Texto y foto: Afp
La Jornada Maya

París, Francia
Viernes 19 de abril, 2019

Con una expresión inquieta en el rostro, unos treinta comerciantes se reúnen alrededor de un café, en un bar cerca de Notre Dame. El incendio, que el lunes devastó parte de la catedral parisina, ha obligado a los pequeños comerciantes de la zona a cerrar sus tiendas.

Casi todos los restaurantes, tiendas de souvenirs, floristas o delicatessen instalados cerca de la catedral han cerrado sus puertas y sus dueños, que se reunieron el jueves en el bar "Quasimodo" - nombre del inquilino más famoso de la catedral -, están desesperados.

"Normalmente vienen muchísimos turistas, más de 500 por día", pero "desde el martes, todo está cerrado", suspira Virginie Aranda, que tiene un pequeño puesto en el famoso mercado de flores de Ile de la Cité, el céntrico barrio parisino en el que está ubicada la catedral, cuyas torres quedaron ennegrecidas por las llamas.

La policía ha instalado un cordón de seguridad alrededor de Notre Dame, impidiendo que los curiosos, pero también los turistas, accedan a esta isla natural, que se encuentra en medio del río Sena y a la que desde el lunes solo pueden acceder residentes y dueños de comercios.

Como Virginie, los comerciantes que vinieron a la reunión temen que el vasto perímetro de seguridad establecido para que los investigadores y los expertos puedan evaluar la magnitud de los daños les cueste caro.

"Tuvimos un invierno difícil con los 'chalecos amarillos' y ahora esto", lamenta Betty Toullier, también florista, en referencia a las manifestaciones que paralizan el centro de la capital francesa todos los sábados desde hace cinco meses.

"Nos estamos muriendo", advierte Betty, que vende flores desde 1971.

Para Patrice Le Jeune, presidente de la asociación de comerciantes del barrio de Notre Dame que se reunió con varios funcionarios de la alcaldía, las pintorescas calles de la isla podrían permanecer cerradas durante varias semanas o incluso meses.

"No quieren tomar ningún riesgo", explica al grupo.

[b]'Un solo café'[/b]

Para muchos parisinos, el laberinto de pequeñas calles alrededor de la catedral sólo alberga restaurantes caros y tiendas de souvenirs baratos. Un cliché que irrita a la mayoría de los residentes y comerciantes del barrio, que a menudo viven o trabajan allí desde hace décadas.

"Se olvidan de que hay una iglesia pero también un barrio alrededor - la catedral es nuestra iglesia, nuestros hijos fueron bautizados ahí", dice una madre de familia, que no quiere dar su nombre. Desde el lunes duerme en casa de una amiga, ya que todos los residentes de su calle, aledaña a la catedral, fueron evacuados, como medida de precaución.

"Es como un pueblito", opina Michel Mathieu, cuya abuela abrió un comercio en la calle Arcole en 1921.

Su boutique sigue ahí y ofrece a los turistas recuerdos diferentes a las baratijas que se encuentran en la calle. Al otro extremo, el hermano de Mathieu abrió otra. Y su hija también inauguró un comercio a unos pasos.

Como los demás comerciantes, esperan que las aseguradoras cubrirán sus pérdidas - las flores marchitas o los productos frescos vencidos.

Pero por el momento el barrio no ha sido declarado zona siniestrada, una condición indispensable para que entren en juego las aseguradoras. Y sus dueños no pueden pedir ayudas para compensar el desempleo forzado de sus empleados.

"¡Hay empleos en riesgo!", alerta Esther, que dirige un restaurante con tres empleados en el Quai des Fleurs.

"El martes y el miércoles estuvimos cerrados. Hoy he abierto, pero sólo tuve un cliente esta mañana. No veo cómo me las arreglaré sirviendo un solo café por 2,50 euros", dijo a la AFP.

Patrice Le Jeune, que se reunirá próximamente con el adjunto de la alcaldesa de París Anne Hidalgo, encargado del turismo, tiene la intención de pedir que se congelen las cotizaciones a la seguridad social de los salarios y se reduzca el IVA de los comerciantes afectados.

Pero esta ayuda, si la obtienen, podría llegar demasiado tarde para algunos de ellos.

"Abrimos hace cuatro semanas", cuenta François Monville, quien decidió instalar su tienda de delicatessen en el barrio de Notre Dame después de 15 años viviendo en el extranjero con su esposa.

"La idea era atender tanto a los turistas como a los parisinos", explica.

Pero con el alquiler y el préstamo que hay que pagar "no vamos a poder durar así mucho tiempo"


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