La Jornada Maya
Foto: cortesía AMC

Ciudad de México
Miércoles 1 de noviembre, 2017

La Academia Mexicana de Ciencias (AMC) organizó el foro [i]¿Cómo se pueden reducir los riesgos en caso de sismos?,[/i] con el objetivo de entender los problemas que aquejan a nuestra sociedad, en particular en el tema de sismos.

Xyoli Pérez Campos, jefa del Servicio Sismológico Nacional (SSN) e investigadora del Instituto de Geofísica, señaló que para reducir los riesgos en el caso de sismos, es necesario conocer el fenómeno, que implica entre otros aspectos su monitoreo, estudio y recopilación de datos.

Sostuvo que gracias a la evolución de la Red Sismológica Nacional y a partir de los datos que se han generado, ahora se puede conocer mejor el fenómeno, sin embargo, hace falta fortalecer la Red con más estaciones, porque son las que alimentan este sistema en tiempo real.

En la actualidad la Red cuenta con información de 163 estaciones y aunque el número pareciera importante, en comparación con otros lugares sísmicos la cifra ya no lo es, pues solo en el estado de California, en Estados Unidos, se contabilizan 400 estaciones, y en Japón mil 200, territorios menos extensos que el de nuestro país, destacó Pérez Campos.

"Vemos que en zonas como la costa de Michoacán la capacidad de reacción no es igual que en el resto de la costa del Pacífico, eso pone un foco rojo en términos de detección y de estaciones que monitorean la sismicidad en el país, sobre todo siendo la costa de Michoacán el lugar donde se originó el sismo de 1985, por lo que esperaríamos tener más información para esa zona", agregó.

Xyoli Pérez informó sobre el trabajo que se lleva a cabo alrededor de un proyecto para cubrir la zona norte, centro y sureste del país, incluso Baja California, el cual comprende 58 estaciones nuevas para tener un mínimo de detección. Cada estación en promedio cuesta tres millones de pesos y es un proyecto sometido al Fondo de Prevención de Desastres con la Secretaría de Gobernación. Sin embargo, "hacen falta redes regionales y locales más densas, la pregunta es quién toma esas responsabilidades y de dónde salen los recursos para ello", añadió.

[b]Infraestructura y sismos[/b]

Mario Ordaz Schroeder, investigador del Instituto de Ingeniería de la UNAM, explicó la composición del suelo de la Ciudad de México, “un asunto de gran relevancia pues la sismicidad alta se concentra en el terreno blando, el cual se encuentra en algunas zonas del Valle de México.

El especialista señaló que el terremoto magnitud de 7.1 con epicentro en Axochiapan, Morelos, evidenció que hay cientos de edificios en pie que incumplen con las normas y no se sabe qué pasará con ellos ante futuros sismos, por lo que recordó que ante estas eventualidades “una construcción correcta y racional es nuestro mejor instrumento”, más allá de la magnitud y cercanía del sismo, fenómenos que condicionaron el patrón de daños que se registraron.

“El temblor del 19 de septiembre de 1985 fue más grande para edificios de hasta 15 piso, pero en lo que respecta a edificios bajos fue más chico. El temblor del 19 de septiembre de 2017 indujo fuerzas en los edificios bajos más fuertes que el temblor de hace 32 años, mientras que este último indujo fuerzas más grandes en los edificios altos en Ciudad Universitaria, y estos impactos dependen del tamaño del edificio, de la frecuencia de vibración del edificio y si las fuerzas de inercia son más grandes o más pequeñas

Los terrenos blandos, que es donde se encontraban los antiguos lagos de Tenochtitlán, son los sitios donde la amplificación de la onda sísmica fue más alta que en tierra firme. En la zona Culhuacán una estructura de 12 pisos habría experimentado una fuerza 10 veces más grande que en Ciudad Universitaria, señaló Ordaz Schroeder.

El mapa de tipos de suelo y su relación con los sismos está en las normas de construcción, sostuvo Ordaz Schroeder, y el asunto es vital porque hubo 300 muertos en las zonas blandas y en las zonas firmes cero. “Creo que debería estar indicado en todas las colonias de la ciudad la frontera entre una zona y otra y la información debería estar al alcance de los ciudadanos para que estén informados del riesgo de vivir en zonas como la colonia Condesa de la Ciudad de México".

[b]Más conocimiento[/b]

Shri Krishna Sing Sing, investigador emérito del Instituto de Geofísica y miembro de la AMC, hizo un repaso de lo que ocurrió en 1985, de lo que se aprendió de ese evento y ver si ha sido suficiente para mitigar los riesgos ante futuros temblores, que no son predecibles, pero que a través de conocer aspectos importantes como las fuentes sísmicas y movimientos de terreno, que son de mucha ayuda desde el punto de vista sismológico para poder establecer cómo serán esos movimientos.

“Las características determinadas de las fuentes sísmicas pueden ser de utilidad para definir el peligro. Hasta ahora tenemos datos y herramientas para analizarlos y podemos estudiar a detalle lo que ocurrió en el pasado temblor del 19 de septiembre, no así con los ocurridos anteriormente, antes de los años 60, por ejemplo, incluso antes de 1985 tal vez era bastante difícil”, reconoció el sismólogo.

Sing apuntó que en 1985 al parecer los movimientos en la Ciudad de México excedieron lo que estaba previsto, lo cual es poco sorprendente debido al hecho de que había muy pocos instrumentos para registrar los temblores. Indicó que uno de los problemas para el temblor ocurrido hace 32 años fue una subestimación del movimiento esperado por falta de información. lo que supuso una deficiencia desde la perspectiva sismológica, pero “ahora vemos cosas esperadas”.

“En el Valle de México apenas se había instalado una red de acelerógrafos antes de 1985 y tras el evento se obtuvieron datos que fueron muy valiosos para entender mejor las causas de los daños en la ciudad, y se ve que las ondas sísmicas estaban amplificadas y no es que no se supiera que las ondas sísmicas se amplifican en esta zona, pero fueron los primeros registros que mostraban muy claramente esa diferencia.

“No había datos para saber cómo sería la amplificación. Y poder decir ahora que parte de las razones de desastre en ese entonces fue la falta de conocimiento del movimiento del Valle de México. Entonces se vio la necesidad de que si queríamos mejorar nuestra estimación de peligro y de fuentes sísmicas era necesario mejorar nuestra red de sismógrafos y acelerógrafos. Y con la información que ahora tenemos podemos establecer que el sismo del 19 de septiembre pasado sí fue un temblor energético, pero que ni la magnitud ni la distancia fueron los factores que ocasionaron el desastre en la Ciudad de México”, apuntó.


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