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del

Francisco Rosado May
La Jornada Maya

Lunes 20 de enero, 2020

Testigos mudos de la historia permanecen hoy inmóviles y oxidados frente al Museo Maya Santa Cruz Xbaalam Naj, en Felipe Carrillo Puerto, algunos de los restos del primer tren del estado de Quintana Roo. Sin voz ni palabra, los vestigios del otrora tren que conectaba a Vigía Chico con Santa Cruz de Bravo –hoy Carrillo Puerto– transmiten a propios y extraños, en voz alta, rompiendo el silencio, la memoria histórica que forjó parte de la identidad que hoy tenemos en el centro del estado.

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La noción de un tren en Quintana Roo no es nueva para los habitantes de esta zona. El 13 de diciembre de 1901, aún sin concluir la guerra de “castas”, y para fines militares, se ordenó en Nueva Orleans el material para construir el ferrocarril que a lo largo de casi 57 kilómetros uniría a Vigía Chico con Santa Cruz de Bravo. El tren inició su funcionamiento en 1905 con tres locomotoras de vapor de 40 hp cada una, 10 vagones techados y 14 tipo plancha, hechas bajo el modelo conocido como Decauville.

Si consideramos 2019 como el año en que inició con fuerza la discusión sobre el proyecto del Tren Maya, habrían transcurrido 120 años desde que iniciaron los planes para construir el tren Decauville. Parecen muchos años, pero en la memoria colectiva de los mayas del municipio de Felipe Carrillo Puerto el tema sigue vigente, con diferentes interpretaciones que incluso podrían explicar las posturas que tienen personas y grupos de la región… y más allá.
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El proyecto de desarrollo Tren Maya ofrece actualmente la oportunidad de reflexionar nuestra historia y posible futuro. Para ello esta entrega descansa en las siguientes preguntas: ¿cuál fue el contexto del tren Decauville en la región central de Quintana Roo? ¿Qué enseñanzas podría retomar el proyecto del Tren Maya?
La investigación socio-histórica amplia y disponible sobre el tema, permite abordar con bastante certidumbre la primera pregunta. La segunda tendrá un sesgo porque refleja una posición que no es exactamente personal, por la coincidencia en su valoración con muchísimas otras personas, pero que es el resultado de una jornada particular que involucra la formación familiar, profesional, académica y la del contacto directo con indígenas mayas, comenzando con mi bisabuelo, el general Francisco May.

[b]Contexto del tren[/b]

El apetito de expansión de la corona española guió las incursiones de Hernán Cortés en lo que hoy es México. Cortés llegó a Cozumel a finales de febrero de 1519, habiendo partido de lo que hoy es Cuba. No fue el primero, lo fue Pedro de Alvarado, quien trató muy mal a los nativos en Cozumel. Aun cuando Cortés trató de suavizar la situación liberando indígenas presos y devolviéndoles las pertenencias que les habían sustraído, sus acciones en contra de las creencias y prácticas de culto a sus dioses, así como la destrucción de sus “ídolos”, inició la tensión entre los invasores y los locales.

Años más tarde, a mediados de 1527, Francisco de Montejo, El Adelantado, inició su campaña para la conquista de Yucatán. En septiembre del mismo año se establece en Cozumel, fundando la población de San Miguel de Xamancab; desde ahí inicia sus incursiones a tierra firme. Así, Tulum (Zamá), Tankah (Xaman Zamá), Bahía de Soliman y Xel Há, en lo que hoy es Quintana Roo, fueron testigos de las incursiones de los españoles como base para avanzar tierra adentro.

Tuvieron que pasar más de 20 años e innumerables batallas contra los mayas que se resistían a su paso para que los españoles pudieran considerar en 1547 que tenían buen control de lo que hoy se conoce como península de Yucatán. En Quintana Roo destacan las batallas, durísimas, en Uaymil, Chactemal y Bacalar.
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Los años pasaron, la colonia inició la práctica del abuso a los indígenas, esclavizándolos e incluso vendiéndolos a Cuba, acumulando así tensiones que se manifestaron en varios intentos de rebeldía que fueron sofocados. A pesar del éxito del movimiento de independencia de México ante España, que inicia en 1810 y termina en 1821, las malas condiciones de vida de los mayas no mejoraron; ya no eran los españoles como dueños de las haciendas y responsables de los malos tratos, sino los criollos, los nuevos amos, la casta divina.

[b]Francisco May y el tren Decauville[/b]

El general May nació en Yodzonot, Yucatán, se cree que en 1877. Perdió a su padre en la guerra y su madre se casó con Felipe Yamá, líder maya, aguerrido contra los dzules y huaches. Con 18 años a cuestas se incorporó como soldado con su padrastro, luchó contra las fuerzas de Bravo. Su valor en las múltiples batallas le valió, con el tiempo ser nombrado general por su gente. Entre sus ataques se cuentan varios contra el ferrocarril militar.

Cuando Bravo se retira de Santa Cruz, en 1912, varios líderes mayas, entre ellos Francisco May, decidieron destruir la infraestructura que los huaches habían construido en su pueblo sagrado: bomba y depósito de agua, línea telegráfica. El ferrocarril también fue atacado, descarrilaron carros del tren y quemaron locomotoras, coches y plataformas, así como la vía en diversos puntos. Todos considerados como símbolo de la guerra y de los militares. Años después el ferrocarril es reconstruido; en 1917, Francisco May queda como concesionario de la explotación del chicle.

May y el ferrocarril son recordados en forma conjunta. En 1918, el general firmó un “acuerdo” con el gobernador Octaviano Solís; es el año que los mayas consideran como la fecha formal de terminación de la “guerra de castas”.

Pero la razón del ferrocarril, el transporte de chicle y madera, empezó a declinar por varias razones, como la construcción de carreteras que llegaban a Felipe Carrillo Puerto. El 23 de febrero de 1934 fue entregado a la Secretaría de Agricultura y Fomento, coincidiendo con el cambio de nombre de Santa Cruz de Bravo a Felipe Carrillo Puerto. Esta Secretaría consideró que lo más recomendable sería rentar el ferrocarril a un particular, ya que no tenían recursos para su mantenimiento. Sin embargo, decidieron que el tren debería ser aprovechado por la población, por lo que la Dirección de Fomento Agrícola facilitó que la administración del internado indígena de Felipe Carrillo Puerto fuese quien aproveche el ferrocarril. Para entonces el tren era solo plataformas jaladas por un tractor corriendo sobre la vía Decauville, un tractocarril, no un ferrocarril.

Margarito Ramírez, gobernador del territorio de Quintana Roo y ex líder ferrocarrilero, a principios de los años 1950 desmanteló lo que quedaba de las rieles del ferrocarril para venderlo como chatarra. El tren ya no era considerado estratégico, necesario. Fue sustituido por carreteras. En 1985 las piezas del ferrocarril, regadas en la selva, costa y población de Carrillo Puerto, fueron colectadas y usadas para exposición museográfica por parte del ayuntamiento. Para entonces Francisco May ya había fallecido, el 31 de marzo de 1969, en Felipe Carrillo Puerto; entonces yo tenía 14 años.

Dejó en mi conocimientos, anécdotas y enseñanzas a lo largo de las pláticas que sostuve con él desde que tenía yo unos ocho años. Una de esas enseñanzas fue que la guerra que viene en un futuro cercano no será con fusiles sino con lápices, cuadernos y valores para enfrentar lo que venga, incluyendo malas personas, violentas, ladrones. Es decir, inteligencia, conocimiento y comunidad explicaron para mi por qué Francisco May, a diferencia de muchos otros líderes, no fue asesinado ni por su propia gente ni por dzules o huaches.

[b]Aprendizajes para el Tren Maya[/b]

El tren Decauville, junto con el operativo militar, fue un instrumento para explotar los recursos naturales en Quintana Roo, y de paso a los pobladores, con la “idea de llevar desarrollo a los pobres atrasados indios”. Hay una fuerte dosis de racismo detrás de esta visión, manifestada en diferentes publicaciones con expresiones hacia la persona de Francisco May. Los mayas percibieron correctamente esta situación, la cual aunada a la violencia desatada por los huaches uniformados y los malos tratos que conllevaron a su rebelión son explicaciones a su actitud. Esta visión no debe estar presente en el tren maya.

La definición de desarrollo detrás del tren Decauville, implícita en las acciones, emergió unilateralmente, sin la participación de los actores que viven en el territorio donde el proyecto se desarrolló. Este enfoque ha demostrado una y otra vez que no funciona. He ahí la importancia de prestar atención a las propuestas que los indígenas hicieron en las consultas de diciembre 2019 sobre el tren maya.

Los mayas, de ayer y hoy, en un momento determinado concluyeron que el gobierno tiene el derecho y facultad de proponer macroproyectos. Sintiendo el rezago lacerante en que viven en sus comunidades, también concluyeron, en la gran mayoría de la población, que es mejor sumarse al proyecto, como una forma de atender adecuadamente sus enormes rezagos.

Esta decisión es un ejercicio libre de sus derechos fundamentales; sin embargo, su adhesión no debe ser tomada como un cheque en blanco. Será importante cuidar los aspectos ambientales, sociales, distribución de la riqueza, combate a la corrupción, ofrecer educación de calidad, empleos bien pagados, movimiento económico para los productos generados en la región, infraestructura adecuada en comunicación (internet, carreteras, telefonía), salud, deportes, cultura, etcétera.

Personalmente, influenciado por la historia de vida que tengo, que incluye los aprendizajes de mi cultura y mi familia, así como la formación académica y experiencia práctica, considero que el tren maya es una muy buena opción para combatir el subdesarrollo de la península de Yucatán, pero tomando en cuenta las observaciones, sugerencias y propuestas de los indígenas. La creación de un plan de desarrollo diferente, que articule las diferentes oportunidades y establezca puentes eficientes entre culturas, es decir un enfoque intercultural, creado y puesto en marcha por personas con la formación, capacitación y experiencia, son ingredientes necesarios e indispensables.

No habrá otra guerra de castas, pero sí debe haber una guerra a los rezagos, desigualdades y corrupción. No hay otro planteamiento de desarrollo del calado que implica el tren maya, las diferencias entre los puntos de vista sobre el proyecto pueden tener elementos de coincidencia. El reto es encontrar esas coincidencias y tender los puentes para los acuerdos.

Como todo personaje que hace historia, Francisco May ha recibido críticas y reconocimientos. Forjado en el siglo XIX y el siglo XX, May también contribuyó al acercamiento entre diferentes mundos, el suyo y el de los huaches, que tenían más poder económico y bélico. Sin las decisiones que tomó el “rebelde” general May quizá muchos de nosotros no estaríamos hoy leyendo esta historia y tratando de participar en la construcción de un mundo mejor para nuestros descendientes.

Agradezco las conversaciones con los cronistas de Felipe Carrillo Puerto, Mario Chan Collí y Carlos Chablé Mendoza, sobre el tema del tren Decauville.




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