David Brooks
El consenso general, con excepción de los fanáticos del Ejecutivo, es que fue el peor debate presidencial en la historia del país, y dejó en tinieblas el proceso electoral y posiblemente el orden democrático de Estados Unidos.
Entre lo poco que quedó claro de la cacofonía de 90 minutos es que Donald Trump reiteró que no está dispuesto a aceptar los resultados electorales si no están a su favor, rehusó comprometerse a un periodo poselectoral no violento y declinó la invitación de condenar a los grupos supremacistas blancos del país.
Ayer, después del requerido autoelogio –"creo que el debate fue grandioso"–, con su campaña teniendo que repetir el envío de un tuit que declaraba su triunfo aplastante, después de que lo mandó por accidente antes del debate, Trump buscó disfrazar lo que fue una de sus declaraciones más alarmantes durante la discusión. Cuando evitó responder a la invitación del moderador de condenar a supremacistas blancos, el presidente decidió nombrar uno de los principales grupos ultraderechistas, los Proud Boys (Chicos Orgullosos), y declarar que “permanezcan listos”.
Tan potencialmente peligrosa fue la declinación de Trump de no condenar a los grupos extremistas de derecha, que líderes de su partido tuvieron que distanciarse de él e incluso aconsejar que el presidente debe pronunciarse claramente. El líder del Senado, el republicano Mitch McConnell, dijo ayer que “es inaceptable no condenar a los supremacistas blancos”, y varios de sus compañeros afirmaron lo mismo.
En parte por ello, al preguntarle acerca de su llamado, Trump buscó cambiar el sentido insistiendo que su mensaje era que se quedarán quietos para que las autoridades hagan su tarea, y afirmó: “no sé quiénes son los Proud Boys”. Pero de nuevo insistió en que el “problema real” es la violencia de “la izquierda”.
Los Proud Boys, en tanto, expresaron su felicidad en redes sociales porque fueron mencionados por el presidente en el debate, y hasta sacaron un nuevo emblema con su logro y la frase de Trump.
El grupo es considerado “de odio” y calificado de “supremacista blanco” por varias organizaciones que defienden los derechos civiles; Twitter y Facebook suspendieron sus cuentas en 2018. La asociación fue formada en 2016 por Gavin McInnes, el fundador de Vice Media, y en 2018 dijo que se retiró de la agrupación.
Esa agrupación es parte de una red de organizaciones ultraderechistas, muchas armadas y algunas autodefinidas como neonazis, las cuales han sido clasificadas como las principales amenazas de terrorismo doméstico por el FBI.
Por su parte, el candidato demócrata, Joe Biden, calificó la actuación de Trump como “una vergüenza nacional”, y su campaña envió un mensaje sencillo con un minivideo de Trump en el debate interrumpiendo, un bebé llorando y la pregunta “¿Ya se hartaron?”.
El senador Bernie Sanders subrayó que Trump es el presidente más peligroso en la historia moderna del país. “Tiene que ser derrotado”.
Para Dave Wasserman, editor del Cook Political Report y comentarista experto en elecciones, el debate no cambió mucho a nadie: “Si eras un votante con preocupaciones sobre la edad de Biden, él no hizo mucho para desvanecerlas. Si tenías preocupaciones sobre el temperamento de Trump, sus berrinches las super cargó. Si eras un votante algo interesado en política, probablemente cambiaste el canal”.
Así, a unos 34 días de los comicios, Estados Unidos está ante una coyuntura sin precedente no sólo por la pandemia y la decadencia económica, sino con una crisis política, y tal vez constitucional, anunciada de antemano por nada menos que el presidente.
Edición: Ana Ordaz
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