Homenaje a Jorge Cocom, en Ciudad del Carmen

La Jornada Maya


4 de junio, 2015

Ciudad del Carmen, Campeche


Palabras de Fabrizio León Diez, director de La Jornada Maya, durante el homenaje a el escritor Jorge Cocom Pech, en la Feria Nacional del Libro, organizado por la Universidad Autónoma del Carmen.

Primero, un agradecimiento por el honor de invitarme a participar y a dar mi modesta opinión en este merecido homenaje al poeta Cocom.

Yo conozco a Jorge. Conozco por ejemplo, su paso por la política hace muchos años. Una decisión difícil en un mundo que empezaba a ser cada vez más polarizado y completamente irracional. Ahí conoció los atropellos de tomadores de decisiones y los enredijos encubiertos de las resoluciones que adoptan los gobiernos para gobernarnos. Su paso por la política le valió críticas de enemigos y también de algunos amigos que dejaron de serlo, y conoció ahí, en ese escabroso ambiente, lo que pueden hacer los rumores, la desconfianza y hasta las amenazas en la frágil tranquilidad del alma que a Jorge le gusta tanto.

Y conozco bien a Jorge porque sé cómo la política nos tienta irremediablemente. Hay que leer cualquiera de sus opiniones por Internet donde nadie, ningún político, ningún partido, queda libre de las furibundas críticas que lanza. Sus alegatos contra la Reforma Educativa y Energética y sus juicios contra el PAN, el Partido Verde y la cuadrilla de verdugos, como él los llama, llegan a ser una llamada un tanto intimidante, la verdad, pero convincente, a oír y pensar con detenimiento los discursos electorales de las campañas que nos inundan en estos días. Ese es el Jorge que dejó para siempre la política, pero al que la política nunca dejó.

Conozco bien a Jorge Cocom. Su obra literaria, desde “Las Lágrimas de Oro”, pasando por los relatos de “Don Gregorio, un Sabio Maya” y otros escritos, constituye un vasto compendio de todos los componentes del mundo maya. Desde fantasmas, desde la Tierra, hasta la conversación donde el abuelo revela al nieto que “todo el Universo sueña”, y que “todos en el Universo sueñan”, porque ahí se encuentra el código de nuestro origen y son, los sueños, “la revelación para la rebelión”, nos anuncia el relato de un ritual que muchos practican y pocos pueden conocer. El sabio que habla con la serpiente, se hinca sahumado en copal, que llama a los vientos y los vientos le obedecen cuando llama, para darle al agitado niño la paz de poder recordar sus sueños. Es el sabio que hace salir del niño obediente el nombre de su identidad. Fuera de la mirada folcklorista de la cultura, Jorge Cocom nos deja ver el componente insurrecto de su Maya natal. Ahí está, como pocos lo muestran, el peso y la carga del nombre que cada uno de nosotros lleva, como un compromiso irrenunciable.

No sé cómo Jorge logra (no soy escritor ni poeta) una descripción tan puntillosa del espacio: “contemplé extasiado el regalo de la aurora… una greca enorme filigranada en nubes ámbar y rosa” o cómo logra una descripción tan vívida de un momento: “pajaros y otros animales que dormían… empezaron a correr asustados, sin rumbo, atropellándose”. En la poesía, en el cuento, no es necesario estar ahí pero ¿de cuántos sueños, de cuántas vidas sacó Jorge la sabiduría inmortal que nos deja ver en sus cuentos? “Las flores son los ojos de las plantas…” nos dice. “Si te fijas bien… las ranas… brincan de gusto sobre las hierbas inundadas de agua.” Y “las libélulas son los helicópteros del monte”. También me pregunto, porque la palabra es, para mí, una directa confección del cerebro y del pensamiento, cómo logra Jorge esa musicalidad en sus escritos: “…Hijo del viento, hecho de vientos, ve por el viento…” Ese sonido viene solamente cuando uno se asimila a la vida desde la lengua Maya, donde no existen los tiempos y los verbos se conjugan solamente en el presente. Siipché. Cocom Pech, dicho así con ese acento, el orgullo de tener cuna, nombre y apellido mayas y que, en cualquier ciudad del mundo o de este país, Jorge afirma asentando la cabeza, con estampa de porfiada dignidad.

El maestro Jorge Cocom, es reconocido como poeta, a pesar de que su obra está en prosa, es sin duda, el poeta maya peninsular más sobresaliente, quizá porque su obra no es un ejercicio literario, no es una ideación poética, narra procesos iniciáticos que trasmiten la más pura y trascendente sabiduría maya. Sus narraciones deslumbran en su sencillez y belleza, y anuncian a un gran poeta que hoy recibe un justo reconocimiento.

Pero no crean que conozco a Jorge desde hace mucho tiempo. Lo conocí hace unas pocas semanas, cuando la buena suerte nos embarcó a los dos en un cautivador proyecto editorial que ahora compartimos. Y he conocido una parte de Jorge que, tras su estilo franco y hasta huraño, jamás me hubiera imaginado. En momentos de enorme soledad, porque a veces este tipo de empresas así nos deja, solos, recibía un mensaje inesperado, que de la nada me mandaba tener la resolución y el coraje que me andaban haciendo falta. Y una vez, de noche, supongo que mi nuevo amigo sufre insomnio como yo, si no, no se explican sus mensajes a las tres de la mañana, una vez, cuando yo estaba francamente vacilante, Jorge Cocom me habló para incitarme, como lo hacía su abuelo, a dudar de la duda. Y así me lo dijo: “Cuando dudes, duda de la duda”. No me sirvió en consejo para dormir… al contrario. ?Pero pude terminar la noche con la certeza de cómo destrozar la incertidumbre, y de que existía, en este desalmado mundo, un amigo atento.

Entonces entendí por qué puede Jorge hablar tan prolijamente de las ranas y de las nubes: porque tiene la gracia singular de poder estar en varios lados, en muchos, a la vez. Como soy fotógrafo, para mí es indispensable la casualidad de la presencia para poder contar algo. No es así para este poeta. Para Jorge Cocom es increíblemente fácil adivinar el insomnio de un amigo al que le hacía falta compañía, o convertirse a su antojo en rana, en libélula, en una nube... en un pájaro.