Paul Antoine Matos y Fabrizio León Diez
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

25 de enero, 2016

La escena no es frecuente, al menos en la colonia San Ramón norte: una mujer conduce su vehículo, frena a mitad de la calle y da el paso al hombre que, en traje talar, cruza el arroyo. Es un honor darle el paso, le dice y tras breve diálogo, ella solicita una bendición y le es concedida.

“Ore porque sigamos en paz”, le dice la señora. Se trata de monseñor Gustavo Rodríguez Vega, quinto arzobispo de Yucatán, quien se dirigía a la redacción de [i]La Jornada Maya[/i].

En distintivo hábito blanco y solideo, Rodríguez Vega ingresó a las oficinas del periódico, saludando a todos los presentes, desde los repartidores, pasando por los editores, reporteros y diseñadores.

Hace seis meses, el 29 de julio, el prelado sucedió a Emilio Carlos Berlié Belauzarán en la catedral de Yucatán. Ese día, el Centro de Convenciones Yucatán Siglo XXI fue el marco para la reunión de una multitud de fieles que acudió a recibirlo, junto con políticos y empresarios.

-Arzobispo, a seis meses de su arribo a Yucatán, ¿cómo encontró el estado? ¿Qué le ha dejado esta experiencia naciente?

- Multitudes. La primera fue precisamente el día de mi llegada, en la misa de iniciación, con quienes se llenó el Siglo XXI. Pero después, al ir a cada comunidad parroquial, y especialmente a los pueblos. Ha sido encontrarme con grandes concentraciones de gentes que van a ver a su obispo, pero son personas que se reúnen. Entonces refleja una religiosidad popular muy fuerte, muy grande.

Cada pueblo es una enorme multitud. Me quedé sumamente asombrado cuando fui a Hunucmá, en la fiesta de la visita de Nuestra Señora de Tetiz; algo inesperado para mí por la cantidad de gente. Estuve hace unos días en Peto y fue una gran reunión. Dondequiera me he encontrado multitudes y eso refleja la religiosidad del pueblo yucateco, con buena acogida, buen recibimiento, muy cariñoso y muy amable.

-¿Cuáles son los retos que se encontró en Yucatán y la península?

-Iremos descubriendo qué necesita mejorarse; aunque encontramos en una situación de mucha tranquilidad y Mérida está clasificada como la ciudad más segura y pacífica de México, hay que apuntalarlo, fortalecerlo. Se oye decir por todos lados que, aunque no hay violencia, está a la vuelta de la esquina. Hay que trabajar también con la construcción de paz, no con la emergencia que se da en otros lugares, pero sí pensando en un posible futuro incierto que hay que certificar, avalar, y evitando las señales de alerta que se empiezan a encenderse en diversos lugares. No nos durmamos en los laureles de la seguridad y tranquilidad que ahora tenemos.

Que cada uno desde su trinchera ponga lo necesario, el trabajar para evitar la marginación, las grandes desigualdades. Trabajar a favor de los jóvenes, de esos barrios del sur de la ciudad y de algunos pueblos que caen en el pandillerismo, que hoy es algo muy riesgoso y peligroso, porque se busca atraerlos para el mal, consumiendo o trabajando la distribución de droga. Hay que atender este problema, desde todas las instancias.

- En una semana estará el papa Francisco en México, ¿qué es lo más importante de esta visita, tanto para él, para la Iglesia y para la sociedad?

- El Papa es un verdadero profeta de nuestro tiempo y él siempre tiene una palabra de retos para cambiar la vida, de los obispos, de los sacerdotes, de las religiosas, de los seminaristas, de los laicos. Palabras que van hacia la Iglesia. El Papa no habla sólo hacia afuera, sino hacia adentro y habla con mucha claridad para llamarnos a una vida muy congruente en el Evangelio.

Pero al mismo tiempo, habla de tal manera que sus mensajes le sirven a toda la comunidad: a los políticos, empresarios, maestros, padres de familia, al ciudadano común; aún para los no creyentes. Mucha gente puede sacar provecho de su mensaje, si mira y escucha con atención y respeto.

Espero, y muchos tenemos esa esperanza, que la visita vaya más allá de lo anecdótico; que significará, claro, un momento de mucho gozo, de mucha paz interior para todos los que participemos o sigamos el evento a través de los medios. Que, más allá de eso, quede también un mensaje para transformar vidas y que impacte en la vida de la nación.

Del Papa esperamos que él se cargue de energía, porque es lo que hace el calor humano que trae el mexicano, como aprendió a hacerlo San Juan Pablo II, quien decía que los viajes a México no sólo lo llenaban de energía, sino que en algunos momentos en El Vaticano se daba la oportunidad de repasar videos de sus visitas para animarse del ánimo que transmite el pueblo mexicano. Esperemos que también esto sea saludable para él, moralmente y espiritualmente.

-Un mensaje para transformar vidas, para transformar a la nación. Usted viene de un lugar afectado por la violencia, ¿cómo esperar que esta visita fortalezca a la sociedad mexicana para la búsqueda de paz?

- Espero que su mensaje lleve paz y esperanza a quienes sufren a causa de esa situación de violencia e inseguridad. Mucho de esto fue mi misión en la frontera, en Nuevo Laredo; animar a la gente que sufría a causa por sus seres queridos perdidos, o muertos; también mucho fue provocar caminos de construcción de paz.

Yo les decía “la situación es tan grave que no podrá componerse sino hasta dentro de unos 20 o 30 años, pero aquella situación que queremos para el futuro tenemos que trabajarla hoy, en construcción de paz y puntualmente trabajarla con los niños y con los jóvenes, desde la familia y las escuelas”.

El Papa puede abonar en lo que las iglesias hacen en cada una de las diócesis, en Guerrero, en Michoacán.

También espero que don Enrique Sánchez Martínez, el nuevo obispo de Nuevo Laredo, quien me sucedió y llegó la semana pasada, continúe a los trabajos de construcción de paz. Él y yo coincidimos en Roma para nuestros estudios de especialización, él recién ordenado sacerdote y yo con seis años de ministerio, pero estudiamos lo mismo, ciencias sociales y doctrina social de la Iglesia.

Espero que la voz del Papa y su presencia traigan además de consuelo y fortaleza a los que sufren, caminos de construcción de paz.

- Menciona construir la paz, trabajar hoy para que en 20 o 30 años se consiga; ¿qué hace la Iglesia para construirla?

- Toda la obra evangelizadora en general construye la paz. En base al documento de los obispos 2010 Que en Cristo nuestra paz tenga vida digna, entre otros programas que se desencadenaron, hay uno que es Escuela libre de violencia, constructora de paz, que se implementa en varios lugares.

En Nuevo Laredo comenzó a caminar en un colegio cuyo director tomó el curso en Cuernavaca, se reunió con otras universidades con la misma intención, después se contagió a otros nueve colegios, y nunca pudimos llegar como pudimos a la escuela pública, pero a través del catequismo en las parroquias sí incluímos algunos de esos elementos de construcción de paz, promoviendo lenguajes de paz, ideas de paz, acciones de paz. Aunque sean muy sencillas, dentro de la escuela y la familia, pensándolas así para la sociedad en general.

- ¿Cómo se encuentra la vocación de la fe en Yucatán, entre los jóvenes?

- Hay un sector juvenil cercano a la Iglesia muy comprometido, pero definitivamente hay un gran sector de jóvenes alejados de la Iglesia, porque nosotros en ella no aprendemos a hablar su lenguaje, el de las nuevas generaciones. Me refiero a saber llegar a tocar los puntos de interés de los jóvenes, usar los medios de comunicación, sobre todo las redes sociales.

La Iglesia tiene una preocupación muy grande. Se manifestó en Aparecida, en la Quinta Conferencia del Episcopado Latinoamericano. La misión permanente para ir a los alejados; el Papa también ha tenido siempre ese mensaje, pero la gran mayoría de los alejados en la Iglesia son los jóvenes, porque atienden a los mensajes que escuchan en redes sociales, o en sus escuelas.

De por sí el joven quiere experimentar nuevos caminos, considerar nuevas ideas, entonces si la Iglesia sigue hablando en su lenguaje de siempre, que es para generaciones mayores, difícilmente podrá tener ese contacto. Es una tarea titánica que no sé cuándo la podamos cumplir, pero hay que hacerla.

- ¿Cómo cumplirlo?

- Llegando a través de redes sociales, presencia en universidades y demás sectores escolares, y a través de los mismos jóvenes, que ellos sean evangelizadores de los jóvenes. Darle más lugar a los jóvenes que tenemos, para que nos ayuden a llegar a su generación.

- ¿Es un problema de comunicación o un problema filosófico, de valores para los jóvenes, sobre todo el uso del cuerpo, su sexualidad y la moral?

- Son ambas cosas. De comunicación lo tiene toda la sociedad, porque en general están con el reto de cómo llegar a los jóvenes. Las empresas deben fijarse en ellos, porque si no están condenadas a desaparecer.

Pero también es una cuestión de filosofía, porque imperan en el ambiente tendencias filosóficas que son adversas: una es el individualismo; muy marcado, otra es el materialismo, también marcado, y la tercera, en conexión con las otras dos, es el relativismo.

El individualismo no permite ver a los demás con la misma importancia, incluso hacia adentro de la Iglesia es un reto porque queremos trabajar en comunión, y esta tendencia es contraria a pensar en el bien común y a la solidaridad.

El materialismo se manifiesta, entre otras cosas, en el consumismo. Muchas veces deja a Dios fuera del campo, porque lo que se tiene como más urgente es lo material. A veces, sin pensarlo como una filosofía, está en la práctica un ateísmo práctico debido al materialismo.

El relativismo lleva a juzgar que nada es bueno ni malo, sino que cada quien sabe lo que hace. Es una idea moderna muy fuerte que se refuerza con el individualismo y el materialismo; son tendencias de pensamiento antiguas, pero hoy están de moda, desde la Revolución Industrial han ido en crecimiento.

- Un culto al placer inmediato…

- Sí, también; pero eso implica no tener presente la eternidad y no tener un valor sobre la vida. “Quiero gozar”, está de por medio junto al materialismo, la sensualidad de la vida, el goce de lo efímero porque mañana no sé si viviré, lo que importa es el ahora.

Detrás de los que ejercen la violencia está ese pensamiento: “oye te matarán por estar ahí”, “no le hace, pero mientras dure viviré bien, tendré billetes, una buena camioneta, un buen teléfono”.

El inmediatismo es no tener una visión de futuro. En el caso de los cristianos, carecer de una visión de eternidad.


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