Kálmán Verebélyi
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya
Martes 15 de agosto, 2017
«La palabra es un arma peligrosa, y hay quien carece de ella», dice la canción de la cantante de pop Zsuzsa Koncz, y parafraseándola podemos decir que se arma peligrosa. Decretos del estado hicieron que muchos carezcan de ella, despojando con políticas sutiles la lengua materna, la que se aprende en la cuna que es el vehículo de las ideas. Cuando un pueblo opta por sustituir la suya por el dominante, pierde su identidad, porque sin el uso de la lengua común de una comunidad, de una etnia, se diluye su propia esencia, se desvanece, se marchita, se muere.
En lingüística para determinar la posición jerárquica de una lengua dentro de una comunidad distinguimos tres posibilidades: sustrato, superestrato y adstrato. El encuentro de la lengua española y las indígenas de Mesoamérica al inicio, en el siglo 16, fue una relación de superestrato, ya que el conquistador se comunicaba con el pueblo sometido por medio de intérpretes. Otro vínculo entre el dominante y subyugado se daba durante la evangelización o en las representaciones teatrales.
Con el paso del tiempo cada vez más indígenas aprendían el castellano, por lo que ambas lenguas coexistían. Sin embargo, en el estatus de adstrato, la convivencia de dos lenguas independientemente una de la otra sólo se daba en la población aborigen. El sustrato, a su vez, es la influencia de una lengua en otra que en la mayoría de los casos se agota en el préstamo de palabras. Así tenemos palabras de origen maya en nuestro conversar diario, como los mayas también al referirse a cantidades usan palabras de origen español.
La lengua es el elemento fundamental de la identidad cultural que es un conjunto de peculiaridades propias de una cultura o grupo que permiten a los individuos identificarse como miembros, pero también distinguirse de otros grupos culturales.
La identidad cultural comprende aspectos tan diversos, aparte de la lengua, el sistema de valores y creencias, las tradiciones, ritos, costumbres o comportamientos de una comunidad. Este conjunto de particularidades, patrimonio y herencia cultural de la colectividad, es lo que viene definiendo históricamente la identidad cultural de los pueblos.
La identidad de un grupo cultural es un elemento de carácter inmaterial o anónimo, que ha sido obra de una construcción colectiva; en este sentido, está asociado a la historia y memoria de los pueblos.
La identidad cultural sirve como elemento cohesionador dentro de un grupo social, pues permite que el individuo desarrolle un sentido de pertenencia hacia el grupo con el cual se identifica en función de los rasgos culturales comunes.
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