Sandra Gayou Soto
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Viernes 26 de octubre, 2018

En los últimos años la producción de miel en Yucatán ha disminuido considerablemente y parte de la crisis por la que atraviesa la actividad apícola se debe al cambio climático, huracanes y deforestación. Sumado a ello, la vegetación de la Península ya no es la misma, por lo que la salud y abundancia de las abejas ha disminuido.

En entrevista con [i]La Jornada Maya[/i], Nelly Ortiz Vázquez, ingeniera agrónoma, ex presidente de la Unión de Apicultores de Yucatán y actualmente fundadora del parque interactivo Abeja Planet, expone las razones por las que considera importante revalorizar la importancia de las abejas y su cadena productiva, tanto los aspectos del medio ambiente como los beneficios económicos y crear nuevas generaciones de apicultores.

[b]Las crisis de la apicultura[/b]

Nelly Ortiz inició en la actividad apícola a los ocho años, y recuerda que su “papá como ejidatario tuvo la oportunidad de estar en el cultivo del henequén; en ese tiempo todos los que tenían henequén, tenían abejas”, había “abundancia de colmenas dentro de un apiario y abundancia de plantas nectapoliníferas”. En ese entonces se obtenían 50 kilos de miel por colmena al año; con el paso del tiempo, eso fue cambiando.

Para ellos la época de “crisis de la apicultura” era de dos meses en julio y agosto, en esos meses era necesario alimentar a las abejas artificialmente; esto se realizaba con “la miel que las abejas habían producido y como había exceso se resguardaba y se podía alimentar con la miel que ellas producían”.

Sin embargo la producción siguió disminuyendo, por lo que tuvieron que recurrir al azúcar de caña como alimentación para suplir el néctar. “En ese tiempo sólo se suplía al néctar; no había requerimiento de suplir polen”.

Lo anterior se debió a la falta de plantas que proporcionaran a las abejas estos alimentos. “No nos estábamos dando cuenta en ese tiempo del cambio climático. Observábamos que el ciclo apícola que empezaba en octubre y terminaba en junio, se estaba ampliando el requerimiento de alimentar a las abejas. Antes teníamos 10 meses de producción, las floraciones ya no estaban presentes o si estaban no estaban en abundancia; aumentaron los meses en crisis, pero no nos afectaba porque seguíamos teniendo gran cantidad de abejas y producción de miel”, recuerda Nelly.

[b]Tiempo de huracanes[/b]

El huracán Gilberto de 1988 generó una gran devastación y trajo consigo otro tipo de vegetación lo cual “se volvió un caos” porque no había suficientes plantas y hubo cambios en las temperaturas y humedad, esto no permitió el flujo de néctar “eso lo vimos en las plantas cosecheras”, con la falta de vegetación se redujo el número de colmenas por apiario por lo que bajó la producción de miel a 25 o 30 kilos por colmena.

En 2002 el huracán Isidoro golpeó a Yucatán. En ese entonces Nelly era la presidente de la Unión de Apicultores de Yucatán. Calcularon haber perdido el 50 por ciento de su inventario: de 280 mil colmenas se ahogaron 140 mil. El trabajo en conjunto con exportadores, comercializadores y todos los que forman parte de la cadena de producción, dio el resultado de que lograron recuperar su inventario. “Fue algo espectacular”, recuerda.

[b]Susceptibilidad de las abejas[/b]

Con la baja en la población de abejas, éstas quedaron expuestas a plagas y enfermedades. “Por baja población en la colmena, las abejas tienen una actividad de acuerdo a la edad. Cuando salen generan la jalea real para alimentar a las crías, luego se vuelven cereras, posteriormente higienistas, luego guardianas y su última actividad es ser pecoreadoras, en el último vuelo no regresan a su colmena”, detalla Ortiz, quien explica que con la baja de población las abejas se tienen que reorganizar “y medio hacen sus actividades, por eso son susceptibles a plagas y enfermedades”.

[b]Nuevas generaciones de apicultores[/b]

Nelly Ortiz afirma que los apicultores “amamos a las abejas, los que seguimos tenemos ese sentimiento ancestral de herencia, lo vemos más allá de economía”, a pesar de que se exporta el 90 o 95 por ciento de la producción, “tenemos que seguir con ese trabajo” pues las exigencias del mercado internacional requieren de subproductos como los de cosmética.

Es necesario contemplar todos estos factores además de la implementación de nuevas tecnologías “trabajando con apicultores tradicionales capacitando, haciendo giras de intercambio tecnológico, participando en seminarios y congresos apícolas, celebrando el día del apicultor con conferencias”, entre otras.

La generación de Nelly rebasa los 50 años. Ella considera que a algunos “les da trabajo recibir capacitación y desconocen todas estas situaciones”; sin embargo, está convencida de que es necesario crear nuevas generaciones de apicultores, no sólo con jóvenes sino también con jubilados, empresarios y mujeres.

“Nos toca aliarnos con todos, nos interesa que las abejas sigan presentes en el mundo.”


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