especialistas en la materia, pergeñó unas cuantas líneas que se plasmaron en su artículo Don Quijote y la Psiquiatría publicado en el Boletín de la Universidad Nacional del Sureste (1922), de la que fuera su primer rector. Delirio parcial, monomanía, paranoia o psicosis, dice el mentor en el mismo artículo: “trátase sólo de una cuestión de nombres (...) en donde las alucinaciones convierten la duda inicial en certidumbre y dan a las ideas el carácter de convicción inquebrantable.”

No en vano, hace setenta años, un Quijote que aspiraba a gobernar en Yucatán, siguiendo esas “inquebrantables convicciones”, a pregunta expresa el día de su elección, declaró abiertamente que él había votado por el Doctor Urzáiz, ya que éste había sido su maestro de vida. Por cierto que la persistencia de “su insensatez” en favor de los que menos tienen, así como su defensa de la dignidad regional, lo llevaron a luchar contra los poderosos molinos de viento del gobierno federal, sufriendo en aras de sus ideales, los sinsabores de la ingratitud y de la muerte política.

Así, -continúa Urzaiz- curados a veces por los saludables efectos de las palizas que la vida les ofrece, nos podemos encontrar a diestra y siniestra en todos los tiempos a innumerables Quijotes, a los cuales la sociedad también golpea con la intención de “curarlos”.

De la misma manera, el homenajeado autor inglés, pese a habernos dejado en [i]Romeo y Julieta[/i] una obra emblemática de dimensiones universales, a manera de homenaje a las locuras que lleva el amor heterosexual, al leer algunos de sus sonetos, nos enteramos que éstos están dedicados a más de un amor homosexual por los que transitó, sin llegar siquiera a saber si éstos fueron comprendidos o asimilados por la sociedad de su tiempo.

A cuatrocientos años de distancia, pareciera que escuchamos a estos dos autores clásicos de la literatura universal gritar: ¡Quijotes el mundo, uníos!; ¡Romeos y Julietas, Venus y Adonis: júntense para salvar a esta madre tierra que sucumbe!

Estas parecieran ser las consignas que nos gritan Cervantes y Shakespeare, estos dos venerables locos. Piedras angulares en sus respectivas lenguas, que nos mueven a continuar leyendo y difundiendo sus obras para dejarnos atraer hacia la inagotables fuentes de sabiduría que nos ofrecen sus libros -cualquiera que sea su formato-, para construir juntos y más allá de nuestras diferencias, una sociedad mejor.

Rindo un homenaje póstumo a quien fuera un discreto quijote del solar yucateco: Carlos Lorenzo Loría Moguel, quien murió en esta ciudad a los 58 años, justo en este día de los mentados homenajes. Este yucateco ejemplar, exalumno del CUM que estudió medicina sin ejercerla, que creó una empresa y trabajó incansablemente en Cancún en el área de las refacciones y de la gastronomía, llegó a formar una hermosa familia y soñó desde muy temprana edad y más allá de las quimeras juveniles propias de su época, con un mundo diferente. Su obsesión por la justicia y la equidad, lo llevó a diseñar variadas y originales formas de ayudar a los demás, inquietud que supo transmitir hace casi 20 años a un grupo de jóvenes emeritenses inquietos, quienes fundaron la agrupación [i]Jóvenes Altruistas, A.C[/i]., que sobrevivió por algunos años, contribuyendo en su momento a la formación de esta generación quijotesca de soñadores.

Lorenzo Loría, que se autonombraba “el loco Lorenz”, desde donde esté, seguirá apoyando a éstos y a otros quijotes-altruistas de todos los tiempos, quienes, sea de noche “leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio”, avanzamos cual caballeros andantes, con nuestras múltiples locuras a cuestas. Al enfrentar la adversidad digamos como Juan de Montalvo: “¿Quién eres tú, infusorio*, que con este mundo encima vienes a echármelo a la puerta?...”

Así, a cuatrocientos años de la muerte de nuestros dos locos sublimes continuemos pues, con la audacia del Quijote proponiendo al mundo nuestras locuras, sabiendo de antemano que la razón no siempre nos asistirá.

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*Gedeón, personaje bíblico, juez de Israel que con 300 hombres luchó y derrotó a sus enemigos. También se dice de un tipo imaginario que se hace proverbial por sus simplezas.
*Instrumento utilizado para inyectar una sustancia en la vena.

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Mérida, Yucatán