Los trabajadores humanitarios extranjeros han llegado poco a poco para ayudar en los esfuerzos de rescate, pero el progreso sigue siendo lento debido a la falta de maquinaria pesada en muchos lugares. En un sitio en Naipyidó el martes, los trabajadores formaron una cadena humana, pasando trozos de ladrillo y concreto de mano en mano desde las ruinas de un edificio colapsado.
El mismo medio también informó que dos adolescentes pudieron salir arrastrándose de los escombros del mismo edificio hasta donde trabajaban los equipos de rescate, usando las linternas de sus teléfonos celulares para ayudarse a encontrar el camino. Los rescatistas pudieron entonces usar los detalles que les proporcionaron para localizar a su abuela y a un hermano.
Había equipos de rescate internacionales de varios países sobre el terreno, incluidos Rusia, China, India, Emiratos Árabes Unidos y varios países del sudeste asiático. La embajada de EU dijo que se había enviado un equipo estadunidense pero aún no había llegado.
Llegan las promesas de ayuda mientras las autoridades alertan del riesgo de enfermedades
Mientras tanto, varios países han prometido millones en ayuda para asistir a Myanmar y a las organizaciones humanitarias con la monumental tarea que tienen por delante. Incluso antes del terremoto, más de 3 millones de personas habían sido desplazadas de sus hogares por la brutal guerra civil de Myanmar, y casi 20 millones necesitaban ayuda, según la ONU.
Muchos ya carecían de atención médica básica y vacunas estándar, y la destrucción de la infraestructura de agua y saneamiento por el terremoto aumenta el riesgo de brotes de enfermedades, advirtió la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU.
“El desplazamiento de miles de personas a refugios superpoblados, junto con la destrucción de la infraestructura de agua y saneamiento, ha aumentado significativamente el riesgo de brotes de enfermedades transmisibles”, dijo OCHA en su último informe. “La vulnerabilidad a infecciones respiratorias, enfermedades de la piel, enfermedades transmitidas por vectores como el dengue y enfermedades prevenibles por vacunación como el sarampión está aumentando”, agregó.
El refugio también es un problema importante, especialmente ante la cercanía de la temporada de monzones. Desde el terremoto, muchas personas han estado durmiendo al aire libre, ya sea porque sus hogares fueron destruidos o por miedo a las réplicas.
La guerra civil complica las operaciones de ayuda
El ejército de Myanmar arrebató el poder en 2021 al gobierno elegido democráticamente de Aung San Suu Kyi, provocando lo que se ha convertido en una resistencia armada significativa y una brutal guerra civil. Las fuerzas gubernamentales han perdido el control de gran parte de Myanmar, y muchos lugares eran peligrosos o imposibles de alcanzar para los grupos de ayuda incluso antes del terremoto.
Los ataques militares y los de algunos grupos que combaten al Ejército no han cesado tras el terremoto, aunque el gobierno de unidad nacional en la sombra ha llamado a un alto el fuego unilateral para sus fuerzas. El NUG, establecido por legisladores electos que fueron derrocados en 2021, pidió a la comunidad internacional que garantice que la ayuda humanitaria se entregue directamente a las víctimas del terremoto, instando a “la vigilancia contra cualquier intento de la junta militar de desviar u obstruir la asistencia humanitaria”.
“No está claro de inmediato si el ejército ha estado impidiendo la ayuda humanitaria. En el pasado, inicialmente se negó a permitir la entrada de equipos de rescate extranjeros o muchos suministros de emergencia después del ciclón Nargis en 2008, lo que resultó en más de 100.000 muertes. Incluso una vez que permitió la asistencia extranjera, fue con severas restricciones. En este caso, sin embargo, Min Aung Hlaing dijo enfáticamente el día del terremoto que el país aceptaría ayuda externa.
Tom Andrews, un observador de derechos en Myanmar comisionado por el Consejo de Derechos Humanos respaldado por la ONU, dijo en X que para facilitar la ayuda, los ataques militares deben detenerse. “La prioridad en Myanmar debe ser salvar vidas, no quitarlas”, dijo.