Kálmán Verebélyi
La Jornada Maya
San Francisco de Campeche
Miércoles 1 de noviembre, 2017
Poco después de que se anuncia el comienzo/ final del poblado Bethania, donde la carretera se bifurca y forma una ye, un letrero ostenta una leyenda en la que se puede leer que el Gobierno de la República conserva 13.5 kilómetros de esta carretera hacia las ruinas de Acanmul y más allá.
Precisamente allí, junto al anuncio, comienza un tramo de varios cientos de metros que se había olvidado de construir. Pasando la terracería sí se ve la cinta asfáltica nueva. Debieron comenzar por el otro extremo y se les acabó el material para cuando llegaron cerca de Bethania, medito.
Estoy en busca de una iglesia en ruinas. La selva es tupida, no distingo más que partes caídas de paredes de unas casas, la iglesia no se deja ver.
De repente distingo unas paredes majestuosas, altas. El negro del moho que la cubre hace que parezca sombra de los árboles.
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Según cuentan, en la época, cuando había esclavos acá, sus dueños, los Sandoval, tenían una fábrica de azúcar de caña. Es cuando se construyeron la iglesia y las casas de las que hoy sólo quedan unos cimientos, paredes derruidas cubiertas de moho negro. En el porfiriato, la hacienda ya era propiedad de don Enrique Loza Larronda.
Él se dedicaba a la ganadería, tenía bastante gente para cuidar los cientos de cabezas de ganado. Ya grande, don Enrique decidió vender la propiedad a un tabasqueño que había tenido deudas con un banco, quien tomó la finca -porque ya no se llamaba hacienda- como pago. Tiempo después, el gobierno adquirió la propiedad, que es un cuadrado de unos 400 metros por 400. Y se dice que mientras haya gobierno, esta finca será propiedad de ellos.
Las paredes de la iglesia son gruesas. Desde el atrio, si se presta atención a unas vigas atravesadas, se adivina cómo estaba techada. Cuentan que la iglesia fue saqueada ya hace mucho, que el altar era bonito y nadie sabe dónde quedó.
Los dueños del lugar ahora son las víboras. Las cascabeles, con el calor o la lluvia, salen de su escondite aprovechando la sombra de la maleza para resguardarse.
Son los guardianes de la iglesia.
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