Familia impulsa el cultivo de la espirulina, alimento ancestral

En San Salvador de Atenco, los Contreras Martínez producen el alga dentro de estanques
Foto: Javier Salinas Cesáreo

Javier Salinas Cesáreo

Con el propósito de preservar las actividades que sus ancestros realizaban en torno del lago de Texcoco, pobladores producen el alga espirulina en estanques controlados de invernaderos, en los ejidos de Santa Isabel Ixtapa, municipio de San Salvador Atenco.

La familia Contreras Martínez es una de las últimas que aún se dedican a producir y utilizar esta planta endémica que tuvo su máximo esplendor en la cuenca lacustre del valle de México, antes de la desecación del lago, y que es considerado un producto de gran valor nutricional y con varias propiedades.

Daniel Contreras Martínez, productor, conoce del oficio de cultivar y recolectar el alga espirulina. Aprendió desde muy pequeño, de su padre Gregorio Contreras Rojas, a aprovechar los alimentos y especies de la zona como el ahuautle, el mosco, tequesquite y los patos.

“Para mí el alga espirulina tiene un alto valor cultural, prehispánico y nutricional. Era parte de la dieta de los mexicas, quienes la llamaban tecuitlatl, que quiere decir excremento en la roca. En la época moderna era explotada a gran escala por la empresa Sosa Texcoco y era exportada hacia otros países”, explicó.

Sin embargo, en 1993 con la quiebra de Sosa Texcoco, los lugareños comenzaron la recolección artesanal del alga espirulina por su valor nutricional y económico. Con la desecación del lago el acopio fue menor y sólo en tiempo de lluvias, refirió.

Destacó que para que no se perdiera la tradición de este emblemático producto, hace dos años realizaron un proyecto mediante el cual lograron producir el alga en estanques controlados, dándoles las condiciones más naturales.

“Investigamos a fondo el procedimiento con gente que trabajaba en Sosa Texcoco y su conocimiento lo empezamos a plasmar, y a base de esfuerzos y de muchas pruebas, logramos producirla”, recordó.

 

Foto: Javier Salinas Cesáreo

 

Proceso artesanal

En un espacio de cuatro mil metros cuadrados en los ejidos de Santa Isabel Ixtapa, Daniel y su familia instalaron su invernadero. Primero adecuaron un estanque de 25 metros de largo por nueve metros de ancho y 1.70 metros de profundidad para la conservación de la cepa.

Después, construyeron dos estanques de 25 metros de largo por dos metros de ancho y 50 centímetros de profundidad, para la producción del alga espirulina de manera artesanal. “Las condiciones en las que se desarrolla el alga aquí son similares a los del campo porque prácticamente está en su hábitat y región”, apuntó.

“Primero lo que hicimos es insertar la cepa y darle las condiciones climáticas adecuadas. En los estanques introducimos agua agrícola y medimos el pH para que se pueda desarrollar el alga, así como su salinidad. Tardamos entre cuatro y cinco meses para poder estandarlizarlas, fueron muchas pruebas”.

 

Foto: Javier Salinas Cesáreo

 

Tequesquite y salmuera, materias primas

Daniel Contreras cuenta que una vez controlado las condiciones para desarrollar el alga comenzaron su producción. “Trajimos la cepa a los estanques. La materia prima principal es el tequesquite y la salmuera, los cuales colocamos en los estanques y oxigenamos el agua de manera manual para que la espirulina se desarrolle”.

Después, agregó, recolectamos el alga de los estanques y la colocamos en unas mallas para quitarle el exceso de agua y después la colocamos en mantas extendidas para secarla de manera artesanal. Ya seca, el alga se cosecha para llevarla a moler en molinos manuales. Al final la encapsulamos para comercializarla”.

Precisó que la producción en cada estanque es de alrededor de cuatro kilos a la semana. La familia Contreras Martínez la comercializa en forma de cápsulas y en polvo principalmente por Internet y a clientes ya conocidos.

En los invernaderos prácticamente todo el año producen alga, aunque su máxima cantidad se hace durante la primavera y hasta mayo, cuando los días son más calurosos.

La familia Contreras Martínez es la única que lleva a cabo este proceso en invernadero. No obstante, también hay al menos seis personas que aún recolectan el alga durante los tiempos de lluvias en la rivera del lago y la comercializan.

 

Foto: Javier Salinas Cesáreo

 

Grandes propiedades

El productor Daniel Contreras destaca que entre los beneficios del alga está que como multivitamínico, tiene antioxidantes, clorofila, hierro, reduce el colesterol y triglicéridos, estimula el tránsito intestinal, ayuda a combatir la anemia y ayuda a personas que padecen diabetes.

En su artículo titulado Alga espirulina: de Tenochtitlan a Sosa Texcoco, publicado en la revista Biotecnología en Movimiento del Instituto de Biotecnología de la UNAM (2017), el doctor Jesús Gracia Fadrique señala que la espirulina es una microalga verde-azul, perteneciente al género arthrospira, familia microcoleaceae, orden oscillatoriales, clase pyanophyceae. Está considerada como cianobacteria y se denomina Arthrospira platensis. Recibe el nombre comercial de espirulina por su forma de espiral. Destaca que según estudios nutricionales esta microalga es una de las fuentes alimentarias más ricas en proteína, además de contener de manera equilibrada grasas, carbohidratos y vitaminas. Los aminoácidos esenciales están presentes y su contenido proteico es hasta de 70 por ciento.

 

Foto: Javier Salinas Cesáreo

 

Se consumía en la época prehispánica

Contreras Martínez refiere que el alga espirulina fue un ingrediente cotidiano en la alimentación de los pueblos que circundaron los grandes lagos del altiplano mexicano. Su alto contenido proteico debió contribuir a la salud de estas comunidades.

El redescubrimiento del alga condujo a México a ocupar el primer lugar en su producción a nivel mundial. Se desarrollaron también trabajos de investigación sobre usos, técnicas de producción y aplicaciones.

En 2021, el Instituto Politécnico Nacional informó que investigadores estudian y estandarizan las condiciones óptimas para mejorar la producción y calidad de proteínas, en particular las ficocianinas, contenidas en el alga espirulina (Arthrospira máxima y Arthrospira platensis), a fin de adicionarlas en alimentos de consumo cotidiano, pues poseen propiedades que coadyuvan a fortalecer el sistema inmunológico y podrían constituir un elemento más de protección ante el Covid-19.

El doctor Luis Huerta González, titular del proyecto que se realiza en el Centro de Investigación en Biotecnología Aplicada Tlaxcala, apuntó que aun cuando en la época prehispánica el alga espirulina se consumía como parte de la dieta básica, con el tiempo se dejó de utilizar; actualmente la producción nacional es baja y tiene un costo elevado. “Por ello otro objetivo es introducir las ficocianinas en la alimentación de los mexicanos y, por un bajo costo, contribuir al cuidado de la salud”, afirmó.

 

Foto: Javier Salinas Cesáreo

 

Edición Astrid Sánchez 


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